La salida del mafioso había dejado totalmente descolocado al detective y con un torbellino de emociones en el florista.
La llegada de Osomatsu siempre significaba una catástrofe en todo el sentido de la palabra, el oji-azul era consciente que su presencia era sinónimo de problemas, ya sean pasados, presentes o futuros; como si fuera el heredero de Lucifer que había sido traído al mundo humano para probar su valía.
Aquellas palabras obscenas, aquel cálido aliento y esa mordida le había costado todo su autocontrol que apenas había recuperado. Sino fuera porque sabía que Choromatsu estaba presente y por el contexto en el que estaban, seguramente se hubiera abalanzado sobre el mafioso para devorarle los labios a besos y mordidas salvajes por lo insatisfecho que le había dejado.
El calor en su cuerpo era fuerte y sus oídos estaban tapados por la conmoción. Siempre Osomatsu lograba despertar ese lado de él sin siquiera esforzarse.
Respiro lento y pausadamente intentando calmar su deseo; y maldiciendo porque lo más probable es que necesitaría una nueva sesión de atención con su mano amiga.
Pasaron minutos en los que el silencio reino en la florería hasta que Karamatsu creyó estar en condiciones de volver a moverse.
La mirada del oji-esmeralda era penetrante sin estar sobre él, trataba de adivinar lo que pudiese tener en mente, pero le era imposible, era la primera vez que le veía así de inalterado por algo que, suponía, podría causar que esté siendo un profesional detective perdiera sus cabales. Tuvo entonces la urgencia de hacerle olvidar lo que había sucedido, darle como mínimo una explicación bien elaborada para que esto no pasará a mayores, pero al no predecir ni sus pensamientos ni sus reacciones era casi apostar una bala en la ruleta rusa, trató de buscar las palabras correctas, tomó una bocanada de aire y miró directamente a sus ojos fríos para comenzar a hablar.
--C-Choromatsu... yo...-- Murmuró por lo bajo.
Pero parecía que el detective estaba perdido en su mundo, su boca seguía levemente abierta y sus ojos no se habían apartado de la puerta donde la figura del empresario se había ido.
Estaba mal, muy mal, con una opresión en el pecho, la rabia qué se alojaba en su frente, una indignación que nunca había sentido y con un horrible sabor amargo en la boca.
Recordaba que una de sus compañeras había usado la expresión "beber vinagre", en aquel entonces no pudo comprender su significado, pero ahora no podía estar más de acuerdo con ella. Ese amargo en su garganta era insoportable y muy fuerte.
Una molesta voz en su cabeza le susurro con malicia la verdadera naturaleza de sus emociones.
Celos.
Por primera vez en su vida estaba experimentando los celos de aquella forma, los había sentido antes pero siempre por algún puesto de trabajo, una respuesta o deducción de un caso, incluso por algún articulo inútil pero costoso; pero nunca celos por una persona.
Celos porque aquel engendro con Rolex era guapo, exitoso, con una confianza desmedida, una lengua afilada y una rapidez para contestar, pero sobre todas las cosas, porque Osomatsu había provocado que el florista se ruborizara... más que eso, se había puesto tan rojo como una granada.
Desde que había conocido a Kara, observó las múltiples facetas que este poseía, esa sonrisa de galán de telenovela, esa pasión al recitar uno de sus discursos poéticos como si fuera Shakespeare, una mirada incómoda cuando sus fanáticos se ponen muy insistentes y a veces esa expresión con cierta oscuridad enigmática.
Pero Karamatsu avergonzado, sonrojado y estupefacto... era la primera vez que lo veía así y estaba más que enojado y decepcionado por no ser el causante de aquella actitud.
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Seiryū
FanfictionLa florería es un bello lugar lleno de colores, aromas, relajación y belleza. Pero la máxima atracción y fuente de atención es sin duda el joven que trabaja allí. Un misterio se esconde tras esos preciosos orbes azules, el pasado es generalmente una...