"Este amor está contaminado. Te necesito y lo odio. Estás atrapado entre un sueño y una escena de película"
La semana fue una eternidad para ambos, y el día lunes llegó. Pegó sus ojos al cielo azul mientras las nubes blancas flotaban lentamente; corría un poco de viento, sin embargo, no hacía frío.
Saludó con una sonrisa al personal y se dirigió de inmediato a cambiarse ropa. Hoy tendría un día lleno de trabajo; como de costumbre paso por cada paciente verificando si todo marchaba bien, hasta que llegó a la habitación 30.
La habitación del chico que ha estado evitando. Claro, ellos siguen viéndose, sin embargo, no han hecho sesiones y tampoco se han visto por las noches. Después del roce de labios y del posible reencuentro con la ex de Joel, Erick tomó cierta distancia.
No era como si le importara Joel tampoco sacó el tema del beso, así que decidió olvidarlo.
—Buenos días —dijo con seriedad, Joel se volvió hacia él con la misma expresión.
—Hola.
¿Cuándo dejaron que lo que sea que hayan formado se esfumara?
—Uh, hoy es tu segunda quimioterapia. En media hora vendré —se acercó a él viendo la alergia que aún yacía en su piel —. Dije que no debías quitarte la crema...
Cuando vio que Joel tosió y escupió sangre no tuvo la necesidad de hablar para saber que el mayor sentía morir.
Cerró los ojos por unos breves segundos, prometió no volver a hacerlo; pero era tal el deseo de no ver a Joel sufrir.
Sacó la pequeña aguja y lo inyectó.
12:30 am, cuando volvió a entrar a la habitación. Joel estaba despierto y miraba fijamente la ventana. Parecía como si hubiera sido arrastrado a través de las dos guerras mundiales.
Pero, para Erick él seguía siendo hermoso.
—Hola —saludó Erick con timidez, después de una semana decidió volver con las visitas a media noche y dejar sus problemas o celos atrás.
—Hola.
Arrastró una silla junto a él —¿Cómo te sientes?
—Cansado y drogado.
Tomó su mano y sus dedos se entrelazaron débilmente —Lo siento —susurró.
—No lo hagas, yo debería disculparme... Siempre arruino todo —apretó sus labios —. Me estoy muriendo, realmente estoy muriendo.
Apretó su mano.
—No quiero morir, Erick.
Su voz rota. Sus ojeras, su postura derrotada hizo que el corazón de Erick diera un vuelco. Conocía bastante el discurso de Joel:
El discurso de un guerrero que no podía continuar, que está cansado de luchar todos los días solo para correr en círculos y terminar en el mismo lugar.
Negó con la cabeza.
—No puedes rendirte. No ahora, Joel.
Silencio.
—¿Joel?
—¿Mm?
—Quiero llevarte a un lugar
Sus ojos se abrieron con sorpresa —¿Salir del hospital?
—Sí, una aventura —sonrió —. Será divertido.
—Pero... Está prohibido.
Se encogió de hombros —También está prohibido que yo esté aquí hasta las tres de la mañana, sin embargo, lo hago —rieron como dos niños, como cómplices, como dos personas libres —. Te sacaré de aquí, aunque tengamos que llevar el oxígeno suficiente, aunque ponga en peligro mi trabajo. Tienes derecho a divertirte, a conocer la vida desde otro punto de vista.
—¿A dónde me llevarías?
—Sorpresa —besó su mejilla antes de levantarse —Te sacaré mañana, a esta misma hora —asintió antes de despedirse.
Pasaron unos minutos para que el mayor viera a Erick cruzar la calle abrazándose a sí mismo debido el frío. Fue una escena tan tierna.
Sus ojos marrones sonrieron cansados.
—Estoy enamorado de ti, pero no te merezco —susurró.
Todo era su culpa. Porque fueron esos malditos ojos verdes que lo hipnotizaron en la primera mirada que compartieron. Esa maldita personalidad que le hizo tenerle confianza. Su maldito encanto que lo hizo caer.
En sus sueños más locos; Joel imaginaba cada noche ser el novio de Erick, y recuperar aquella libertad junto al chico de ojos verdes.
