I. El encuentro.

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<< Ojos, mirad por última vez.

      Brazos, dad vuestro último abrazo.

      Y vosotros, labios, puertas del aliento,

      sellad con legítimo beso,

     una confesión sin término a la muerte rapaz.>>

 

Releí esa frase por cuarta vez. No soy capaz de recordar cuántas veces me he leído ese libro, ¿quizá siete? ¿Diez?. Romeo y Julieta siempre será una de mis obras favoritas, aunque termine en  tragedia.

Alzo la vista del papel y cierro la tapa del libro. Llevo aquí desde las 5 de la tarde, y ya casi ha anochecido. Trabajo en esta tienda desde...el lunes, para ser más exactos. Y si normalmente aquí no aparece ni un alma, un viernes raro que cambie.

La librería en la que trabajo es algo modesta, pero personalmente es preciosa. Ese toque retro y vintage sería apreciado en ciudades como Londres, pero los jóvenes de mi ciudad prefieren emborracharse en naves abandonadas antes que leer un libro. Pero claro, yo soy la excepción.

-Alice, ¿hay más clientes a los que atender?-Oí a la señora Bennington preguntar desde su despacho en la trastienda.

Repasé la tienda con la mirada, y, al fondo a la izquierda, había una figura negra con una capucha sobre la cabeza observando las miles de filas de libros. La figura giró la cabeza, y me encontré con unos ojos negros mirándome fijamente.

-Eh..esto...-no conseguía apartar esa mirada, ya que el hecho de apartar la mía me intimidaba, pero aún así giré la cabeza hacia la puerta de su despacho, no soportaba aguantar el contacto visual.-Sí. Hay un...chico, mirando unos cuantos libros. 

La puerta del despacho se abrió, y en el umbral apareció la señora Bennington. Era bajita y rechoncha, con su media melena ondulada descansando sobre los hombros. Llevaba unas gafas de pasta negra colgada al cuello, y tenía una expresión cansada.

-¿Qué chico?-Pregunto suspicaz.

-Pues...espera..-Al volver para buscar su vista, el chico había desaparecido. Como si de un fantasma se tratase.-estaba aquí hace un segundo.

-Tantas horas encerrada aquí te han provocado incluso alucinaciones. Vamos, ve saliendo, yo me encargo de cerrar. 

-Pero juraría...

-Vamos vamos.-Tras la insistencia de la señora Bennington en que el chico no existía, accedí y después de recoger mis cosas, salí despidiéndome con la mano de mi jefa.

Juraría que no había imaginado a esa figura. ¿Cómo olvidar esos ojos? Moví mi cabeza a un lado y al otro, disipando la idea.  Era ya casi noche cerrada, y estaba deseando irme a casa.  

                                                      *****

Me conducía con paso ligero hacia mi casa. Mis padres ya deberán estar preocupados -aunque saben que trabajo hasta esa hora después de clase- y tampoco me agrada mucho la idea de caminar a solas por estas calles tan oscuras.

Cogí mi móvil para revisar las redes sociales y que se me hiciese más ameno el camino, cuando un grito me sobresaltó e hizo que se cayese al suelo. Recogí mi móvil y miré a mi alrededor pero no veía a nada ni a nadie por ninguna parte.

Pero otra vez. Otro grito.

Una persona sensata se hubiera marchado lo más rápido que hubiera podido del lugar. Y eso es lo que debería hacer. Pero mi cerebro, al parecer, pensaba otra cosa diferente a mis piernas, que se encaminaban hacia el lugar de donde procedían los gritos. Estúpida de mi, ¿qué me voy a pensar que me voy a encontrar? Seguramente serían dos chicos peleando, puesto que eran gritos masculinos, y lo último que querrán ver será a una chica entrometiéndose en sus peleas, pero mis piernas ignoraban mi subconsciente.

Giré tres callejones más a la derecha, y el panorama que me encontré era el que me imaginaba. Pero, sólo con una diferencia. Uno de los chicos era la figura que hasta hace unos momentos había jurado ver en la librería. El otro, estaba en el suelo, con el tronco alzado gracias a que sus codos estaban apoyados en el suelo, ayudándolo a verle a la figura y ahora, a mí. 

Ambos llevaron la mirada hacia mi dirección, y pude ver bien a la figura, que ahora no llevaba la capucha puesta.

Tenía el pelo negro como el cielo en las noches de tormenta, piel blanquísima, y esos ojos tan penetrantes que me habían mirado en la tienda, como hacían ahora mismo.

El chico de ojos penetrantes se irguió, ignorando al que estaba en el suelo. Le escupió unas palabras que no logré percibir desde la distancia, y comenzó a caminar hacia mi, así que me temía lo peor.

Se colocó frente a mí. Me sacaba una cabeza -aunque yo no soy muy alta, así que no lo encuentro difícil que lo haga- y me miró fijamente a los ojos. Desde aquí podía percibir que sus ojos eran de color verde azulado, o de un azul grisáceo, no negros como me pareció ver la primera vez. Su mirada transmitía algo que no podía captar con seguridad, ¿superioridad? ¿Miedo? ¿Pero miedo de quién?  Las comisuras de sus labios estaban tensas, pero se relajaron para regalarme una sonrisa tétrica que me dejó helada.

Nota: Este es el capítulo 1. Si os ha gustado, por favor, comentadme lo por twitter o por aquí. Muchas gracias por leer ♥

Sweet DespairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora