- Su mirada se clava en mis sueños cada noche, cada madrugada que cierro los ojos. Ella era el fuego que podía descongelar cualquier iceberg, en cambio yo era hielo. Su llama era tan viva que ella sola tuvo la capacidad de derretir toda la nieve que me creaba. Era la chica que desprendía fogonazos cálidos, la que hacía sin ningún esfuerzo que yo me convirtiese en un lanzallamas. No tuve límites. Transformé ese fuego en hielo, dando la vuelta a todo. Tuvo el valor y la fuerza para escapar de mí con la mayor frialdad. Mientras ella se iba, mi llama se fue apagando dejándome helado.
- Edén... - dejo de mirarme las manos para centrarme en lo que me quiere decir. - Seguimos sin avanzar. Tienes que seguir con tu vida, tus metas, tus deseos.
- Solo tengo un deseo, que ella vuelva.
Su desesperación por intentar que en mi cabeza entre la idea de que ella ya no forma parte de mi vida era notable. El señor Efrén era constante con la idea de que saliera Samanta de mi mente.
- Chico... -su voz se tensa - Han pasado dos años ya.
- No me importa.
- Edén céntrate en otras cosas. Tienes suerte de que ya no estés encerrado en un centro para personas con problemas mentales ¿Quieres volver a recaer? ¿Ahora? Han encontrado para tí una solución.
Dió con la clave de esta obsesión. Han encontrado una solución para mí. Llevaré una vida normal después de tantos años. Podré sentirme tranquilo sabiendo que no llegaré a dañar a nadie. Tendré la oportunidad de hacerla feliz y que no me tenga miedo. Mis demonios se irán de una vez por todas sin causar dolores de cabeza a todo aquel que se me acerque. Sin esconderme. Sin ser alguien que no soy.
- Lo sé. Podré hacerla feliz- digo con una sonrisa en la cara.
- Bien- Se pasa la mano por su perilla. - Te pondré en una situación ¿Y si ella vuelve pero tiene a alguien que le hace bien, que la quiere y ella a él?
Esa idea me pone tenso en cuestión de segundos. Todo mi ser se enciende al pensarlo.
- Entienda esto: Nadie, ni siquiera el mejor hombre del mundo podrá quererla y amarla como lo hago yo. Además ella nunca amará a alguien como me ama a mí. Fui su primer amor y seré el último.
Incapaz de quitarme a Samanta de la cabeza, se levanta y rodea su roble mesa de despacho hasta llegar a mi posición. Se inclina hacia delante y coloca su mano en mi hombro, lo que me hace tener un autoreflejo y apartarsela. Él se queda confuso por mi reacción pero no dice nada. Me observa dubitativo, pegando toquecitos con la yema de su dedo indice en sus finos labios.
- Edén, ¿te ves capacitado para volver a tu casa, volver a ser libre y llevar una vida tranquila?
Después de tanto tiempo entre cuatro paredes sintiéndome encarcelado y acostumbrado a la soledad propia, me cuesta asimilar que volveré a la realidad. Pero mi respuesta es concisa y firme.
-Si.
- ¿Cómo te sentiste con todas las pruebas?
- Igual que una rata de laboratorio- sonrio con picardía. - No estuvo tan mal supongo.
El vuelve a su asiento y escribe sobre un papel donde solo tiene que rellenar algunos cuadrados en blanco. En un intento de fisgonear lo que escribe me percato de que esa hoja es mi alta médica. El corazón me da un vuelco al saber que podré volver a mi vida, mi carrera abandonada y tener a mis seres queridos cerca.
Tras rellenar la hoja me la entrega con cuidado sin antes decirme:- Has mejorado mucho y tienes lo que todo enfermo querría, obtener la medicación adecuada. No te lo pongas todo tan díficil.
Quiero decirle que todo lo que me dice me resulta una gilipollez, pero en este momento mi libertad depende de ese hombre canoso que está sentando frente a mí.