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–Un lomo al champiñón con papas noicette y un cabernet sauvignon, por favor.

–Muy bien ¿Y para usted caballero? 

–Umh, si... yo... –Meditó unos segundos mientras pasaba sus dedos a través de la carta–. Creo que pediré el salmón marinado y las alcaparras. Y una botella de agua por favor.

El mesero terminó de tomar el pedido y con una leve sonrisa se retiró del lugar. 

Era la flamante cita luego del préstamo, la primera de, quizás, muchas más. 

–¿Agua? ¿Es en serio, bebé? Hubiera sido mejor acompañar el salmón con un Pinot ¿No crees?

–Soy malo para la bebida, MinHo. No quiero hacer ridiculeces aquí, este lugar es muy... elegante. –Rió, aun desacostumbrado al refinado restaurante al que había sido invitado. 

La noche transcurrió tranquilamente, SungJong ya había realizado el pago y una ilusoria paz volvía a cubrir sus días. Ahora estaba frente a ese espécimen de hombre en todo su esplendor que le invitaba a cenas costosas y lo visitaba luego del instituto para llevarlo a casa donde permanecería a salvo hasta entrada la medianoche, donde tendrían ardiente sexo telefónico como si de dos desconocidos sin nada en común se tratase. ¿Por qué se sentía como que todo aquello no estaba bien? 

–Pediremos postre. –Le avisó al mozo que retiraba sus platos del lugar cuando terminaron la cena.

–Oh, no... por favor. No creo poder soportar más. –SungGyu sonrió apenado–. La cena estuvo deliciosa –Agradeció. 

–Pediremos postre, bebé... ¿Estas despreciando mi invitación?

–¿Qué? No, no... lo siento. Es solo que estoy satisfecho –se encogió un poco en su lugar. 

–Tonterías, siempre hay lugar para el postre, cariño. –Sonrió desestimando su negativa–. Dos copas de mousse con baño de chocolate blanco. –Indicó al mozo que los miraba con confusión pero sin más anotó el pedido y se retiró. 

Minutos después, SungGyu miraba la copa frente a él. Realmente se veía delicioso pero él creía que si daba un solo bocado más, el botón de su pantalón saldría volando por los aires y le pegaría en el ojo al cajero. 

–Come SungGyu, no desprecies mi invitación. –Susurró él otro mientras miraba sus labios arrugarse en indecisión sobre consumir o no–. Come –y eso definitivamente sonó como una orden. 

MinHo estaba pletórico en el movimiento de sus labios saboreando el chocolate se imaginaba el estallido de lo dulce en una mezcla perfecta con el amargo del cacao y era simplemente majestuoso. 

–Eres tan lindo –susurró casi sin voz. 

SungGyu sonrió, porque todo lo que podía hacer era sonreír ante quien se había presentado como su salvador cuando no había más esperanzas que perderlo todo. 

–Buen día, busco al señor Kim SungGyu. 

–¿Eh? ¿A SungGyu? Umh, si... un momento por favor. –SungYeol levantó una mano en señal de que esperara y se introdujo al interior de los depósitos donde su amigo se encontraba desempacando un nuevo pedido de arroz que había llegado esa mañana–. Hey, Sunggie –Lo llamó–. Te buscan ahí afuera. 

SungGyu levanto la mirada algo confundido ¿Buscarlo a él? Lo único que se le podía ocurrir era que alguno de sus hermanos hubiera ido por él por alguna emergencia y realmente esperaba que no fuera así. 

–En un minuto voy, SungYeol. Solo dejaré estas cajas en orden. –Avisó y volvió a levantar el enorme bulto entre sus brazos. 

WooHyun había estado prestando atención al intercambio de palabras, ya había pasado una semana desde el fatídico día en el que asumió sus sentimientos por el otro, pero eso no significaba algún cambio en su relación. No era fácil tener que interpretar las personalidades ambiguas del chico, él quería a SungGyu, pero él no parecía registrar eso en su radar. 

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