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Nunca había sentido las manos tan temblorosas como en ese instante, el cuerpo de SungGyu estaba lleno de expectativas y temores. Él jamás, jamás en su vida había aceptado salir con algún cliente del servicio telefónico. Eso era mucho más que sensato pues, así como el daba información falsa sobre su apariencia y edad entre otras cosas, los demás podían hacer lo mismo que él. SungGyu era un maestro en disfrazar la verdad, diciéndole a los hombres lo que quieren escuchar para inflar sus egos.

Pero esta vez no era así. 

Por meses pasó fingiendo ser atlético, firme, tonificado y guapo solo para alimentar las fantasías sexuales de los demás. Y eso los encendía como antorcha. Pero el problema con las mentiras es que a la larga, corres el riesgo de creerlas. 

Creer que eres lindo y luego salir afuera y confirmar que no es así es una jodida mierda. Así que cuando estuvo harto de eso y decidió gritárselo a todos (o por lo menos a su cliente ocasional) se sintió liberado y esperó lentamente la decepción del pobre hombre que recibió su descarga de frustración, aunque para su sorpresa la reacción no fue la esperada. 

"Me encantas" lo escuchó decir y la sangre drenó de sus venas e increíblemente esa no fue la parte más extraña. Sino que el joven hombre siguió llamándolo cada noche y hasta pidió su permiso para enviarle mensajes fuera del horario laboral. 

Ahora sabía que MinHo era un joven abogado que comenzaba a incursionar en el mundo legal y tenía poco tiempo para buscar pareja, llegó a la hotline siendo guiado por la curiosidad (y la necesidad) y quedó absolutamente colado por él. 

No por SungGyu el sensual deportista. 

No por el esbelto bailarín. 

Ni por el erótico estudiante. 

Era por el gordito SungGyu, con carnes blanditas y mofletes regordetes. Increíble pero cierto. 

Aunque se recuerda a sí mismo las categorías de gordos. Él está en el último nivel de la pirámide. Tampoco quería comprar el discurso de que era de esos chicos grandes con tanta grasa como belleza, no había nada lindo en él. 

Y ahora tenía una cita con el chico en cuestión. ¿Qué pasaría? ¿Y si era un acosador y solo quería aprovecharse de él? O tal vez podría ser un bromista con ganas de divertirse a costa de su persona. Todo podía pasar. Todavía tenía todo una tarde para cambiar de opinión mientras el momento se acercaba. 

Era sábado y como no tenía clases su turno se extendía por las tardes. WooHyun no acostumbraba a ir en esos horarios pero como las festividades de año nuevo se acercaban había mucho trabajo y el pago por las horas extras era muy bueno. Así que ahí estaban, compartiendo otro día más entre bolsas de comida para gatos y botellas de leche. 

Si, muy romántico. 

–¿Puedes traer la escalera del deposito? –Le había pedido desde algún lugar detrás de las góndolas. 

–Oh, sí. Si. Vuelvo en un minuto.

SungGyu corrió a la parte trasera y trató de divisar la escalera plegable en algún lugar. No estaba en el rincón de las herramientas. Tampoco junto al baño. 

–¡Ahí estas! –Murmuró para sí mismo mientras reorganizaba algunos paquetes para llegar a la escalera detrás de la estantería de metal. 

Mientras arrastraba el artefacto de madera hacia el salón escuchó una pequeña conversación, al parecer había alguien con WooHyun pero no pudo saber de quien se trataba hasta que llegó hasta ellos. 

–Hey, SungGyu... –El acalorado saludo solo lo desestabilizó unos segundo, no esperaba ser recibido tan cálidamente después de todo–. Hoy vine yo misma por mi pedido. 

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