EPÍLOGO

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"Si el mundo entero estuviera mirando, yo aún bailaría contigo. Recorrería caminos y carreteras para estar allí contigo"






Christopher caminaba inseguro por los pasillos de aquella clínica. Traía una capucha cubriendo la mayor parte de su cara mientras sus manos se encontraban en sus bolsillos.

—¿Tienes cita hoy? —preguntó la secretaria, Christopher asintió frenéticamente —. Bien, puedes pasar ahora —dijo ella después de mirar la pantalla de su computadora —. Sigue el corredor hasta la última puerta, sala 23.

—Gracias —susurró.

Siguió sus instrucciones y con sus manos temblorosas tocó la puerta, ésta de inmediato fue abierta revelando a un joven.

Un novato en el campo, pensó al verlo. Su traje completamente limpió, y su sonrisa describía las ganas que tenía de trabajar. 

—Pasa —sonrió —, toma asiento donde quieras —señaló el psicólogo. Ambos se miraron y Christopher después de un mes sonrió de una manera encantadora y sincera —. Zabdiel —estrecharon manos —, ahora dime, Christopher, ¿Qué te trajo aquí?

El nombrado cerró los ojos soltando un suspiró —Yo, vi a mi mejor amigo morir.

Y mientras para un chico era el comienzo de una nueva vida, por otro lado, de la ciudad Joel caminaba con una media sonrisa y lágrimas a punto de caer de sus ojos.

Era increíble que después de meses decidiera volver, con libertad esta vez.

Bajo del auto —que le prestó Chris— y se acercó a la playa. La misma playa que fue testigo del amor de unos jóvenes, que sólo buscaban libertad de alguna u otra manera.

—Ya han pasado meses —susurró sentándose en la arena húmeda, aquella noche no podía ser más hermosa.

Aún era curioso como pasaron las cosas. Esa noche cuando Erick volvió al hospital diciéndole que lo mataría, que acabaría con su dolor y después lo único que supo fue que fue sedado. Erick no lo mato, Erick le aplicó anestesia, Erick fue su donador.

—Me diste tu vida y eso no cualquiera lo hace —soltó un suspiro roto, sus ojos cristalinos miraban el cielo nocturno y sonrió —. La disfrutare cada día por los dos, mi amor. Seré feliz y cuando llegué el momento vamos a ser felices juntos otra vez.

Miró la caja que traía en sus manos.

«—No la abras hasta que estés solo».

Las palabras de Christopher retumbaron en su cabeza, después que salió del hospital su único lugar favorito era la cama; su mamá le había enviado dinero para que rentara una habitación mientras ella viajaba para llevárselo a un nuevo hogar.

Abrió la caja y sonrió: El teléfono que Erick le regalo junto al libro, sus acuarelas y por último un cuaderno. Joel frunció el ceño y lo tomó.

«—¿Alguna vez tirarás ese cuaderno? —preguntó mirando ese desorden de hojas que se hacía llamar cuaderno —. Estoy pensando seriamente que es un diario —rio.

—No lo trates así —Erick hizo un puchero —, esto es mi vida».

El cuaderno de Erick, sin pensarlo lo abrió revelando la caligrafía en manuscrita.

muerto || joerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora