En este momento tengo sentimientos encontrados; por una parte dentro de mí seguía culpado a esas personas por mi pasado, por otra estoy totalmente decepcionado conmigo por no poder superar del todo los años anteriores. No comprendo por qué sigo teniendo el arma en mano contra estas personas, las únicas preocupadas por mí desde que puse un pié en la vida. Me encantaría decirles a mis demonios que se tranquilicen, que paren, que me dejen ser una persona normal ahora.
-No pienso mantener a mi hijo cerca de él- dice mi hermana levantándose de la mesa para después coger a su hijo en brazos con intención de marcharse.
Trato de acercarme a ella pero se aleja, rechazando mi aproximación.
Clara...- mi voz es un susurro.-Estoy bien, ya sí.
Con desconfianza sigue recogiendo sus pertenencias, sin apartar la mirada de su hijo con preocupación. Mi vista pasa de ella a mi padre, al que le pido ayuda para que pare a mi hermana que está nerviosa, tanto que casi cae el chupete del niño al suelo, pero lo cojo rápidamente y se lo devuelvo. El pequeño ser me mira con gracia, tiene una sonrisa hermosa y sus ojos claros se parecen a los de Clara.
-¿Cómo se llama?-pregunto sin dejar de mirar al bebé.
-Ares- contesta secamente.
Le sonrío a Ares y este me devuelve la sonrisa. Con cuidado aproximo mi mano a los gorditos mofletes del pequeño y los rozo suavemente. El pequeño hace algo asombroso lo que me deja ensimismado por unos segundos; sube sus manos en mi dirección, con ansias de que su tío lo coja en brazos. Miro a mi hermana, suplicándole que me deje cogerlo. Dentro de ella se puede ver la lucha interna, pero finalmente decide darme la oportunidad de tener al niño entre mis brazos. Al principio me da terror de poder caerlo pero poco a poco me voy acomodando a él y él a mí. Ares pasa sus pequeñas manos por mi barba y ríe, mientras no puedo dejar de mirarle sus bonitos ojos azules. Con el rabillo del ojo puedo ver como mi hermana se vuelve a sentar en su asiento y nos mira con tristeza.
-Lo siento por todo- espeto a todos los presentes sin dejar de mirar a mi sobrino.
-Dime que no le volverás a hacer daño- manifiesta Clara en tono de orden.
-Lo juro-contesto sincero-no volveré a haceros daño.
En un toque me recuesto en el asiento del restaurante con el niño sobre mis piernas, el que juega sin parar con mi cadena donde tengo la llave de la cerradura colocada.
-Toma- me quito la cadena y se la entrego al niño- yo no la necesito ya.
Mi padre me pasa la mano por el hombro y quiero hacer el intento de apartarme de su cercanía pero me obligo a no hacerlo, quiero reconstruir a la familia, me niego de nuevo a sentirme solo y alejar a las personas de mi vida. Eso mismo me hace pensar en Samanta, la dejé en casa sola, semidesnuda y sin ninguna explicación. En estos momentos debe estar encerrada en su habitación pensando en lo gilipollas que soy.
-Yo tengo que irme- es la primera vez desde que volví que escucho hablar a Ian- he quedado y yo en este tema no quiero entrar.
-Estamos solucionando las cosas- ahora habla Clara.- Es tu hermano.
Ian sonríe de forma demoniaca, lo que me hace percibir que esconde algo. En realidad siempre tuve esa sensación de él, siempre era muy oscuro y seguía siéndolo. Era muy parecido a mí, pero su oscuridad multiplicaba a la mía.
-No, tú sabes que no- afirma con altanería y se marcha.
Sólo puedo preguntarme por qué reniega de ser mi hermano, como es capaz de negarme. Sé que nunca hemos estado muy unidos, jamás, pero que reniegue de mí..., eso es asqueroso. Lo único en lo que pienso es en preguntar pero prefiero no echar todo lo conseguido por tierra, necesito recuperar a los míos y tenerlos cerca. Las cosas con Ian se solucionaran más tarde o más temprano.