Capítulo XIV

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Apenas terminó la última clase, el pequeño ojiazul casi corrió hasta su hogar. Su escuela estaba algo alejada de su casa pero, si se plantaba en la parada a esperar el autobús o un taxi, simplemente no llegaría a tiempo para arreglarse.

Así que llegó a su hogar a las 14:00 en punto, jadeando por la caminata rápida y el trote que detenía cada que sentía que necesitaba respirar de más.

Ingresó la llave en la cerradura y se encontró con su casa vacía, así como todos los días que llegaba de la preparatoria. Dejó la mochila en una silla del comedor y fue a la cocina por un vaso de agua, notando que el pulso de su mano temblaba inquieto. No sabía con exactitud si la razón era la travesía para llegar a buena hora o porque dentro de dos horas se encontraría con el doctor Styles en un café del centro.

Sí, era viernes. Y no era cualquier viernes: era el día en que tendría una cita con aquel alfa.

De solo recordar que los minutos pasaban y la hora se acercaba, sentía sus manos sudar. Bebió el último trago de agua, lavó el vaso y se dirigió escaleras arriba hacia su habitación.

Una vez dentro, comenzó a desnudarse. Se retiró de su camisa y los pantalones de tela, quedando únicamente en panties —últimamente le agradaba mucho la idea de usar esa ropa interior— y calcetines. Dio vueltas por la habitación buscando su toalla, golpeándose mentalmente al recordar que la había metido a la lavadora el día anterior. Bufó y se arrodilló a la cajonera, sacando una limpia y corriendo a la regadera mientras se quitaba las prendas faltantes.

Decir que estaba asustado, apresurado, nervioso y con ganas de vomitar era poco.

Siendo sincero, Louis jamás había tenido una cita.

Es decir, algunos chicos habían conversado con él en plan "coqueteo" pero siempre era en fiestas donde Zayn no lo dejaba solo, en la escuela o incluso cuando debían reunirse a hacer proyectos en casa de algún compañero. Normalmente, solían arrastrarlo lejos de la multitud y hablar a solas, pero nunca lo invitaban a una salida privada.

Al final, eso era un poco ventajoso para el ojiazul. Las pláticas a solas terminaban en silencios incomodos y sonrisas amables para apaciguar el ambiente. No quería imaginarse en que tan embarazoso sería vivir lo mismo en una cita privada con alguno de esos chicos.

No es porque no le agradaran, eran lindos y amables, pero... les faltaba algo a todos. Es decir, no es como si jamás le hubiera gustado otro alfa, pero Harry... Harry era diferente. Diferente a todos. Y tenía eso que les faltaba a todos.

No sabía si era su profesionalismo, amabilidad y sonrisa con hoyuelos que le emanaba confianza; o sus manos grandes, trajes a medida, lo afilada de su barbilla y lo grave de su voz que le flaqueaba las piernas. Cada que lo miraba a los ojos sentía que tenía todo lo que deseaba, y podía admitir que le derretía por dentro cuando lo atrapaba mirándolo en secreto.

También debía admitir que no era su intención morderse el labio, sonrojarse y correrse el fleco de la frente, pero sabía que aquellos gestos terminaban por sacarle un suspiro. Y él vivía por esos suspiros. Vivía por esos ojos escudriñándolo y la emoción que concebía el hecho de tener una cita con él.

Cuando terminó de bañarse, se enrolló en la toalla y caminó descalzo a su armario. Se plantó delante de él, pensando en que sería adecuado llevar cuando vas a un café, con un hombre que siempre va en trajes y con los nervios a flor de piel. No tenía idea sobre que vestir, pero si tenía clara una cosa: debía verse muy lindo.

Así que, en lugar de perder el tiempo pensando en que ponerse, se dirigió al tocador y se sentó en el pequeño banco, tomando el cepillo para desenredar los cabellos lacios y castaños. Tomó una crema corporal con olor a vainilla, y la esparció por todo su cuerpo, ronroneando en su interior por lo suave y por lo bien que olía.

El urólogo || L.S. (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora