Capítulo 26

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-A ver si me he enterado bien- habló Leo por quinta vez en el coche que compartía con sus hermanos de camino a los Alpes franceses. Katerina suspiró también por quinta vez-. El chico del que estas completamente enamorada te pide que te cases con él ¿y tú le dices que no?

-Leo, soy capaz de estrellar el coche con tal de que dejes de repetir lo mismo una y otra vez.

-Dejaré de decirlo cuando me contestes. ¿No quieres casarte con él?

-Claro que sí.

-¿Entonces?

-¿Te parece que son tiempos para vestirme de blanco y dar el "sí, quiero"? Además, ya me casé una vez y mira lo que me ha traído.

-Dudo mucho que Lucas vaya a entrar en guerra contra ti.

-Leo, me gustaría que estuviéramos en silencio durante el rato que voy a conducir, ¿serás capaz de hacerlo?

No quería sonar dura, pero desde que salieron tenía la cabeza tan llena de ideas que de ser humana habría tenido unas fuertes migrañas. Aún tenía en la mente la cara de Lucas cuando le dio la respuesta. Estaba decepcionado, por supuesto, pero no hizo falta decirle que no era un buen momento. Dio a entender que estaba perfectamente, pero solo se había despedido con un corto beso en los labios y un seco "adiós". Desde entonces Katerina estaba de morros, por no mencionar también el asunto de la mujer de Karim. Iba dormido en el asiento de atrás con la boca ligeramente abierta. La había abrazado muy fuerte hasta casi romperla cuando se habían reencontrado en Calais. Estaba tan emocionado por ser padre que no había podido contarle la verdad cuando le vio sonrisa de bobo solo con pensar en el bebé.

Apretó el cuero del volante hasta que los nudillos se volvieron blancos. Eran muchas cosas en las que pensar y el coche estaba a punto de pagar las consecuencias. Hasta que sintió una mano en su hombro. Su mirada se encontró con la de Nikos por el retrovisor y por fin se calmó. Los ojos de su hermano tenían algo que podía relajar y se lo agradeció con una ligera sonrisa.


Pararon en lo que parecía ser un bar de moteros cuando ya habían dejado atrás Lyon. No habían descansado hasta entonces y tampoco tenían pensado parar mucho tiempo. Solo unos minutos.

La música rock se oía desde fuera mientras pasaban al lado de las filas de motos que había delante del bar. Había un grupo de cinco tíos unos metros más allá que detuvieron la conversación cuando les vieron bajar del coche. ¿Cuán sería la reacción si vierais a seis personas vestidas todo negro bajando de un Hummer del mismo color? Exactamente la misma que la del grupo de moteros. Mirada seria y ninguna parte del cuerpo sin moverse si no querías problemas.

Ren fue el primero en entrar. El más callado de sus hermanos podía ser misterioso y reservado, pero no vacilaba ante nada. Ella misma fue la siguiente y el resto de sus hermanos la siguieron con una sonrisa se arrogancia en la cara cuando la mitad del bar se giró para verlos. La música no se detuvo y tampoco ellos cuando se sentaron en una mesa con escasa luz. Sus hermanos estaban alerta y no dejaban de escanear el lugar y lanzar miradas asesinas a cualquiera que tuviera los ojos puestos en ellos.

-No quiero peleas. Reservad las energías para cuando lleguemos- dijo con un tono de advertencia.

-Vaya forma de privarnos la diversión- comentó Leo poniéndose de morros.

-No es momento para eso, chicos. Descansad, comed si queréis, pero en unos minutos nos vamos.

Ren no tuvo que pensárselo dos veces. Con paso decidido fue hasta la barra y se mezcló con la multitud. Nadie se atrevía a tocarlo según pasaba por miedo a que si apenas lo rozaban salieron por los aires. El mayor de sus hermanos tenía un pasado oscuro que estaba pegado a él como una sombra, pero mientras que el resto de la gente intentaría olvidarlo, él se negaba a hacerlo.

Peligroso Reencuentro (Eternidad Solitaria #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora