CAPITULO 1: "CLONACION"

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-Viktor... Ya son las 3:00am- Se asomó un chico de cabellos negros tallando uno de sus ojos.

Él era Yuuri, el chico que había conocido hacía cinco años en la habitación de un hospital y su razón de existir.

- ¿No te vas a ir a dormir?- Preguntó el moreno de unos escasos 20 años a un joven de cabellos plata de aparentes 27 años, probablemente con menos edad, que estaba sentado frente a una computadora con un montón de papeles, fórmulas matemáticas y químicas.

Aquel chico de cabellos plata, tenía el semblante cansado y, a juzgar por el desastre que tenía en aquel despacho, parecía que no pensaba ir a dormir otra vez.

-Yuuri- dijo cansado, pero más que cansado preocupado. - ¿Qué haces despierto?- Tendrás otra recaída, ve a la cama- dijo Viktor mirando al moreno.

El chico de cabellos oscuros miró el piso con tristeza y dio un pesaroso suspiro. Su cara era hermosa pero su piel pálida estaba manchada por unas ojeras de enfermedad y su delgado cuerpo dejaba ver su mal estado.

-No puedo dormir- explicó agitado.

-¿Te sientes mal?- Viktor se levantó de su asiento apresurándose a él y tocando su frente para saber si había subido la temperatura, pero el chico de cabellos oscuros no quería saber nada y alejo la mano de Viktor dando media vuelta.

-Estoy bien- respondió cansado, caminando lentamente en dirección a su habitación.

-Yuuri...

Durante los últimos años y desde que se había ido a vivir con Yuuri, sus noches eran largas y cansadas. Aquella ambición que tenía no lo dejaba descansar. No buscaba el éxito o el reconocimiento, sino que buscaba el bienestar de su japones. Él quería ver a su amado bien, ya que siempre era lo mismo, altos y bajos en la salud de aquel chico y aquello le golpeaba en todo su ser.

¿Cómo era posible que siendo un doctor tan brillante no pudiera mantener sana a aquella persona que tanto decía amar?

Con el pasar del tiempo había logrado aquella investigación, pero lejos de ser aceptada, seguía siendo rechazada. Aquel hombre gozaba de una gran adquisición económica, sin embargo, lo que él necesitaba eran colaboradores y para eso necesitaba convencer a alguna institución o laboratorio que quisiera trabajar con él y poder llevar a la realidad aquellas fórmulas e hipótesis que tenía escritas en más de mil papeles, todos ellos llenos de rayones, tachados, reajustes y pasados miles de veces a su computadora.

Viktor pasaba la mayoría del tiempo encerrado, llamando por teléfono a distintos laboratorios para que llevaran a la realidad su investigación pero parecía que no podía convencer a nadie. Poco a poco se hacía a la idea de que tal vez lo que decían era cierto y aquella idea era más descabellada que realista, aunque en teoría tenía sentido y daba resultados positivos.

Tal vez era el hecho de que no comprendían que el futuro de muchas personas y, por sobre todo de su Yuuri, podía mejorar en un cien por ciento, dándole una esperanza de vida más larga y una mejor calidad de vida. Incluso con ello se podrían ayudar a los hospitales con los graves problemas de escasez de donantes de órganos y la gran lista de espera y no sólo eso, sino que ayudaría inclusive en otro sector disminuyendo el problema del tráfico de órganos. Sin embargo, aunque él lo sabía, parecía que a nadie le importaba los beneficios que se podrían obtener.

Un día sonó su teléfono. Tal vez era para despreciar nuevamente su idea, pensó Viktor antes de levantar la bocina; sin embargo, tenía una corazonada y no podía dejar cabos sin atar, ya que la vida de Yuuri colgaba de un hilo y tenía que agotar hasta su última esperanza.

Levantó la bocina con temor y un poco de decepción pero, con una voz firme y segura, el rostro de Viktor se iluminó y comenzó a anotar números de teléfono y direcciones en un papel. Llevaba días encerrado sin salir siquiera a comer pero esas eran excelentes noticias y tenía que dárselas a su Yuuri.

Parecía que por fin después de cinco años había una luz entre tanta oscuridad, después de tantas noches en vela, de tanto sufrimiento, arrepentimiento, dolor, disculpas y de más, por fin había logrado convencer a un laboratorio experimental que llevara a cabo su investigación y la clonación sería una realidad.

A un científico dueño de un laboratorio le había agradado la idea de Viktor y quería financiarla y eso al chico plata lo había hecho enormemente feliz, no por financiarla en sí, sino por obtener lo único que quería aquel hombre: colaboradores para poder llevar a cabo la teoría a la práctica... Y como se lo había prometido le salvarían la vida a Yuuri.

Entonces salió corriendo de su laboratorio en busca del susodicho, sin embargo, cuando entró a su cuarto no podía creer lo que estaba viendo. Su Yuuri se encontraba tirado en el suelo, Viktor corrió a su lado y le tocó la frente. Estaba ardiendo en fiebre, así que lo tomó en sus brazos y lo acostó en la cama. Luego de dejarlo ahí sacó rápidamente un medicamento y se lo dio a beber, pasaron las horas y Yuuri no mejoraba en aspecto.

Viktor comenzó a temblar de miedo al ver en aquel estado tan vulnerable al dueño de su corazón. Él solía dejarlo solo por mucho tiempo, sin embargo, le había dejado un comunicador con el cual únicamente debía presionar un botón para que el peli plata acudiera a él sin demora. Lamentablemente esta vez no lo había presionado, de hecho ni siquiera había estado cerca de éste.

Se sentía culpable al ver a Yuuri en ese estado pero no era el momento de reproches. Aunque sintiera la culpabilidad golpeándole el pecho debía encargarse del chico. Una vez más toco la frente de Yuuri ya que estaba temblando demasiado y por fin la temperatura había cedido, pero ahora su cuerpo estaba perdiendo demasiado calor, su piel, que de por sí ya era pálida, ahora también carecía de brillo y su respiración poco a poco cedía.

No era la primera vez que ese muchacho estaba en una situación tan delicada, sin embargo, Viktor presentía lo peor. Normalmente un doctor debe estar sereno y saber cómo actuar cuando un paciente está grave pero ése era exactamente el problema: él no era un paciente más, era el amor de su vida y estaba viendo cómo se apagaba lentamente.

-Yuuri, no me dejes por favor- dijo Viktor con una voz impaciente, acariciando frenéticamente su mano fría intentando darle el calor que ya había perdido. Veía doble al chico debido a que sus ojos se habían llenado de lágrimas, unas lágrimas que casi nunca dejaba salir y que mostraban sin vergüenza la angustia y desesperación originadas al ver cómo lentamente se iba el amor de su vida.

-Viktor...- Pronunció débilmente el pelinegro - No... creo... soportarlo más...- Mientras intentaba apretar la mano de Viktor y con las pocas fuerzas que le quedaban, le mostraba una cara de nostalgia y una sonrisa un tanto triste, pero con una mirada llena de amor. -Debes cumplir tu promesa - Susurro.

-¡No!- gritó el galeno y se aferró con fuerza a la débil mano de su chico- Vamos Yuuri, no me digas eso, vas a salir de ésta como siempre, sólo debes aguantar un poco más y la medicina hará su efecto - decía Viktor desesperadamente juntando sus manos entre las suyas y frotándolas, intentando mantener la cordura y las esperanzas aunque sabía que el final ya era inevitable.

-Perdón...-dijo débilmente- Te amo... Vitya- fue su último aliento.

-No... Yuuri, debes estar jugando- Miró directamente al chico que ya no tenía señales de vida- No me puedes dejar, no ahora que estábamos tan cerca... Yuuri- Lo tomó de sus hombros y lo sacudió un poco- Despierta...- Sus ojos ahora eran dos mares - ¡Te amo!- gritó con dolor.

Viktor subió a la cama torpemente y con dificultad y dolor tomó en un abrazo el cuerpo de Yuuri mientras lloraba sin consuelo y gritaba con fuerza.

Solo por ti *Victuri*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora