Capítulo XVII

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Desde la primera cita que tuvieron, Harry y Louis han estado saliendo por más de un mes y medio.

Los viernes, sábados y domingos se han convertido en sus días promesa. Louis aguarda ansioso por volver a ver esos ojos verdes agua en matices difíciles de describir; Harry espera por aquellos orbes azules que simplemente lo absorben como el canto de una sirena a aquellos navegantes en medio del mar.

Y, cuando finalmente les llega el viernes, —sabiendo que podrán verse dos días más—, la sonrisa no se les borra del rostro. Contentos, llenos de una dicha de la que aún no conocen origen, se unen en un abrazo prolongado y cómodo, donde las feromonas suaves de omega y territoriales de alfa los engloban en un aroma íntimo, sutil y agradable que les relaja los músculos de pies a cabeza.

El rizado goza de los ronroneos que el omega le regala, confirmándole que lo extrañó demasiado. Él, en agradecimiento ante tal gesto tan tierno, lo cubre con su aroma. Y el omega no puede evitar ronronear de nuevo.

A pesar del poco tiempo que llevan conociéndose, se han dado cuenta que, a pesar de las diferencias de edad, han logrado acoplarse a gustos e intereses mutuos. Comparten cierta similitud de pensamientos y sus personalidades han ayudado mucho al desarrollo de la atracción que sienten por el otro.

Además, incluso si no se ven todos los días, ambos muestran el interés que sienten por el otro.

Todas las mañanas al despertar, el castaño le manda un mensaje de buenos días al alfa. Éste le contesta una hora después, cuando su alarma suena para irse a trabajar a la clínica. En las tardes no hablan mucho debido a sus responsabilidades, pero en las noches se toma el tiempo de preguntarle por su día y contarle el suyo. Y esa es la parte favorita de Harry.

Mientras conduce a su departamento, cuando el cielo lo cubre en un manto oscuro pintado de estrellas, sincroniza su celular con la bocina de su auto, solo para escuchar los audios del omega y deleitarse con su vocecita que le llena el pecho de satisfacción.

Y así va: sonriendo en la soledad de su camino, con la hermosa voz de Louis ocupando cada espacio de su vehículo.

Y sonríe. Y no deja de sonreír incluso si el audio acabo porque la sensación de cariño le abastece todo el camino restante a su destino. Le da la fuerza de seguir sonriendo como bobo porque Louis le contó sobre el proyecto que entregó, sobre las tareas que le dejaron y sobre la A en su examen de literatura; le habló sobre lo que almorzó, sobre la canción nueva que escuchó y los deberes que adelantó. Pero definitivamente, la parte que más le acelera el corazón es cuando le dice, en un susurro agudo y cansado "te he extrañado".

Y eso es suficiente para ansiarlo entre sus brazos y mimarlo hasta quedarse dormido.

Por otra parte, el alfa no se queda atrás. Siempre que puede, en un espacio donde no tenga muchos pacientes, sale de la clínica y camina a la florería más cercana. Ahí, escoge el mejor ramo del día y lo envía al ojiazul, quien sonrojado y con una gran sonrisa de esas que arrugan las esquinas de sus ojos, lee la nota escrita a mano de Harry. El rojo de sus mejillas se expande por todo su rostro, revelando el montón de palabras bonitas que el mayor utiliza para seducirlo.

Gracias a Harry, el florero de la mesita de centro se expone gustoso con su montón de hojas y pétalos coloridos, siendo evidencia de que Louis está siendo cortejado por alguien.

Jay, quien continuamente ve flores nuevas adornando su hogar, no puede evitar preguntarse quién será el muchacho que está pretendiendo a su lindo tesoro. No puede dejar de pensar en quién es, como será, si lo ha visto o si será un buen partido para su hijo. Después de todo, jamás dejaría salir a Louis con alguien que ella misma no aprobara.

El urólogo || L.S. (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora