Su cuerpo entero se tensó por la ira y el miedo. Quería creer que todo era un sueño... ¿Sueño? No, era una pesadilla...
Una pesadilla que se había escapado del mundo de Morfeo y ahora estaba en la realidad dándole un puñetazo en la cara. La carta, las flores y aquel inolvidable y horrible olor.
La bella carta estaba irreconocible; su mano la apretaba con fuerza, doblándola, arrugándola, destrozándola, deseando que fuera el cuello de aquel bastardo. Quería eliminarlo, se sentía como una fiera cuando está bajo amenaza. No quería verse en el espejo porque sabía que al hacerlo se encontraría con su yo del pasado.
Con pasos furiosos fue hasta el baño, su temple usualmente calmado y calculador se había ido a la mierda, su cerebro era un desorden de emociones y su cuerpo destilaba fuego de la ira que sentía. Al llegar fue hasta el lavamanos, con su mano libre buscó el encendedor en uno de sus bolsillos y al encontrarlo prendió la llama. Con anhelo acercó aquel inútil trozo de papel a las llamas.
Comenzó a respirar tranquilamente, costaba pero sabía que en estos momentos no serviría de nada dejarse llevar. Vio atentamente como el fuego iba consumiendo la carta; muchas personas no lo entenderían, pero aquella vista le tranquilizaba un poco. Imaginar que el escritor se retorcía y desaparecía como la carta le ayudaba a su cordura. Cómo deseaba que en verdad pasará, que con solo un poco de fuego aquel maldito desapareciera del mundo y lo dejará en paz.
Abrió el grifo para dejar que el agua se llevara los restos de papel quemado y cenizas.
--Maldita sea...- Pensó cerrando el grifo para luego volver a la florería y al llegar ahí miro con asco el hermoso arreglo de rosas.
Comenzó a insultarse internamente por haber sido tan idiota, debió seguir moviéndose de ciudad en ciudad, no tenía que acostumbrarse a aquel lugar y mucho menos acostumbrarse a la gente de ahí. Pero sabía que su peor error había sido creer que Akatsuka podría ser un lugar seguro para empezar de nuevo.
--¡Demonios! ¡¿Cómo pude ser tan imbécil?!- Debió haberlo visto venir, aquel idiota no lo dejaría de atormentar en la vida y sospechaba que incluso en el mundo de los muertos no le daría tregua.
Pero ya era tarde para estar lamentándose. No necesitaba ser un genio para saber que en estos momentos lo estarían vigilando, acechándolo a la distancia sabiendo que no debían de acercarse si querían conservar sus vidas pero aun así estando atentos a todos sus movimientos para informarle a aquel bastardo.
Irse ahora sería una acción inútil. La última vez tuvo suerte de lograr escapar y que le perdieran el rastro.
Su mandíbula se tensó y estaba seguro que sus dientes se romperían de un momento a otro si los apretaba con más fuerza. Logro ser libre aquella vez pero a un precio muy alto.
Estaba atado de pies y manos y no le gustaba. No podía irse de Akatsuka pero tampoco podía ir a enfrentar a su pasado, no es que tuviera miedo, nada más lejos, de hecho anhelaba plantarle cara y matarlo con sus propias manos. Pero no podría acercarse lo suficiente, si cometía esa locura sería nuevamente un prisionero de aquella red roja.
Solo le quedaba esperar y ver el siguiente movimiento de la mafia, no lo atraparían, no volvería a aquella vida, no volvería con él.
--Primero muerto antes que darte el gusto bastardo de mierda- Y con aquel pensamiento tomo sin cuidado el fino y elegante ramo para arrojarlo con rabia a la basura -¡Antes muerto!-
Sin embargo se había dado cuenta que con el ramo también había arrojado el colgante lo que unía, chasqueó su lengua molesto y lo sacó de allí viéndolo con detenimiento, de todo ese asqueroso regalo esa pieza era lo único que valía la pena conservar, no por el bastardo de acosador que tenía, sino por alguien más especial.

ESTÁS LEYENDO
Seiryū
FanfictionLa florería es un bello lugar lleno de colores, aromas, relajación y belleza. Pero la máxima atracción y fuente de atención es sin duda el joven que trabaja allí. Un misterio se esconde tras esos preciosos orbes azules, el pasado es generalmente una...