IV. Sorpresa, sorpresa.

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Seguí en mi ensoñación intentando averiguar si realmente lo que había visto era una alucinación, cuando un murmullo llegó hasta mis oídos.

-Señorita Lancaster, ¿podría contarnos qué es eso tan interesante en lo que está ensimismada?-Farfulló el señor Williams (mi actual profesor de matemáticas) mientras me miraba con el ceño fruncido.

-Yo...no estaba pensado en nada.-Respondí, evitando contarle que había visto a un chico que supuestamente o no existía o era invisible.

-Ah, ¿no? Entonces...-Dijo mientras se rascaba la barbilla. Nada bueno.-¿No le importaría salir a la pizarra a resolvernos esta preciosa ecuación que os acabo de explicar hace un par de minutos, cierto?-Mierda, lo sabía.

-N-no.-Respondí. Estúpido bigotudo.

-Shhhhhhhhhh.-Susurró Clary, mientras me pasaba una notita por debajo de la mesa. Dios, te amo Clary.

Salí a la pizarra con cuaderno en mano para poder ocultar la notita y empecé a escribir. Después de resolver el ejercicio y dejar al profesor sin poder poner ni una pega más y con una sonrisa triunfal, me senté en mi sitio y continuó con la clase.

                                                      ***

-¿Hoy tienes que trabajar otra vez?-Preguntó Clary enfurruñada.

Ambas íbamos caminando por el paseo que conducía a una calle de tiendas más popular de la ciudad y pronto nos encontraríamos con la librería en donde trabajo. La mayoría de tiendas situadas en este paseo eran de ropa, calzado, etc; por lo que podría encontrarse extraño que la librería se encontrase en ese lugar. Pero dado que la tienda se construyó mucho antes que esta calle se hiciera relativamente famosa -alrededor de los 60 o así- la constructora decidió que se quedase donde estaba, y gracias a donde se encuentra recibe muchos más clientes de lo que pudiera recibir si se encontrase en cualquier otro lado de la ciudad.

-Por supuesto. ¿Me acompañas?

-No puedo.-Respondió de inmediato. Enarqué una ceja.

-¿Por?

-Tengo que ir a la biblioteca a por un libro.

-La palabra Clary y libro en una misma frase es imposible, y lo sabes.-Repuse.

-Ya, pero es que el libro no es para mí.-Dijo guiñándome un ojo.

-Entonces, ¿para quién? ¿Para tu hermano?

-¿Edward? Ese nunca lee. Es para un chico que conocí ayer en el C&C's, ese restaurante nuevo que han puesto. 

-Mm..pues, podrías comprar el libro a la señora Bennington. ¿Sabías que trabajo en una librería, no?

-Ya ya, pero no pienso gastar dinero en un libro...-Paró el paso cuando vio que llegamos a la librería.-Vaya, al final he acabado acompañándote hasta aquí. En fin,-se encogió de hombros.-Luego hablamos, ¡que te sea leve!

Tras despedirnos y verla salir trotando por la calle, entré en la tienda.

La campanita que estaba situada en la puerta para alertar al dependiente que un cliente sonó, y vi como la señora  Bennington despegaba su vista del periódico del día para mirarme con una sonrisa de bienvenida.

Tras saludarla y entregarle unas cartas que me pidió que fuera a recoger de correos antes de llegar a la librería, dejé mi mochila del instituto tras el mostrador y me dispuse a atender a los clientes que decidían llevarse un libro a casa.

Estaba de cuclillas en el suelo charlando con un niño que decía que su madre le había leído ese libro cientos de veces y que le encantaba, y que si había alguno parecido, ya que se había quedado sin cuentos infantiles para que su madre se los leyera antes de irse a dormir, cuando me fijé en una figura oscura que estaba observando los libros de la estantería de la pared de enfrente.

Sweet DespairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora