21. DOLOR QUE MATA

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Me había encerrado en el cuarto negándome a comer o a ver la luz del sol. Desde que hablé con Sebastián no me he permitido un minuto de paz o de luz. Tenía un miedo terrible a volverle a ver con otra o bien que se la trajese a casa y los escuchara retozar como dos idiotas enamorados, al fin de cuentas esta casa era de él.

Entonces se me ocurrió una idea para que pudiera sentirme más tranquila; iba a hablar con Minerva para conseguirme una casa a parte. Estaba segura que había casas libres para mí ya que estaban de obras desde que llegué al pueblo. Solo necesitaba que cumpliese el requisito de ser la más alejada de la casa de Sebastián y entonces podría vivir medianamente en paz. No se si lograría superarlo alguna vez y también estaba el problema de la sangre que necesitaba de él, así que irremediablemente cada dos o tres meses tendría que recurrir a él para que las fuerzas no mermaran dentro de mí hasta matarme.

Ahora que él estaba con otra esos momentos iban a ser tensos; eran como demasiado íntimo y me parecía una falta de respeto para ella y una tortura maléfica para mí. Y lo que es peor; ya ni siquiera le parecía bella, así que no sentía atracción por mí ni para tener algún momento de cama conmigo.

Tampoco deseaba eso, era como tenerlo a medias y yo no era de ese tipo de mujeres. O lo tengo todo o no tengo nada.

Así que todas esas palabras bonitas que me dijo eran mentira...

Me sentía terriblemente decepcionada pero no estaba enfadada con él sino conmigo; yo no era suficiente para él y si alguna vez tuve una posibilidad, yo misma lo estropeé.

Un toque en la puerta me hizo sobresaltar:

-¿Vas a salir alguna vez de ahí?-Me preguntó Sebastián de forma brusca; ya no había cariño en su voz.

No me veía con fuerzas de contestar; unas arcadas llegaban hasta mi garganta fruto de la angustia que sentía al escuchar su voz fría y carente de vitalidad.

Me sujetaba el estómago mientras estaba arrodillada en el suelo, teniendo mi mano sobre mi boca intentando ahogar un sollozo para que él no me escuchase. Me sentía tan dolida que parecía que me estaba muriendo de pena...

-¿Serena, estás ahí?

Los pinchazos en el cuello comenzaron a dolerme terriblemente, haciéndome tumbar en el suelo agarrando mis rodillas. El dolor era tan insoportable que no podía aguantarlo; estaba muy mareada y el sudor había cubierto mi fría piel. Era como si tuviese fiebre, quizás me estaba poniendo enferma...

Los pasos de Sebastián se alejaron de mi puerta y escuché como la puerta de casa se cerraba de golpe; seguro que iba a buscar a aquella mujer...

Liberé todo el aire de mis pulmones pudiendo sollozar en alto. Estaba demasiado débil; apenas podía tener los ojos abiertos y mi estómago rugía con fuerza. Llevaba un dia entero sin comer ni beber nada y mi cuerpo lo notaba.

La puerta de casa sonó de nuevo, escuchando los pasos de Sebastián de nuevo; parece ser que terminaron pronto...

Una punzada de celos enfermizos me pincharon de nuevo. Si notaba un olor diferente sobre él iba a matarme literalmente, esa era una de las razones por las que no quería salir. Tampoco deseaba encontrarme de frente con el desdén de Sebastián o la mirada fría de él. La puerta sonó de nuevo.

-Serena sé que estás ahí. No has comido nada y debido a tu condición no puedes estar débil; tu transformación está cerca.

Así que era eso...tenía miedo de que me cargase a su amado pueblo...

O a su amada novia...

La rabia me hacía crujir los dedos, elevando mi temperatura aún más. Estaba luchando por no salir escopetada y arrancarle las tripas con mis propias manos.

-Si no sales, entraré de otra forma y seré aún menos amable.

¿Menos de lo que ya eres conmigo?pensé.

No iba a abrirle ni en un millón de años; lo que menos deseaba era verle y encontrar las marcas de las uñas de aquella furcia justo donde mis manos estuvieron unas horas atrás. No quería que la realidad me agolpase con fuerza, quería permanecer en mi burbuja silenciosa y oscura todo el tiempo que me fuese posible.

Un crujido ensordecedor sonó en la puerta, viendo como Sebastián había hecho un enorme agujero en la puerta de un puñetazo. ¿Qué clase de fuerza tenía ese hombre?

Al verme tendida en el suelo se precipitó sobre mí, mirándome por primera vez en mucho tiempo, demasiado diría yo.

-¿Qué te ocurre?-Me preguntó con preocupación.

Yo no podía hablar, estaba como bloqueada al igual que mi cuerpo. Sentía que me estaba rindiendo, que ya no quería vivir más...

Me negaba a mirarle, no podía hacerlo...

Las manos de Sebastián apartaron mi cabello, tomando mi rostro para que me mirase atentamente. Al poner mis ojos sobre él me percaté de sus enormes ojeras y de su pecho desinflado, era como si hubiera estado sin comer durante semanas. Su brillo habitual había desaparecido por completo, no parecía ser el mismo hombre que vi por primera vez cuando me sacó del castillo. Estaba tan demacrado que sentía pena por él, pero no podía acercarme; él era de otra y me negaba a ser la otra.

-Háblame por favor...

Tomé sus manos y las aparté de mi rostro, volviendo a enterrar mi cara entre las rodillas. Solo quería que él me dejase morir y poder dejar de sufrir.

-Serena me estás preocupando, necesito saber que estás bien-Me dijo colocando su mano sobre mi cintura. Me revolví violentamente como si su contacto me quemara y él se dio cuenta. Notaba como se tensaba en mi presencia pero no se iba de mi habitación. Entonces contra todo pronóstico me tomó en brazos y me sacó de la habitación.

The Black Queen of The  Wolves (Is it love?Sebastián) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora