Capítulo 1: Volvamos A Casa

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Okay, debería empezar diciendo quién soy y obvio, decirles mi nombre; ya basta de cuentos. Me llamo Martín Bellamy, tengo 16 años, nací en París, Francia. Tengo dos hermanas y un hermano; de ellos soy el último.

Se supone que si nací en París debo vivir ahí, pero por mis abuelos de parte de mi madre, tuvimos que mudarnos a Ámsterdam, Países Bajos. Mis abuelos ya estaban en edad muy avanzada, por lo que necesitaban más cuidados especiales.

Cuando eso pasó mi madre estaba embarazada de mí, sólo esperaron unos días para registrarme y en solamente una semana me encontraría viajando solo con mamá a Países Bajos.
Como era de esperarse, no conozco a mi padre ni a mis hermanos. Literalmente soy un desconocido para ellos tanto como ellos a mi; aunque muchas veces mi madre me mostraba fotografías de ellos.

Antes de cumplir mis 16 años, mis abuelos fallecieron, dejando a su paso un inmenso dolor para mi. Eran mi vida, en serio los amaba con todo mi corazón. Pero así es la vida, tiene que continuar aunque parte de ella quede atrás en el olvido.

Mis tías y mi madre hicieron los trámites de la herencia familiar. Pasó una semana y al día siguiente era mi cumpleaños. No tenía ánimos para celebrarlo, no había motivo de querer festejar sin tus personas favoritas; que te vieron crecer desde que eras un recién nacido.

Con mi familia decidimos sólo hacer una cena e invitar a unos vecinos muy queridos. Quedé devastado, nunca imaginé que no vería más a mis abuelos, después de todo lo que vivimos.

Después de cenar, la hermana mayor de mi madre le pidió hablar con ella. Supuse que sería sobre más cosas de la herencia o de algún gasto del cementerio. No le tomé importancia en ese momento y me retiré a mi habitación a escuchar un poco de música.

En unos minutos mi madre tocó la puerta de mi habitación y le dije que entrara, al parecer se le veía en su rostro un poco de felicidad y tristeza a la misma vez.

-Martín, ¿te sientes bien viviendo aquí?- se le notaba algo nerviosa.

-Mamá, he pasado 16 años en ésta casa, en ésta ciudad, ¿cómo no he de sentirme bien?- aunque sin mis abuelos me sentía terrible- me he acostumbrado a estar aquí contigo.

-Me alegro que no hayas pasado tu juventud pensando mal de mí, te lo agradezco hijo.

-No hay de que mamá, siempre estaremos el uno para el otro.

En ese momento sacó de su pantalón unos boletos de avión, ¿acaso saldría de viaje?

-Precisamente hijo, quiero tomar una decisión contigo. Martín, ¿quieres regresar a París y volver con tu padre y hermanos?

¿Escuche bien o me dijo que volveremos a casa?

Esto no puede estar pasando, siempre deseé ver a mi otra familia y conocerla aparte que tengo la oportunidad a mis puertas. Pero, ¿qué hay de mis tías y mis primos?

-Mamá esto es increíble, claro que quiero pero....

-Hace un rato hable con tu tía Missha, me recomendó que volvieramos; no es justo que te quedes sufriendo aquí si tú tienes tu vida en París.

Increíble, a la tía Missha le gusta darme varias sorpresas. Ella y mis otras tías se encargarían del resto de los papeleos, era hora de que volvamos a casa.

Hice muchos amigos durante mi infancia, será una lástima no volver a verlos dentro de un tiempo. En especial un chico que vive enfrente de la casa de mi tía Sophi, éramos inseparables. Se llama Tommy, creo que sus tonterías me harán mucha falta.

Okay, el viaje estaba listo, empacamos todo lo necesario y esperamos nuestro vuelo para volver a París.

No tengo recuerdos de París, literalmente me fui de ahí cuando apenas nací. Me siento emocionado por saber que cosas conoceré y de ver a mi padre, aún mejor, conoceré a mis hermanos. Me pregunto cómo habrá hecho papá para criar tres chicos el solo.

Interesante pregunta, pero a lo que íbamos, después de unas horas fuimos a despedirnos de todos ya que en unos minutos nos iríamos al aeropuerto.

Por alguna razón tenía un buen presentimiento de este viaje. Será una pena no tener a mis tías conmigo, las maravillosas sorpresas de la tía Missha, la deliciosa comida que prepara mi tía Charlotte y claro no podía faltar mi tía Sophi, ella siempre sabía cómo alegrarme el día.

¿Haz tenido esa sensación de adrenalina que te corre en las venas? Precisamente yo lo sentí al subirme a ése maldito avión. No es por nada pero, me dan miedo las alturas; si lo sé, un chico de 16 años con vértigo se ve patético.
Claro está, me sentí mejor al bajar de ése avión y poder estar en tierra firme. Sentir el olor de París es inigualable, ver el color del cielo en un tono anaranjado y rosado, no se puede comparar.

París, no sé cómo no pude extrañar éste sentimiento, de alguna manera me sentía que ya estaba en mi hogar. No llevábamos muchas cosas, yo sólo mi mochila del colegio y mi madre su bolso y una maleta; donde iban dos o tres cosas mías.

De pronto pedimos un taxi que nos llevara a la famosa Torre Eiffel, tenía ansias de conocerla por fin. Es inmensa, de sólo verla ya me daba vértigo.

Después mi mamá empezó a hablar por teléfono en francés, aunque yo aprendí holandés e inglés, entendía unas frases en francés que me enseñó mi madre. Me aburrí y fui a recorrer toda la Torre, obvio no quería subir; me bastaba con sólo verla desde el suelo.

A medida que iba caminando, vi lo que me pareció una chica, llevaba un vestido arriba de la rodilla de color amarillo, un pequeño saco de un azul celeste, unos botines negros y consigo llevaba un libro que, parece que ya está a punto de terminarlo.

Ella me miró, esos ojos cafés me cautivaron al igual que su cabello, del mismo color y muy corto. Se veía preciosa.

Se acercó a mi y empezó a hablarme...

Nos Conocimos En París /TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora