<<Edén, para, no sigas. Suéltale el cuello. Tranquilo>> esas palabras se repiten en mi cabeza unidas a la voz de Samanta. Su dulce tono se impregna en mi subconsciente. Me la imagino agarrando mi brazo mientras me tranquiliza para soltar a aquella desleal zorra, la que consideraba mi amiga. Pero ella no está, yo sigo estando solo, sin nadie que me detenga estrangular a Lilly. La miro fijamente, sus ojos casi se salen de las cuencas y en ellos hay una súplica notable. Con seguridad sé que Lilly no está arrepentida de mi "secuestro", solo suplica por su vida.
-¡Lárgate y no aparezcas por mi vista!-le digo muy cerca a la vez que la dejo escapar de mi agarre.
Ésta lleva sus manos a su garganta, haciendo notar la molestia sobre la zona. Asustada sale por la puerta como un rayo fugaz, sin que pueda verla ni siquiera marchar. Cuando estoy completamente en soledad pego un grito y un puñetazo a la pared de granito. Mi mano queda encajada en los pequeños gránulos, lo que me hace sentir un dolor, pero esa sensación me hace relajarme de inmediato. Aunque la mano me queda destrozada, dejo caer mi cuerpo sobre el sillón en el que estaba atado momentos antes y pienso en todo lo sucedido; la noche apasionada con Samanta, el rechazo de ella y el "secuestro" de Lilly. Rememorar todo aquello me hace preguntarme qué está pasando en mi vida, cómo ha cambiado tanto. Cada día desde mi salida del centro psiquiátrico ha sido aún peor que estar entre aquellas cuatro paredes, me esperaba otra cosa en el mundo real, algo que no fuese tan devastador como el compromiso de Samanta o saber que mi mejor amiga estaba tan enamorada de mí hasta el punto de volverse loca.
-El karma existe, me está devolviendo todo lo que un día hice-me digo a mí mismo.
Inquieto me remuevo en el asiento, me levanto y camino por el piso. Estoy tan jodido en estos momentos que necesito salir para no ahogarme con la angustia. Por ello, cojo las llaves del coche y algo de dinero, salgo por la puerta y empiezo a conducir sin rumbo. Eso se ha convertido en un pasatiempo, conducir sin saber dónde ir. Estar en carretera me despeja la mente, gracias a la música y mi atención al volante no me obligo a pensar en otra cosa. A veces aparece Samanta en mi cabeza, su desnudez y como lo hacíamos, la ansias de comernos que teníamos. Por desgracia después aparece el arrepentimiento por su parte, su boda y su futuro marido.
El móvil comienza a sonar, pongo el "manos libres" para contestar la llamada.
-¿Estás despierto?-preguntan al otro lado.
Doy un suspiro por la desesperación que me provoca las preguntas absurdas de Zac.
-Si no lo estuviese, no te habría cogido el puto teléfono.
-También es verdad-espeta él mientras deja sonar una risa.- ¿Dónde andas? Te has ido de la fiesta y no supe nada de ti. Me dejaste con aquellas dos chicas, las que por cierto tuve que dejarlas en casa.
Doy un volantanzo al ver como un subnormal se intenta meter en mi carril cuando va en dirección contraria.
-Me fui a casa, estaba aburrido-miento.
-¿A qué casa?
Cuando Zac se pone como un interrogador de la policía me estresa. Él sabe perfectamente como soy con mis intimidades, con mi vida personal, no me agrada que nadie sepa nada de mí. Incluso me costó la vida explicarles a él y a Logan sobre mi enfermedad, y eso que eran mis mejores amigos.
-A mi piso, tío-contesté bruscamente.-Me estás interrogando, ¿lo sabes?
-Lo siento, tío. Estaba preocupado por ti. Te vas sin decir nada, sin explicaciones, sabiendo que Samanta andaba por allí...No sé, tío. Creía que había pasado algo.