XI. Noticias.

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A los diez minutos siguientes, escuché las ruedas de un coche sobre el asfalto. Me levanté del sofá como un resorte y miré por la ventana. Era el BMW i8 de Christopher aparcando rápidamente frente a casa y segundos después sonó el timbre.

Al abrir la puerta, me encontré con un Christopher jadeante que se abalanzó sobre mi. Puso sus manos en mis mejillas y me alzó el rostro, observándolo detenidamente. Luego su atención fue para el resto de mi cuerpo, que lo miraba con una pizca de terror y de alivio.

-¿Te encuentras bien? ¿Qué te ha pasado? ¿Ha entrado alguien? ¿Te atacó?-Todas esas preguntas salían atropelladamente de sus labios, sin dejarme si quiera tiempo para responderlas. Puse mis manos sobre sus hombros y lo miré a los ojos para que se callara.

-Christopher, tranquilo, estoy bien.-Su expresión antes tensa por el miedo, se relajó al oír mis palabras y me miró de una manera que nunca había hecho antes.

Posó rápidamente sus labios sobre los míos y me estrechó entre sus brazos. Fue rápido pero fue un beso. El simple hecho de que me hubiera besado hizo que me quedase unos segundos paralizada, pero no me desagradó en absoluto, cosa que me desconcertaba.

-Me alegro muchísimo de que estés bien. Pensé que...

Nunca llegué a saber que fue lo que Christopher pensó que me había pasado. Después de abrazarme, inspeccionó la casa centímetro a centímetro y me hizo varias preguntas tipo "¿Viste quién fue?" "¿Qué ocurrió?" Y cosas varias. Nunca había visto a Christopher tan preocupado. Alguna parte de mi me gritaba con desesperación que Christopher sabía algo, que podría correr peligro si seguía al lado de ese chico, pero mi cerebro acallaba esos pensamientos. No sé muy bien por qué, pero quería confiar en Christopher. Algo lo necesitaba con desesperación, pero ¿y no debería ignorar esa parte de mi que gritaba que tuviera cuidado? No quería pensar que Christopher era malo, o que podía estar involucrado con quién quiera que fuera que vino a mi casa a hacer vete tú a saber el qué. Me negaba a aceptarlo. 

Esa noche Christopher se quedó a dormir en mi casa. Decía que tenía miedo de que ese tipo volviera y yo estuviera sola, por lo que no me negué. Él insistía en que podía dormir en el sofá, pero por alguna razón quería estar lo más cerca posible de él, así que durmió en mi cama.

                                                                            ***

Un peso muerto cayó sobre mi, haciendo que me despertase de golpe. Por un momento estaba totalmente perdida y no veía absolutamente nada, pero poco a poco mi vista se iba aclarando. Estaba sentada en mi cama, con la persiana levantada y Leo echado en mi regazo. Busqué por toda la habitación a Christopher, pero no estaba allí. ¿Se habría ido en mitad de la noche?

Me levanté y bajé los escalones arrastrando los pies hasta la cocina. Aún eran las seis y cuarto de la mañana, y las clases empezaban a las ocho, pero mi cuerpo se negaba a seguir durmiendo. Perdí la esperanza de queChristopher siguiera en casa cuando al acercarme a la ventana lo único que encontré fueron las marcas de ruedas en el asfalto, pero ni rastro de su coche.

Me senté en la encimera de la cocina con un croissant relleno de chocolate en la mano, e intenté rememorar los echos de esa noche. Una sombra extraña aparecía en mi casa y Christopher llegó en el menor tiempo posible a mi casa en cuanto le llamé. Bien, hay dos cosas que no me cuadraban en la historia. Una era obviamente qué hacia ese tipo en mi casa y qué quería, y la otra...era por qué mi subconsciente me repetía y me gritaba desesperadamente que Christopher sabía algo. 

Decidí que debía de darme una ducha, ya que mi estómago se negaba a tragarse ese bollo y mi cabeza estaba abarrotada de ideas espeluznantes. Una ducha al menos calmaría mis pensamientos, así que después de darle el dulce a Leo me fui directa al baño.

Sweet DespairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora