La llegada de un nuevo día se hacía presente con el sol, cuyos rayos se colaban de forma traviesa entre las cortinas de la habitación, el canto alegre de un pequeño pájaro acompañaba el momento como si de una película de Disney se tratase.
Pero lejos de un magnífico despertar de buen humor, los ojos azules de Karamatsu se abrieron con pereza y molestia, un pequeño gruñido se escapó de sus labios detonando su estado de ánimo.
Sus ojos fueron hasta las cortinas con ganas de cubrirlas y que la habitación se sumiera nuevamente en la oscuridad, pero como adulto responsable y resignado a la vida laboral, se levantó de su cómoda cama y fue hasta el baño para asearse.
Se dio un rápido baño, lavó sus dientes y fue a buscar su ropa, unos pantalones de jeans azules oscuros desgastados, una remera de mangas largas y un buzo, el clima amerita que se abrigara, desde que despertó se sentía particularmente friolento.
Bajo las escaleras hasta llegar a la cocina donde preparó su desayuno; unas tostadas, mermelada de durazno, con un té de menta y miel para endulzarlo, sentía la garganta áspera y su voz estaba un poco más ronca de lo normal.
No le tomó mayor importancia al atribuir esos malestares a su pésima noche de sueño debido a la discusión con el detective ¿en qué momento se había tomado la libertad de hacerle preguntas, de acusarlo y celarlo como si fuera su pareja?
Su ceja tembló con molestia contenida, nada de eso hubiera pasado si Osomatsu se hubiera quedado en el maldito distrito rojo, LEJOS de él. ¡Pero no! El muy miserable tenía que venir hasta Akatsuka y jugar el papel de conquistador con él, como si no supiera que el oji-rojo tenía planeado secuestrado y encadenarlo igual que algún animal que se le fugó.
El cuchillo que tenía en su mano se convirtió en puñal al atravesar a la pobre tostada en un intento de tranquilizarse.
¿Era demasiado tarde para tomar lo poco y nada que tenía, he irse hacia rumbo desconocido como un nómada?
Suspiro con pesar llevando su diestra hacia su frente, un molesto hormiguero se estaba haciendo presente en ese lugar. Por más que quisiera irse, sería inútil, ahora que lo habían descubierto no había forma de escapar.
Y además, estaba el hecho que su nueva vida era en Akatsuka; nunca lo admitiría en voz alta, pero aquella floreria era lo más cercano a un verdadero hogar, había recuerdos entre las cuatro paredes, había aprendido un oficio, sabía cómo cuidarla de las flores, y... estaba acostumbrado a la gente de ese lugar.
--Maldición... me estoy volviendo un blando-- Susurró para sí mismo, su sentido común le decía que intentara huir, si es posible por las cloacas, pero no podía. De una u otra manera defendería este lugar y se encargaría de una vez por todas de ese asqueroso mafioso con complejo de rey.
Al levantarse, notó las piernas pesadas y el leve mareo pero no había tiempo que perder, si quería llegar a fin de mes, debía de ponerse a trabajar.
Luego de unos minutos, termino de desayunar y de limpiar. Con paso lento, fue hasta la puerta principal y cambió el letrero de "cerrado" a "abierto"; un nuevo día estaba comenzando y sólo esperaba que la charla que tendría con Choromatsu no empeorará su humor y que Osomatsu no se atreviera a asomar la punta de sus zapatos Sarkany.
Con algo de dificultad fue sacando las macetas con flores, debería de aumentar su carga de entrenamiento, ya ni las macetas podía levantar.

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Seiryū
FanfictionLa florería es un bello lugar lleno de colores, aromas, relajación y belleza. Pero la máxima atracción y fuente de atención es sin duda el joven que trabaja allí. Un misterio se esconde tras esos preciosos orbes azules, el pasado es generalmente una...