La mesa está puesta de gala como si fuesen a comer gente importante en ella, políticos o incluso reyes. Todos se comportan educadamente unos con otros para causar buena impresión a Lilly. La situación era comprometida. El señor García notaba cierta desconfianza hacia su hija, es comprensible, Samanta no hace otra cosa que mirar a Lilly con cara de pocos amigos. Eso hace sonar las alarmas a todos los presentes de la mesa, excepto a Carlos, el capullo de su novio que no tiene idea de cómo se siente su futura mujer.
-Gracias por invitarme a cenar- comenta Lilly delante de todos. Su actuación es impecable.
-No me des las gracias, quería que estuvieras aquí- la intento mirar con deseo.
Samanta se levanta de la mesa haciéndose notar, todas las miradas están fijas en ella. Se avergüenza de que la estemos observando. Ella siempre con esa bonita personalidad de querer ser invisible para todos, aunque con su belleza es imposible.
-Lo siento- se muerde su labio inferior, lo que hace que quiera levantarme del asiento y comérmela a besos.- Yo ya he terminado y estoy cansada, si no os importa me iré a la cama.
-¿Quieres que vaya contigo?- el perrito faldero se preocupa.
-No hace falta, estoy solo cansada- le da un beso en los labios y aprieto el puño. Aparto la mirada lo más rápido que puedo.
Con el rabillo del ojo observo como coge el plato de comida, el que está casi entero, y el vaso de agua vacío. Me miro el antebrazo, recordando que nosotros tenemos algo en común en el cuerpo, lo que no se podía quitar tan fácilmente y sería para toda la vida. Me transporto hasta aquel día en la clínica donde Miguel, el tatuador de la familia, nos hizo el mismo boceto para los dos y nos lo impregno a mí en el antebrazo y a ella en la muñeca. Recorro con la mirada sus brazos hasta llegar a las muñecas y no veo rastro del tatuaje. Una la tiene libre y ahí solo hay piel sin nada de tinta, en la otra tiene un brazalete ¿Se lo esconderá? Si es así, ¿por qué lo hace? Mi cabeza sigue recordando ese día. Ella siendo valiente para sorprenderme y desde el asiento mirando mis ojos, mostrando tanto sentimiento.
-¿Estás bien cariño?- la chica de pelo moreno me hace volver al presente.
Todos me miran, incluida Samanta que sigue junto a nosotros con los cubiertos usados en las manos.
-Sí, estoy bien.
-Le ha llamado cariño- dice mi madre por lo bajo al señor García.
Yo ni siquiera me había dado cuenta. Estoy tan sumido en el pasado que no estoy viendo el presente. Tengo a una chica guapa tratando de ayudarme y haciendo lo posible para que esté bien y yo solo tengo la mirada fija en algo imposible.
-¿Me has llamado cariño?- le pregunto.
-Sí ¿Voy muy rápido?-no sé si esto sigue siendo parte de la actuación o la realidad. Todo se está descontrolando.
-No, bueno, somos novios, ¿no?- yo no estoy en serio con esto. La razón de seguirle la jugada es para que Samanta explote de celos.
Lilly se sonroja y poco a poco se va a acercando a mí. En este momento estoy tan desorientado que no sé si debo dejarla hacer lo que piensa o quitarme de toda esta situación y esconderme en mi habitación. Pero no lo hago, me quedo allí plasmado y dejo que Lilly me bese delante de todos. No puedo decir que es un beso que deseo, pero después de tanto tiempo sin una pizca de cariño me siento bien. Me gusta que me bese Lilly aunque después Samanta aparece en mi cabeza y sé que está ahí mirando y corto el momento romántico. Mi mirada tras el beso va directa a mi estúpida. He dicho MI estúpida porque sigue siendo mía. Sus ojos transmitían tristeza, incluso en ellos había odio. Esa mirada fue la misma cuando Mirella vino por primera vez a casa y se hizo muy amiga mía o la primera vez que conoció a la propia Llilly. Yo sé lo que quiere decir esa mirada, hasta el señor García y mi madre se dan cuenta de los celos de Samanta. Todos menos el gilipollas de Carlos.