-Podéis iros, estoy bien-dice la chica a sus padres un poco agitada.
Contemplo su forma de expresar sus emociones, sin filtro ninguno, mostrando cada pensamiento fugaz que pasa por su cabeza.
-¡No tienes coche!-exclama su madre, desesperada.
Ella, con su increíble desparpajo, me mira y sonríe de forma maliciosa.
-No tengo coche pero ese chico de ahí me llevará a tomar un buen desayuno-informa alzando las voz mientras posa su mirada en mí.
Le hago un gesto de aprobación a sus padres pero cuando estos apartan la vista para volverla a su hija le manifiesto mi incredulidad con un toque pícaro.
-Déjala, es mayorcita para hacer lo que crea-dice Gustavo llevándose a su mujer a tirones.- Cuídala o la siguiente vez no seré tan amable- asiento con una sonrisa en los labios.
Nada más oigo la puerta cerrarse me paseo por la habitación sin quitarle los ojos de encima a esa desesperante pero irresistible chica. Alejado, doy una vuelta a su alrededor en un intento de intimidarla y parecer llevar el control de toda la situación.
-Momentos antes te negabas a cualquier posibilidad de tener una cita conmigo y ahora... ¡Mírala! Quiere un buen desayuno en mi compañía.
Coge su pequeña mochila y la pone a su espalda sin decir ni mostrar ningún tipo de gesto a mi comentario.
-¿Quién ha dicho que vas a estar acompañándome en el desayuno?-rechista ella.
Es ágil mentalmente, tanto como yo, o incluso más. Sus contestaciones son eficaces y te dejan sin nada que responder a tal corte.
-Me llamo Edén-digo antes de que suelte cualquier otra cosa por la boca.
Pasa por mi lado sin hacer caso a mi pronunciamiento.
-No me importa tu nombre sino tu coche-espeta al salir de la habitación.
La sigo hasta los ascensores.
-Niña, es de mala educación no presentarse-bromeo.-Con lo unido que estamos después del suceso tan trágico sufrido-me llevo la mano al corazón haciendo una mueca de dolor.
Veo como ahoga una sonrisa, lo que me hace saber que le parezco gracioso.
-Eres imbécil.
-Sí, ya he escuchado eso en otras bocas-afirmo sin cortarme un pelo.
Un silencio se hace al entrar en el ascensor. En ese justo instante vuelvo a darme el gusto de mirarla exhaustivamente. Su pelo castaño con ondas a cada lado de su cara, rozando sus mejillas enrojecidas; Su fina y pequeña nariz con alguna peca pintada; sus labios bien perfilados y con bastante pigmentación en ellos, pareciera que los tiene pintados con algún tipo de carmín; y sus ojos, tan idénticos a los de Samanta, verdes pardos, tan felinos e intensos.
-Deja de mirarme así, veo como tu pene se hincha por cada pensamiento sucio que tienes al mirarme.
Se crea en mi rostro una risa, apareciendo mi dentadura.
-Pero niña, a mi no se me hincha nada al verte, bueno sí, las pelotas de lo insoportable que eres.
Una mirada amenazadora se clava en mí y vuelvo a sonreír al sentirme tan <<yo>> en este juego del perro y el gato.
-¿Puedes parar de llamarme niña?
-No me dices tu nombre, ¿cómo quieres que te llame?-salgo del ascensor al abrirse la puerta, adelantándola y alejándome de ella para así dejarla con la palabra en la boca.