La incomodidad inunda cada esquina interna del vehículo por el que nos trasladamos hacia el hospital. Las miradas no se atreven a cruzarse, la suya está inmersa en el camino mientras la mía se preocupa en mantenerse lejos de ella. Cada segundo pasa pero parece como si no nos moviésemos del sitio, como si dicho recinto estuviese mucho más alejado de lo que creía. La circunstancias me hacen removerme estresado en el asiento del copiloto. En esta situación me siento indefenso, cosa que me desagrada por completo.
-¿Te duele?-pregunta quitando la mirada un segundo de la carretera para centrarse en mí.
Niego con la cabeza.
-No, he pasado por cosas peores que esta mierda-digo con una sonrisa a la vez que me señalo la zona herida.
Su gesto pasa a uno más serio y al repasar mis palabras puedo llegar a entender el por qué de su cambio. Sé que aún se siente culpable por dejarme en aquella clínica, pero ahora entiendo porque hizo aquello. Yo era como un drogadicto y ella la droga, tenía la obligación de ayudarme alejándose y encerrándome en algún lugar seguro.
-¿Sigues sintiéndote culpable por aquello?-pregunto haciéndole parar el coche en seco.
Posiciona el vehículo a un lado de la carretera y pone los intermitentes.
-A veces sí, Edén.
Esa mirada sincera me hace tener mucha más empatía por ella. Tal vez en algunas ocasiones sus reacciones ante mi enfermedad no fueron acertadas, pero mirándolo desde otro punto, ella nunca tuvo que lidiar con alguien como yo e intentó hacer lo posible por ayudarme a su manera.
-Me quisiste tal y como era, me intentaste ayudar y me cuidaste...Samanta, hiciste mucho más de lo que pudiste-me sincero. Cojo un mechón de un lado de su cara y lo acaricio con mis dedos. Luego lo libero de entre mis dedos para evitar crear una situación más intima de la que estamos construyendo. Mi corto contacto hace efecto en Samanta, lo sé, tengo la capacidad de saber cómo se siente al respecto, lo ágil que soy para crearle sensaciones y sentimiento.
-No me hagas esto de nuevo, por favor.
Sus ojos están cerrados y bien apretados, igual que si quisiese despertar de una pesadilla. En su intento de librarse de los sentimientos encontrados que tiene en este momento, arranca el coche y vuelve a la carretera.
-Samanta, solo quiero que...
-¡Para, Edén!-suplica en un grito.
Me obligo a callar mi boca, no dejar que salga ni siquiera el aire. Dejo pasar el tiempo para calmar el ambiente y llegar al hospital lo antes posible para deshacerme de este mal trago por el que estamos pasando ambos.
Por fin, tras unos diez minutos de inquietud, paramos el coche en el parking subterráneo del recinto. Bajamos en silencio y nos subimos al ascensor de igual forma, cada uno mirando a un lado sin mediar ni una sola palabra. Cuando llegamos a la primera planta Samanta se sienta en la sala de espera mientras yo doy mis datos a la recepcionista para que pase nota de mi suceso, en el que miento por completo.
-Entonces usted está diciendo que esa herida es de un tropiezo con el monopatín.
Suspiro desesperado por dar tantas explicaciones.
-Sí, hago skate profesional.
La mujer con gafas de culo de botella se queda pensativa ante mi respuesta pero deja de hacer más pregunta y pasa el parte al médico que va a observarme.
-Ahora mismo lo llamaran para ponerte los puntos de sutura.
-Bien...
La mujer mayor espera algún agradecimiento por mi parte pero eso no va a llegar. Aunque Locked ya no esté en mi vida sigo siendo el mismo gilipollas de siempre.