Capitulo 4

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Años pasaron, pero nada cambió, incluso teniendo a uno de sus hijos al borde del colapso a ambos progenitores les valió una mierda y siguieron como si nada hubiese pasado.

Ese oscuro suceso, sin embargo, dio un giro impresionante en ambos hermanos, antes solían relacionarse con sus pares normalmente y participar de la escuela como lo haría cualquier niño, pero repentinamente estos se volvieron más unidos que nunca encerrados en una fortaleza en donde ambos se protegían mutuamente del mundo que les rodeaba.

Quien aún mantenía contacto con los demás chicos era Todomatsu, aunque si bien parecía casi como era usualmente este no dejaba descuidado al oji-azul en muy pocas ocasiones, ya no se sabía exactamente quién era más sobreprotector entre los dos.

Karamatsu por su parte estaba más reservado y apático de lo común, casi no hablaba, lo que le digieran los demás no le interesaba en lo absoluto y sus profesores se preocupaban cada vez más por su comportamiento.

Ya llegada la secundaria esto empeoró drásticamente, al tener mayor libertad se saltaban las clases para ir a dormir al tejado, quizás unos de sus pocos momentos de paz al día. Todomatsu le acompañaba de vez en cuando, pero era el único que aún tenía una preocupación por su vida social, por lo que nunca dejó de juntarse con sus compañeros o asistir frecuentemente a clase, aunque claro... prefería estar pegado a su hermano cuando se le daba la oportunidad.

No era sorpresa para muchos verlos de esa manera, era común que los chicos a esa edad pasaran por una "etapa rebelde" ya saben... ir contra las reglas y hacer cosas estrictamente prohibidas como fumar o agredir a otros.

Algunos chicos ya insertos en la llamativa vida peligrosa de las bandas juveniles rondaban por los pasillos de aquella secundaria intimidando a quien sea que pase por su lado.

Uno de esos días, cuando todos salieron a almorzar, los maleantes se dirigieron al tejado para llenar sus tripas con alimento. Todos reían por haber dejado encerrado a un pobre nerd que se atrevió a caer junto con sus cosas en frente de ellos, su cara de terror les divertía muchísimo y el dinero robado lo utilizarían más tarde para comprar a escondidas alguna revista porno.

--¡Gaahh! ¡Qué bueno es todo esto!-- Exclamó uno de ellos saboreando parte de su bento con apetito.

--Hey jefe ¿más tarde a donde nos iremos?-- Preguntó otro mirando al líder de aquellos delincuentes, un muchacho más o menos alto de cabello mal teñido rubio y un montón de pircings en sus cejas y orejas, en la típica pose de un vándalo con su fiel bate tras su espalda, este sonrió socarronamente levantándose para mirar a todos sus compañeros.

--Seguramente a una botillería o a un callejón por ahí ¿¡Que se yo!? Quizás pillemos a un desgraciado y le damos una paliza antes de salir con su billetera, he estado malditamente aburrido estos días-- Dijo pretendiendo desinterés-- A todo esto Tsukinaga... ¿Es cierto que te cogiste a la hija del bastardo de literatura?-- El susodicho rio nerviosamente rascándose la nuca, todos parecieron repentinamente interesados en el tema.

--Jeje, no les quería decir, pero sí... a esa perrita le ponía que le tocara los senos-- Presumió ganados un coscorrón por parte del chico a su lado.

--Te graduaste sin decirnos ni una sola palabra ¿eh? Puto desgraciado Jajajaja--

Sus pares empezaron a reír y burlarse del tema haciendo un escándalo allí, tirando comentarios vulgares como solo lo harían ellos, siendo lo más llamativo a su edad, el sexo.

Más de pronto una voz los hizo acallar.

--Que ruidosos... ¿No tienen nada más que hacer que joder cuando duermo?-- Una voz varonil les hizo sobresaltarse, todos giraron hacia el techo de la entrada a la azotea donde se veía un hilo de humo ascender, de inmediato apareció la silueta de un chico enderezándose y dirigiéndoles una mirada de odio mientras exhalaba el humo de sus pulmones al quitar el cigarro de sus labios.

SeiryūDonde viven las historias. Descúbrelo ahora