La noche anterior.
Verla delante de mí tan bonita como siempre, desmaquillada dejando ver su rostro inocente, ese que tanto le caracterizaba y que me volvía loco, y recordar sus mofletes sonrosados por la situación, aquella que se había creado entre los dos, y sus labios entreabiertos por donde el aire entraba y salía ya que su respiración estaba acelerada, me había afectado más de lo que había creído. Volver a la noche anterior me está afectando mucho más de lo pensado. Saber que la tuve toda la noche al lado izquierdo de su cama sólo con un pijama, el mismo que siempre llevaba de margaritas, me agita la sangre. El silencio se apoderó de cada rincón de aquella habitación, nuestras miradas hablaban, más bien gritaban, deseando que alguno de los dos hiciese algo al respecto. Pero ninguno se atrevió. Sólo me preocupaba por observar sus movimientos, poner mis ojos en su persona desde que se fue al baño a desmaquillarse y cambiarse hasta tumbarse en la cama, con un aspecto cansado y avergonzado por lo ocurrido con aquel gilipollas.
-¿Estás bien?-le pregunté a los pies de su cama.
Se sentó abrazando sus rodillas con los brazos.
-Sí-contestó y me tranquilizó. Lo que menos quería era que ella estuviese mal.
-Bien...-no supe que más decir, lo único que se me ocurrió era salir de allí ya que su mirada solo me hacía sentirme débil- Me voy a mi habitación, será mejor que descanses.
Quise dar media vuelta e irme pero Samanta hizo que mis planes cambiaran de rumbo, siempre conseguía que mis ideas rotaran a su beneficio.
-No, Edén- suplicó en un tono frágil.- Quédate esta noche conmigo, por favor- parecía tan rota, tan delicada, tan ella...
No salí de la habitación aunque sabía que debía hacerlo, ya que Samanta era un cuchillo de doble filo para mí. Estaba seguro que aquello no saldría bien, o al menos a mí me iba a damnificar de una manera u otra, estaba totalmente convencido. Pero me di una oportunidad, convenciéndome de que no pasaría nada entre ella y yo, y me tumbé a su lado sin apartar la vista ni un segundo del techo. De nuevo una ola de silencio apareció, el que no era incómodo, pero recreaba un sentimiento de nostalgia, los dos lo experimentábamos.
-Si te sientes raro...-comenzó a decir con rostro angelical.
-No-la corté.-Estoy bien- necesitaba decirle la realidad, mis sentimientos y todo lo que conllevaban ellos-Samanta, siempre que me necesites estaré para ti, quiero que lo sepas.
Aunque la odiaba por su abandono, también la amaba y ese amor era mucho más fuerte que el odio. La abalanza se tornaba siempre a la parte positiva, al menos con ella. Mi amor por ella llega a límites insospechados, no hay ni palabras para explicarlo.
-Tú novia puede enfadarse- espetó, consiguiendo un ambiente un poco más incómodo.
-La he dejado, así que...-solté sin pensar las consecuencias que atraerían aquellas palabras.
Su rostro aniñado se tornó a uno más serio, como si necesitase respuestas a las preguntas que su cabeza se hacía. En ese momento estaba consiguiendo de nuevo ver dentro de ella, leer cada uno de sus pensamientos y examinar un poco más sus sentimientos.
-Haz tres preguntas y las contestaré-dije con voz ronca y seca.
-¿Sólo tres?-replicó.
-Sí, son más que suficientes.
Puso su dedo índice debajo de su labio haciendo una mueca, mostrando que estaba pensando y formulando bien sus preguntas. No tardo mucho más de un minuto en preguntar: