Capitulo 3

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En total penumbra el pequeño cuerpo del oji-rosa se removía con brusquedad dando pequeños golpes con los puños al hombre sobre él, este respiraba pesadamente con un fuerte aliento a alcohol mientras le trataba de sacar el pijama a tirones.

No importaba cuanto llorase, no podía ser escuchado por nadie más que por su hermano quien estaba paralizado a su lado en el futón ¿Qué podía hacer? Sabía que esto no era como enfrentar a los matones que les molestaban en los recreos.

El pequeño de rosa le miraba pidiendo auxilio con sus ojos hinchados del llanto, aun cuando horas antes le había rechazado completamente su instinto protector le obligaba a actuar de alguna manera, pero no era tonto, empujar al mayor no era una opción, puesto que con suerte podría mover su enorme cuerpo.

El tiempo se le agotaba y el pánico se apoderó del menor cuando su cuello fue atacado con besos y leves mordidas que para su delicado cuerpo eran dolorosos, Karamatsu se levantó rápidamente mirando con dificultad el cuarto oscuro, no habían demasiadas cosas en esa habitación de estilo japonés con un solo futón para dos y un pequeño escritorio para el estudio.

De repente sus ojos se posaron sobre la lámpara de cerámica sobre la mesa y tuvo una idea peligrosa; con sigilo la tomó colocándose atrás del hombre sin ningún tipo de expresión en su rostro, sus latidos se aceleraron al alzar el objeto y estrellarlo fuertemente contra su cabeza logrando desorientarle y caer de lleno a un lado de su víctima.

--¡Rápido! ¡Corre!—Le gritó a su hermano haciéndole reaccionar con su voz alterada. El oji-rosa no lo pensó, simplemente obedeció sin chistar levantándose y tropezando algunas veces hasta salir despavorido de la habitación, como siempre solía hacer cuando se sentía atrapado en una situación que no podía controlar, que en realidad era la mayoría del tiempo.

Corrió lo más rápido que pudo a su escondite preferido por así decirlo, aquel mueble en el baño en donde se suelen guardar toallas que le brindaba seguridad cada vez que se quería ocultar de sus padres cuando hacía algo mal. Al llegar finalmente y cerrado la puertecilla, arrinconándose en una esquina oscura del mueble, se había dado cuenta de su error, su hermano mayor por muy valiente que fuese era de igual forma vulnerable ente ese sujeto aterrador en su cuarto, pero estaba aterrado, tanto que apenas sintió que había mojado sus pantalones sin querer, abrazó sus rodillas con fuerza apegando su rostro en ellas, llorando por su inutilidad, era obvio saber por qué Karamatsu siempre estaba sobreprotegiéndolo, era débil, y lo peor era que… no podía hacer nada por ello.

El mayor de los gemelos se quedó allí parado, aun con lámpara en mano, no tenía muchas opciones de salir ileso después del golpe que le había proporcionado al sujeto, pero debía mantenerse firme por su hermano, pues era muy sencillo escapar ahora, pero eso significaría que ese enfermo pudiese seguirlos hasta encontrarlos y volvería a poner en riesgo a totty, tenía que evitarlo como podía. Sin poder contar con sus padres o siquiera poder llamar a la policía como le habían enseñado en la escuela, la única solución era enfrentarse al mayor hasta dejarlo inconsciente, al menos ganaría tiempo.

Sentía su cuerpo tensarse mientras veía como aquel borracho se agarraba la cabeza profiriendo quejas y maldiciones. Los orbes azules de Karamatsu brillaron al notar como una pequeña línea roja brotaba desde el corte en su cien por el golpe previo.

De nuevo… ese tono carmesí llamaba su atención como si de una obra maestra se tratara. Parecía como si estuviese llamándole, pidiendo ansioso por liberarse aún más. Su mente estaba dividida, una parte le incitaba a seguir manchando al tipo de ese bello color brillante, pero su parte racional de decía que era inútil, no podía hacerle frente en cuanto a fuerza se tratase, pero no estaría mal intentar…

SeiryūDonde viven las historias. Descúbrelo ahora