3.EL REY

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Casa de Sebastián en la foto.

Sebastián y yo entramos a su hogar. Admitía que aquella casa tenía encanto; era el tipo de casa que yo siempre había querido tener. Odiaba la frialdad de los techos altos del castillo, me encantaba la madera, su olor a bosque y su bonito color.

La casa se Sebastián era pulcra y ordenada, plagada con detalles de índole natural. Las flores estaban por todas partes y aquel aroma a bosque simplemente me tenía fascinada.

-Veo que te gusta mi casa-Dijo con una sonrisa de lado.

-Es lo único que me gusta de ti.

-Bueno, me alegro de que te guste; vas a pasar mucho tiempo aquí.

Me giré de golpe y lo miré sorprendida, ¿Por qué había dicho eso? ¿Acaso tenía planeado retenerme allí en contra de mi voluntad?

-¿Por qué dices que voy a estar mucho tiempo aquí?

Sebastián fue hasta la chimenea y comenzó a encenderla para que no hiciera tanto frio. No me había dado cuenta, pero seguía mojada y tenía frío; él se había dado cuenta.

-No evadas mi pregunta...-Le dije con impaciencia.

-No la evado, me ocupo de algo más importante que una simple pregunta que puede ser contestada después; tu salud es más importante.

Cuando terminó de avivar el fuego, comenzó a caminar hasta mí. Yo no le di el gusto de retroceder y que él sintiera que tiene el control; yo no era una mujer débil. Sus manos fueron directas a la parte superior de mi vestido con intención de desabrocharlo. Yo le di un manotazo en plena cara.

- ¡¿Qué te crees que haces?!¡No voy a permitirte que me desnudes!

-Aquí, en este pueblo, se hace lo que yo diga, así que hazme el favor y déjame hacer que entres en calor.

La mano que iba directa de nuevo a su mejilla fue capturada por la mano de Sebastián, echándome una mirada que me dejó con el corazón desbocado. Las llamas de la chimenea resaltaban aquellos ojos dorados y le hacían parecer más amenazador.

-Serena, deja ya los juegos. Solo quiero ayudarte y con esa ropa mojada vas a coger una pulmonía y eso no es lo que ambos queremos.

-Me lo quitaré yo misma y en mi cuarto, no serás tú quien me toque.

-Debo decirte que estoy siendo demasiado paciente y amable. Técnicamente podría saltarme el protocolo cuando me diera la real gana.

- ¡ESO NO TE LO CREES NI TÚ!

-Pronto lo entenderás todo, sé que debo tener paciencia contigo y eso haré. Pero que sepas que no puedes escapar de mí Selena y aunque tu no lo sepas, tu tampoco quieres escapar de mí.

La osadía de aquel hombre de divertía y me sacaba de mis casillas por igual. Comencé a golpear el suelo con impaciencia esperando a que Sebastián me mostrara mi cuarto para tomar ropa seca y poder descansar.

Él me hizo una señal para que lo siguiera, llegando hasta una preciosa habitación sencilla, que daba a unos ventanales que daban la sensación de estar durmiendo bajo los árboles. Aquella habitación parecía estar hecha para mí; al menos estaría cómoda.

 Aquella habitación parecía estar hecha para mí; al menos estaría cómoda

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-Te encenderé la chimenea para que no pases frío cuando te desvistas. Ene l armario hay ropa de sobra para ti, te avisaré cuando esté lista la cena.

Antes de salir, me tomó de la cintura y me robó un beso en la mejilla. Un sentimiento extraño me invadió, haciéndome sentir débil de pronto.

Decidí olvidarlo y centrarme en estar cómoda. Estaba realmente cansada y necesitada un sueño reparador en aquella mullida cama.

Entre muchos vestidos encontré uno realmente precioso de tela vaporosa y suave. Era increíble lo bien que se ajustaba a mí; todos los vestidos eran de mi talla exacta.

Aquello me generó aún más preguntas que Sebastián me tendría que responder sí o sí, pero de momento era hora de relajarse.

La belleza de la noche podía verse a través del ventanal. Mientras que calentaba mi entumecido cuerpo, miraba la belleza de las estrellas sintiéndome más libre que nunca. A pesar de que Sebastián me había llevado a un pueblo del que no podía escapar, me sentía de todo menos atrapada. Sentía que, por primera vez, estaba en casa.

Sonreí de verdad, cosa que llevaba muchísimo tiempo sin hacer. Sentía que aquí no era necesario fingir o estar impecable cada día. No tendría una sirvienta en mis talones cada momento del día sino que yo me encargaría de mí misma.

Después de respirar hondo varias veces me aproximé a la cama, tocando la suavidad de aquella manta. Estaba claro que estaba hecha a mano; sus colores eran naturales y brillantes; nada de dorado o colores estridentes. No había nada de realeza en aquel cuarto y no podía ser más feliz.

Me introduje dentro de la calidez de aquellas mantas y suspiré aliviada. El aroma a madera quemándose en la chimenea y el de la propia habitación me hacía relajarme como nunca, cayendo con facilidad en un placentero sueño.

Unas suaves manos me acariciaban el rostro. Eran muy calientes y grandes. Abrí los ojos encontrándome con la tez morena de Sebastián. Sus ojos eran aún más dorados que antes y brillaban como las estrellas.

 -Te preparé algo para que cenes; estoy seguro de que tienes hambre.

Me senté sobre la cama y asentí en silencio; estaba tan débil y sedienta que parecía que iba a desmayarme.

Caminé hasta la mesa de la cocina donde había dos enormes platos y unas velas que decoraban elegantemente la mesa. Eran patatas y pollo asado acompañados por una enorme jarra de agua.

-He salido yo mismo a por el agua al rio de aquí al lado. Está muy cerca de aquí, de hecho, puedes verlo pasar a través de la ventana. Espero que te guste, no acostumbro a hacer comida para dos personas.

-Entonces, ¿Vives solo?

-Hasta ahora ha sido siempre así, pero admito que tu compañía me agrada mucho.

Comencé a reírme de forma nerviosa, ¿Intentaba seducirme?

-Buen intento, pero no; no me gustas, no me agradas y no me agradarás nunca.

-No digas de esta agua no beberé...

-Prefiero beber veneno...

Sus ojos se introdujeron en mi alma y una tierna sonrisa pintó sus labios.

-Beberás hasta la última gota...vas a tragarte cada una de tus palabras.

The Black Queen of The  Wolves (Is it love?Sebastián) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora