II: Todo lo puedo en...

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Amor... Gozo... Paz... Paciencia... Benignidad... Bondad... Fe... Mansedumbre... Templanza.

Estos son los frutos del poderoso y maravilloso Espíritu Santo que refleja en nosotros, frutos que todo verdadero cristiano debe dar.

Creo que ser mansa fue lo que me faltó, por culpa de mi gran boca me gané un susto y bastante grande.

Ahora, caminaba como un zombie debido a lo adolorida y débil que estaba; en mi mente sólo estaba el poder llegar a casa con bien y ver a mi familia, sentirme en casa y en paz.

Sentir... la paz de mi Dios.

-Un... poco más... -Susurré visualizando la calle de mi vecindario.

El sol esa mañana estaba más candente que de costumbre, era normal al estar en época de verano pero justamente en aquel día el sol en ése estado no era bueno para el mío.

Seguí arrastrando mis pies mientras sujetaba mi brazo izquierdo con fuerza, todo me dolía y no era para menos ya que recibí golpes del grupo de Lander en el vehículo en que fui llevada.

Pude divisar mi casa tan sencilla y acogedora, su fachada con plantas que mamá había colocado me daban cierto regocijo.

Estaba al fin en mi hogar.

-He llegado... gracias mi Dios... -Sonreí débilmente acercándome a la puerta principal.

Alcé temblorosamente mi mano para tocar el timbre, y al escucharse dentro la puerta no tardó en abrirse velozmente.

Ezra me miraba fijamente con los ojos bien abiertos y la respiración agitada.

Sus ojos no tardaron en aguarse al verme allí en tal estado tan deplorable.

Sus ojos no tardaron en aguarse al verme allí en tal estado tan deplorable

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-¡Halia! -Gritó abrazándome con fuerza entre sus brazos.

Sonreí correspondiendo a su abrazo, mi madre junto con Lucinda y June que estaban ahí salieron a verme.

-¡Has regresado! -Chillaron entre lágrimas mis amigas al verme allí de pie.

Mamá me abrazó con fuerza, sollozando en silencio al ver que llegué viva a casa.

Pero mi debilidad cobró con creces a mi cuerpo, sin poder ejecutar alguna palabra sentí cómo mis párpados se cerraban.

Lo último que pude oír fueron los gritos de todos, más sentir los brazos de mi hermano mayor tomarme antes de desplomarme en el suelo.

Cayendo en la total inconsciencia.



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El repiqueteo de la lluvia en el techo y las ventanas eran una melodía que me encantaba escuchar.

Recuerdo que mi padre solía contarnos anécdotas de sus viajes misioneros, siempre nos decía cada lugar al que iba.

-¡Quiero ser misionero de grande! -Gritó Ezra alzando sus brazos con ímpetu.

A pesar de sus siete años de edad, sabía muy bien lo que quería.

Yo por otra parte, con cinco años no entendía mucho sobre los ministerios.

Pero de algo estaba segura y tal pensamiento me hizo sonreír mientras veía a papá y a Ezra hablar con mamá.

Quería servir a Dios hasta el final.

-Está despertando. -Escuché en el momento que sentí mis párpados abrirse poco a poco.

Mamá y Ezra me veían aliviados al notar que estaba despierta finalmente, observé que me hallaba en una habitación de hospital por la bolsa de suero que estaba junto a mí colgada.

-Mamá... Ezra... -Susurré a duras penas mientras los observaba con una pequeña sonrisa.

Mi madre me tomó la mano entre las suyas, Ezra se colocó junto a ella sonriéndome.- Hija... me alegra verte despierta, Dios es misericordioso.

Sonreí al escucharla, giré mi cabeza y miré a Ezra que aún sonreía.

-Nos diste un gran susto, Halia. -Suspiró colocando su mano en mi hombro sin dejar de mirarme.- tienes que decirnos todo lo que ocurrió, Lucinda y June vendrán después.

Resoplé ante la idea de rememorar todo lo ocurrido en la noche anterior, pero antes de que pudiera empezar Lucinda y June entraron a la habitación.

-¡Despertaste!, Dios es bueno. -Sonrió la asiática chica amiga mía y novia de mi hermano mayor.

June no dijo nada al respecto, pero sonrió al verme despierta.- Qué bueno verte bien.

-Gracias chicas. -Les devolví la sonrisa y comencé a relatar lo sucedido con Lander.

Cuando oyeron de las amenazas, sabían que con hablar a la policía iba a ser peligroso.

-Ése tipo... sabía que no emanaba nada bueno. -Masculló mi hermano siendo calmado por Lucinda.

June no dijo nada en todo el relato, sabía que le afectaba ya que ella tampoco creía en Dios pero aún así era nuestra amiga.

-No importa lo que suceda, ni lo que el enemigo planeé contra nosotros. -Sonrió Lucinda mirándonos a todos.

Mi madre sonrió ampliamente.- Si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?

Al escuchar a mi madre sentí a mi corazón regocijarse, Ezra sonrió negando con la cabeza.

-Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón. -Agregó tomando las manos de Lucinda entre las suyas.

Bajé la cabeza y sonreí ladinamente, tras unos segundos después alcé nuevamente la cabeza hacia el techo.

-Todo lo puedo en Cristo... que me fortalece. -Murmuré sonriente mirando el blanco techo.

No iba a dejar que las amanezas de Lander me cohibieran, menos que cohibieran a mis amigos.

Dios nos daría la victoria, sin importar lo que sucediera.

Ése mismo día me dieron de alta en el hospital por lo que todos nos fuimos alegres de aquel lugar, pero en el fondo mientras cruzaba la calle sentí que era vigilada.

Juré haber visto el rostro de Lander en una esquina, siguiendo mis pasos en todo momento con aquellos ojos maliciosos y penetrantes.

Por un momento sentí temor, pero el Espíritu Santo me recordó que no estaba sola.

Que mi Padre iba a protegerme de lo que sucediera conmigo, y también protegería a mis amigos y familia.

Todo iba a estar bien, porque Jehová era mi escudo y roca fuerte.

ꜱʜᴜᴛ ᴜᴘ! 🔚 novela cristiana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora