Capítulo VIII

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El castaño miró a Zayn por tercera vez.

Pasaron unos pocos segundos antes de que lo observara de nuevo; su cabeza gacha obligándolo a elevar sus orbes hacia arriba, rozando sus largas pestañas con el borde de sus cejas delgadas.

Tragó saliva, sintiendo el nerviosismo en la agitación de sus piernas cruzadas. Llevó la mano derecha a su boca, mordisqueando con miedo las puntas de sus dedos. Cuando finalmente escuchó al ojimiel carraspear, se incorporó con la espalda recta, removiéndose en la silla de madera.

—¿Y bien? —Se atrevió a preguntar, expectante.

—Bueno... —El moreno miraba con simpleza el escrito entre sus manos—. Tú sabes que son pocas las cosas que me sorprenden, pero, ¿Qué clase de doctor le envía a su paciente un dildo? —Exclamó divertido.

—Shh —Le silenció, mirando alrededor—. ¿Podríamos murmurar?

—Por Dios, Louis. Estamos en la biblioteca, no hay ni un alma aquí —Le miró del mismo modo, dejando la hoja extendida en la mesa—. Retomando el asunto en cuestión, me parece un poco enfermo que te haya mandado un dildo, incluso para mí.

—¿Tú crees? —Preguntó, sintiéndose extrañamente incómodo y avergonzado.

—Un poco —Estaba con los brazos cruzados, viéndose poco sorprendido—. Pero —Su semblante cambio a uno malicioso, alzando las cejas al hablar—. Me parece algo muy romántico y erótico también. Llega hasta a ser tierno si omites la parte de que seguramente te imagina follándote con ese peculiar obsequio.

Louis sintió el calor cosquilleando en sus mejillas, sabiendo que estaba sonrojándose.

Claro que había pensado en aquello, pero no se lo había planteado tanto hasta ese momento. ¿Tal vez era eso lo que quería el doctor Styles? ¿Conseguir una imagen mental de él dándose placer? Y si ese fuera el caso, ¿para que querría algo así?

Él sabía la respuesta, pero no quería dársela a sí mismo. También quería sentir asco y miedo por aquel comportamiento de su doctor, y mucho más querer sentir temor por acercarse a él de nuevo. Sin embargo, era todo lo contrario. Sentía que lo deseaba más. Por más que quisiera tener pensamientos negativos, terminaba enrojeciéndose por la humedad que mojaba su ropa interior cada vez que pensaba en ese alfa, imaginándolo de ese modo, utilizando su regalo.

Exhaló suavemente, tratando de despejar sus pensamientos prohibidos.

—¿Crees que fue un gesto algo... exagerado? —Preguntó, evidenciando su inseguridad.

—Tal vez pero, creo que también fue algo lindo. —Le sonrió—. Es decir, al menos no te mando una carta diciéndote algo sucio como "espero que te mojes mucho con este obsequio, putita", eso sí sería malditamente enfermo. Pero, al contrario, te especificó que es con la intención de que no pases tan mal tus celos —Lo miró con suavidad—. También te pidió disculpas, y dijo que espera conocerte mejor. Créeme que si no hubiera escrito nada de eso lo hubiera tachado como un depravado asqueroso. Es decir, nadie le habla vulgaridades a mi melocotón, solo yo. —Habló, celando a su amigo.

—¿C-crees que debería ir a verlo? —Le dijo, con las mejillas rosas y la mirada apenada.

—Yo creo que le gustas a ese doctor. —Le tomó el mentón, alzándolo con suavidad—. Y también creo que gustas de él. Así que sí, yo diría que vayas de nuevo a esa tienda, te compres unos ligueros de encaje y vayas a que te folle en su escritorio.

—¡Zayn! —Estaba como un tomate—. No tenías que ser tan explícito... —Dijo en un hilito de voz, bajando la mirada al juego de sus manitas.

El urólogo || L.S. (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora