XVII. Contacto.

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Los labios de Christopher estaban fríos a causa del agua helada que caía sobre nuestras cabezas, pero por loco que parezca estaban sorprendentemente dulces. Mis manos temblaban, pero no sabría decir si se debía al frío a la adrenalina que recorría cada poro de mi piel. Con movimientos indecisos me aferré a su camisa a la vez que los dedos de Michael se introducían en mi pelo, en una búsqueda de algo que no encontraría. 

Sentía el corazón bombeando con fuerza, y la cabeza me daba vueltas, pero no estaba muy por la labor de parar en ese preciso momento. Las manos de Christopher  por fin dejaron mi pelo y bajaron a mis muñecas, quitándolas de su pecho. A causa de ese gesto me aparté confusa, ¿había acabado aquí?

-Me está encantando esto pero, ¿no sería mejor ir a dentro? Desde luego estás bastante sexy con la camiseta mojada, pero no quiero quiero que te constipes.-Dijo con un movimiento de cabeza que señalaba a mi espalda. 

Giré la cabeza y entrecerrando los ojos divisé a unos metros la cabaña en la que Christopher me contó en su momento que padecía amnesia. Le volví a mirar a los ojos y mi única respuesta fue una sonrisa de oreja a oreja, que supuse que interpretó como un sí cuando, aún con las manos en mis muñecas, las deslizó hasta entrelazar los dedos y prácticamente me arrastró al interior de la cabaña. 

Sorprendentemente dentro no había goteras, y tampoco hacía el frío que pasábamos afuera, -pero a decir verdad, con el calor que tenía en ese momento poco importaba-.Christopher me dejó un momento para encender unas velas para iluminar la estancia, y yo me coloqué a un lado de la entrada para observarla con detenimiento.

La cabaña era pequeña, pero podía vivir una persona sin problemas. A la izquierda se encontraba algo que supuse que sería una cocina improvisada. Tenía un horno de gas, y una pequeña mesa con dos sillas, poco más. A la derecha, una televisión de vete tú a saber el año, un sofá negro con un par de cojines, una mesita de café bastante descolorida, y una estantería con un par de libros. 

Al fondo, se veía un pequeño pasillo que llevaba a una puerta entreabierta donde todo lo que se veía era oscuridad, ¿podría ser un trastero? O...¿un dormitorio? ¿Viviría Christopher aquí? Aunque me parece algo ciertamente imposible teniendo en cuenta el cochazo que tiene. Entonces, ¿esta cabaña es un picadero?

Centré mi atención en Christopher, que estaba de espaldas con las velas. Los músculos de su espalda destacan en su camiseta mojada, y era la primera vez que una espalda me encendía tanto. Mis ojos miraban sin control cada uno de sus movimientos, y cuanto más tiempo pasaba más aumentaban mis ganas de volver a besarle..o algo más. 

Después de un tiempo que pareció una eternidad, Christopher se giró y me miró de arriba a abajo con una sonrisa. Esa sonrisa que me regaló la primera vez que le vi y que ya asocio directamente que su personalidad; pero la que una vez me heló por dentro, ahora calentaba todo mi cuerpo.

En dos largas zancadas se situó delante de mi, y sin darme tiempo a reaccionar apretó sus labios contra los mios con tanta fuerza que parecía que iban a fundirse los unos con los otros en cualquier momento. Lo mismo hizo con nuestros cuerpos, cuando sus manos firmes empujaron mis caderas contra las suyas y mordió mi labio inferior sin miramientos. 

-Joder Alice, no tenía pensado hacer esto pero me descontrolas demasiado.-Susurró entre mis labios. Volvió a llevarme de las muñecas y tiró de mi hacia el pasillo de la habitación sin luz. 

Al entrar pulsó un interruptor que reveló el interior: una habitación sencilla, con las paredes de madera iguales que las de las otras habitaciones, una sóla ventana que filtraba la poca luz que la lluvia permitía a la luna, y los únicos muebles que habían eran una mesita de noche con una lamparita y una cama. Bueno, no debería sorprenderme de esto por la manera en que las cosas han ido llevando.

Sweet DespairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora