Capítulo 2

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Si seguía mucho tiempo más así, mi corazón terminaría por pudrirse y caería en un sin fondo.

Hay gente que dice que sola, se siente bien o está bien de alguna manera. Yo no era de ese tipo de persona, aun que lo pareciera.

Lo que la gente no comprende es que es diferente aceptar el estar solo, a estar bien con eso.

Estaba arreglado hace 2 horas esperando que me vinieran a recoger, sentado en mi cama, luego miré la hora.

«20:34»

Ya faltaba poco y tenía que relajarme, sólo faltaban unos cuantos minutos para que Baek viniera por mí.

Si es que venía

Sí, claro que tiene que hacerlo. Él me dio su palabra.

Volteé a ver la hora nuevamente.

«20:35»

Mierda.

Tenía que matar el tiempo con algo. No podía llegar Baek y decirle que estuve esperándolo 3 horas sin hacer nada. Sería en verdad penoso.

Fui al baño, me cepillé los dientes y lavé mi cara.

Me miré al espejo con temór, en serio hace mucho no hacía esto y mis manos empezaban a temblar.

"Vamos, SuHo. Tranquilízate, que yo estoy para ti siempre"

Esa frase llegó a mi cabeza de golpe para matarme la existencia de un momento a otro.

Esa voz de quien me cuidaba, con quien cantaba y veía películas de Star Wars. La maldita voz de quien me puso ese apodo.

Ese amigo que una vez me quiso y no cumplió su promesa se presentó en mi mente.

Estaría bien si no pensaba nunca más en Yixing.

Ni me di cuenta de la hora en cuanto volví a mi habitación.

¿Qué tanto hice para que ya fueran las 21:15?

Luego me di cuenta que Baek aún no llegaba y entré en pánico. Preguntas inundaron mi mente en un segundo.

El psicólogo me dijo que no estaba bien alterarse, que la gente a veces se demoraba y no quería decir que no viniera.

Pero es que yo era muy puntual

¿Habrá sido mentira? ¿Me han plantado ya? ¿Se... Olvidaron de ?

No, imposible. Esta vez sí que no.

Escuchaba el reloj resonar en mi pieza con los cabellos de punta. Me estaba comenzando a pellizcar involuntariamente y no soportaría tanto en tranquilidad.

No había nadie en casa, sólo el reloj y yo.

«22:00»

Aunque pareciera la hora avanzaba rápido, tenía las uñas destruidas y no podía llorar, no podía.

Pasó un minuto más y no lo soporté.

Grité tan fuerte que los vecinos tuvieron que escuchar. Tomé el estúpido reloj con dibujos de conejos y lo tiré contra el piso.

Ya no sonaba...

Una lágrima se escapó y siguió por mi mejilla ahora roja mientras tenía la boca abierta, sin entender nada. No sabía que estaba llorando hasta que sentí el sabor salado pasando por mis labios temblorosos.

ANEMIA//SeHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora