Capítulo 3

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CAP. 3

- ¿Quién se cree ese médico que es para decirme que no puedo pasar? - gritaba Austin. Le dolía el brazo, cojeaba y la herida de su rostro aún supuraba.

- ¡Cariño! - le tranquilizaba su abuela, la entrañable Prudence Fox - ¡Están preparándola para hacerle más pruebas! Tienes que ser paciente y...

- ¡Pero abuela...! - se quejaba el joven.

La anciana Prudence obligó a su nieto a sentarse en una silla de ruedas cercana. Si seguía apoyando el pie tendrían que operarle también a él y eso era lo último que necesitaban sus padres, Charles y Georgia Fox. Pero Austin no podía evitarlo. Se sentía culpable por lo que había ocurrido y tenía la incesante necesidad de estar junto a ella para protegerla como no había sabido hacerlo antes. Lágrimas de desesperación asomaron a su rostro cuando los celadores salieron al pasillo empujando la cama donde su hermana descansaba, llena de cables y de vendas que la mantenían con vida.

Prudence se giró para no ver a su querida nieta en aquel estado, culpándose por no ser capaz de hacerlo, por no tener la fortaleza suficiente para mirarla. Era como si evitarlo redujese el problema pero tenía claro que nada de lo que ella hiciera o dejara de hacer influiría en el estado de su niña.

Los padres de Val y Austin se habían marchado a casa horas antes para descansar un poco. Eran ya dos semanas las que llevaban yendo y viniendo al hospital, descuidando al resto de sus familiares y perdiendo días de trabajo. Nada de eso les importaba en aquel momento, solo la vida de su hija, de su pequeña.

A su regreso al hospital el doctor Markus, el mismo que se había encargado en su día de darles la triste noticia, fue a buscar a la familia Fox. Todos estaban en la habitación de Val, esperando que ella regresase de aquellas pruebas que llevaban haciéndole durante horas. Al ver al doctor todos se levantaron, incluso Austin, que desoyó los consejos de la enfermera, la cual lo instaba a quedarse sentado.

- ¿Qué... ha pasado? ¿Cómo está mi niña? - preguntó Charles entre lágrimas.

- Bueno... las pruebas han ido bien y...

- ¿Y qué? ¿Se va a despertar? - preguntó Austin nervioso.

El doctor Markus inspiró aire con ganas. Por desgracia había tenido que dar aquella explicación muchas veces y a más familias de las que él habría deseado.

- ¡Escúchenme, por favor! - dijo en tono amable. No quería ser brusco - El coma es... complicado. Su hija reacciona al dolor en zonas localizadas pero esa respuesta externa no siempre es un buen indicio.

- ¿Qué quiere decir con eso? - preguntó Georgia - ¿Se va a despertar sí o no?

- Señora Fox, el coma puede durar desde varios días hasta varias semanas.

- ¡Lleva así dos semanas! ¿Cuánto más estará en ese estado? - preguntó Charles, el más afectado de todos, no podía soportar ver a su hija tan mal sin poder hacer nada por ella.

- En los casos más severos el coma puede durar más de cinco semanas, algunos... han durado varios años. En otros... no han llegado a despertar. Es complicado, como he dicho.

En ese instante Georgia se dejó caer al suelo de rodillas. Había dicho "años". La peor palabra que podían haberle dicho era esa.

Austin se sentó en la silla y empezó a llorar desconsoladamente. Aquella era la visión de una familia destrozada, rota por el dolor.

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