Epílogo 2/2

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Debido al embarazo de Louis, todo ocurrió muy rápido.

En cuanto confirmaron con muestras de sangre que el omega realmente estaba esperando un bebé, los preparativos para la ceremonia de matrimonio comenzaron a llevarse a cabo como agua fluyendo en un rio.

Todos estaban como locos de un lado a otro sosteniendo la idea de que, en tres meses, ellos debían estar sonriéndose enamorados frente al altar. Era una meta necesaria puesto que el ojiazul no debía estar sometiéndose a estrés; además de que Harry gruñía posesivo cuando todos se abalanzaban al menor preguntándole sobre las flores o el color de los manteles de las mesas. No, su omega no debía sufrir ningún tipo de presión u hostigamiento.

Es por eso que desde el principio dejaron en claro lo que querían: una boda pequeña, linda y elegante, llena de amor y seres queridos que realmente compartieran la felicidad de que ellos unieran sus vidas para la eternidad.

Además, con el tiempo que cargaban en la espalda, no era prudente organizar una boda gigantesca. Su límite eran ochenta invitados —incluyendo familiares— y todo se haría en una residencia a las afueras de Londres.

Louis ya había visto el lugar y quedó enamorado. Es por eso que cuando le preguntaron sobre donde sería su boda ideal, no dudó en mencionar aquella casa blanca de tintes antiguos, con el gran salón de baldosas lustrosas y un precioso jardín tapizado en rosales de todos los colores.

Tanto la mamá de Harry como la mamá de Louis eran quienes estaban organizando todo en su mayoría.

Todo comenzó cuando ambas compartieron la hermosa noticia de que iban a ser abuelas, y su amistad floreció al instante como preciosas gardenias saliendo del botón blanco, explotando en un aroma maravilloso capaz de deleitar a cualquiera.

Se podría decir incluso que... Anne y Jay estaban más emocionadas por la boda que Harry y Louis.

Se la pasaban viendo catálogos de bodas de famosos, hojeando artículos de arreglos florares y repasando libros de cocina para encontrar los mejores platillos para la cena.

Harry y Louis estaban agradecidos.

Si bien el matrimonio era algo que deseaban con toda su alma, su prioridad en ese momento se centraba en una cosa: su cachorro.

Prácticamente, el mayor llegaba corriendo del trabajo para besarle el vientre a su omega, murmurándole lo afortunado que era por tenerlo y porque iba a darle un bebé. Louis se sonrojaba y acariciaba los rizos de su futuro esposo, riendo por el cosquilleo de la barba levemente notable contra su estómago plano.

Después, se acostaban a dormir pensando en el pequeño ser que tendrían en brazos; pensaban en sus ojos, en su cabello, en sus manitas y en su sonrisita inocente. Con esos pensamientos abarcando sus mentes, era difícil poder colaborar con la organización y protocolo de la boda, por eso era maravilloso que sus madres se apasionaran tanto con ello.

Louis se sentía tan feliz por la manera en que todo estaba llevándose a cabo.

De vez en cuando, cuando sus tardes se centraban en terminar sus últimas tareas universitarias y almorzar suficientes alimentos nutritivos para su bebé, se deprimía cavilando en que a él le gustaría enfocarse en todo eso también. Y sí, claro que lo hacía, después de todo también era boda de él. Sin embargo, no lo hacía mucho puesto que Harry se lo solicitó.

Él realmente no deseaba que su omega tuviera una crisis de estrés gracias a los sucesos próximos a ocurrir. Aparte, estaba terminando la especialidad de su carrera. No quería que todo se juntara y su pequeño terminara abrumado, rascándose la mordida porque necesita a su alfa cerca para que lo consuele.

El urólogo || L.S. (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora