CAPÍTULO 8

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"No voy a cubrir las cicatrices, dejare que sangren"





Los ojos de Joel se abrieron rápidamente tan pronto como sintió un dolor agudo en el pecho. Trato de respirar hondo, pero solo escuchó sonidos sibilantes saliendo de su boca.

Erick iba entrando a la habitación alcanzando a presenciar la escena desgarradora.

Joel se retorcía tanto por la falta de oxígeno y el dolor en su pecho; como miles de cuchillos traspasando su piel. Erick tiro los papeles que traía y corrió buscando la mascarilla de Venturi, sus dedos temblaban en desesperación. Joel cerró fuertemente los ojos soltando pequeños gritos.

Erick no dudo y agarró una aguja y la conecto a su piel. El otro chico se fue tranquilizando de a poco hasta cerrar sus ojos.

—Descansa —susurró después de retirar el objeto de su piel y guardarlo.

Erick le aplico un líquido especial no aceptado para usarse en los pacientes. Estaba prohibido, y si alguien más sabía de aquello toda la carrera de Erick corría peligro.

Diez horas después volvió a entrar al cuarto, Joel durmió todo el día.

—¿Cómo te has sentido?

—Bien —contestó sinceramente con una sonrisa brillante —. Me siento como nuevo... Es raro.

—Dormiste horas —excusó como si el líquido que le inyecto nunca hubiera entrado en su sistema —. Te hizo bastante bien.

—¿Por qué siempre cargas ese cuaderno? —señaló Joel luego de minutos de silencio.

—¿Eh?

—Siempre traes ese cuaderno. ¿Es un diario o qué? —rio.

—Trabajo —se sentó a su lado —. Entonces...

—¿Comenzaremos la terapia?

—No —negó —, pasaste por mucho hoy, no quiero alterarte más... Pero, si quieres puedes contarme lo quieras.

Silencio.

Erick suspiró y tomó su mano —Todo lo que me has contado es sólo una parte de tu vida. Sé que no todos pasan por lo mismo, pero todos pasamos por algo. Ya sea que te molesten, o que tus padres te golpeen. Lo que quiero decir, es que, si alguien más vuelve a decir que no vales, tú solo golpéalo. Quizá no sea el mejor psicólogo, ni siquiera te lo digo como un psicólogo, estamos fuera de la hora de trabajo —rio con un brillo en sus ojos —, te lo digo como un amigo.

Joel lo miró con los ojos llorosos —No, Erick...

—Eres una persona maravillosa, quiero que lo sepas y lo creas, incluso si otros te dicen lo contrario.

—Pero...

—Joel —suspiró —, por favor créeme —sus ojos se encontraron y jurarían que podían mirar a través de su alma.

Erick metió una mano en su bolsillo y lentamente mostró un aparato entre ella. Un teléfono.

—Donde sea cuando sea. Día, tarde o noche —susurró mirándolo fijamente —. Cuando estés feliz o triste, solo llámame y estaré para ti.

Y en ese momento los ojos de Joel tomaron un brillo especial.

—¿Erick?

—¿Sí?

—Cada día haces mis sombras más ligeras.



muerto || joerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora