Capítulo 24

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CAP. 24

Hacía mucho frío pero Val intentaba hacerse la dura durmiendo dentro de aquella bañera a la que había aprendido a querer como si de una persona se tratase. A escasos centímetros de ella, el rostro de Trueno, que se había negado a separarse de ella lo más mínimo. Le había dicho que no quería que se disparase a ella misma por accidente. Le reventaba que él intentase hacerla sentir inferior porque había demostrado que era capaz de cuidarse de sí misma y tenía dos enormes cadáveres para demostrarlo. Quizás la herida de su nariz le quitaba un poco de mérito pero no le importaba, algún día sería una historia que contar, si salían de allí con vida, por supuesto.

Al ver como Trueno dormía sonrió un poco. Después de todo se alegraba de que él estuviese allí porque, de repente, había dejado de tener miedo. Sabía que no le pasaría nada si él estaba cerca pero la desconcertaba mucho. Su actitud era tan extraña que no sabía si quererlo u odiarlo, así que se decantó por esto último, al menos de cara a la galería.

- Duérmete o te daré una paliza – la amenazó él.

- ¿Tú y cuantos más? – ironizó ella - ¡No puedo dormir! Me duele demasiado la nariz y la cabeza. Además roncas y eso no ayuda.

- Tengo problemas para respirar – dijo él justificando sus sonoros ronquidos.

- Eres la persona más complicada que he conocido, o al menos que recuerdo conocer – murmuró ella.

Trueno abrió los ojos y la miró. Sabía que su actitud era, como poco, extraña y que había caído en mil y una contradicciones desde que ella había aparecido pero es que le resultaba tan difícil abrirse y decir lo que sentía que prefería que ella pensara que era un cabrón antes de que supiese que estaba loco por ella.

- ¿Qué vamos a hacer ahora? – preguntó ella de nuevo.

- Lo más sensato, esperar a que amanezca y volver con los demás. La unión hace la fuerza y nosotros dos solos somos un blanco demasiado fácil. Si nos encuentran estamos muertos.

- Gracias por hacerme un resumen tan gráfico sobre nuestro futuro – dijo ella poniendo los ojos en blanco – pero no me refería a eso.

- Pues ¿entonces? – preguntó él.

Val no respondió. No sería tan estúpida como para decirle que se refería a ellos, a su relación o a la ausencia de ella. Con todos los problemas que se le estaban acumulando era incluso de locos pensar en ellos.

- ¿Por qué has venido a buscarme? – inquirió ella entonces, dejándolo totalmente desarmado.

- No lo sé – mintió Trueno. Por supuesto que lo sabía.

- Lo que yo decía... complicado es un adjetivo que se queda corto contigo. Mira, si no quieres decirme la verdad me parece bien o si hay algún plan detrás de todo esto pues vale pero no me trates como si fuera idiota.

- Nunca te he tratado así – dijo él - ¡solo intento protegerte!

- Pues tengo que decirte que está resultando un fracaso – respondió ella – porque me han disparado, dado una paliza, humillado, intentado forzarme y abandonado ¿Me dejo algo?

En aquel instante, Trueno sintió la verdadera necesidad de decirle que jamás permitiría que nadie volviese a hacerle daño pero, una vez más, se calló. Lo que no sabía es que, después de todo, él sería la persona que más daño le haría.

Finalmente ambos se quedaron dormidos y durante ese tiempo que no fueron conscientes de lo que sus brazos, sus piernas y sus manos, se acercaron. Cuando Trueno despertó aún era de noche pero empezaba a amanecer. Se descubrió a si mismo rodeando a Val con sus brazos y se sintió, por primera vez en mucho tiempo, feliz. No se apartó hasta que ella despertó. Quería ver su reacción.

Teoría del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora