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No era su primer beso, por supuesto que no, pero la boca de SungGyu era tan adictiva, tan dulce y caliente que no podía parar de hacerlo. Era simplemente un fiel devoto de esos labios y no le molestaría rendirle culto de por vida si con eso obtenía más de esos roces. No había podido sacar sus manos del chico desde que la admiración lo empujó a un abismo sin retorno como lo era Kim SungGyu.

-Volveré a casa para darme un baño, por favor lleva esta bandeja a tu madre como muestra de mi arrepentimiento. -Susurró mientras se escabullía de entre los brazos de WooHyun que lo tenían apresando contra la mesada de la cocina.

-Solo un beso más. -Las palabras acariciaron la piel de su boca rojiza y no pudo retener ese gemido ahogado cuando otra vez esas manos vacilantes lo aferraron a su cuerpo y consumieron su ser en un beso mórbido.

WooHyun sintió cada uno de los huesos de su cuerpo desplomarse a la vez, alguna vez había anhelado tanto ese tacto tan suave e íntimo. Había dibujado en su mente ese momento decenas de veces, en sus sueños más profundos él le hacia el amor sobre el sillón, en la mesa, sobre la alfombra. Mil maneras diferentes de recorrerlo y descubrir qué lo hacía gemir. Abrió los ojos lentamente y acunó su rostro entre sus manos, la suave piel bajo sus pulgares se sentía tibia, esas pestañas barriendo lejos sus problemas mientras le daba paso a la luz de sus ojos castaños.

-Debo irme, o no llegaré a trabajar.

Por mucho que hubiera querido retenerlo él sabía que ambos tenían una obligación en común, pero aun así pensaba que si interrumpían ese momento la oportunidad se le escaparía como arena entre los dedos. Bajó la mano delicadamente mientras acariciaba la piel de sus brazos hasta entrelazar juntos sus dedos, la levantó para dejar un beso allí y uno más sobre la boca de SungGyu.

-Te veo ahí. -Dijo, forzándose a sí mismo a soltarlo y permitirle salir de su casa.

Y mientras lo veía caminar hacia afuera podía notar que no había ni una sola cosa en él que estuviera mal, ni una sola maldita cosa.

WooHyun sonrió. Tomó la bandeja bien preparada entre sus manos y la llevo hasta el cuarto de su madre, ni siquiera miro que es lo que le estaba llevando, solo podía ver el esmero que el menor había colocado en ella y todo el sentimiento de culpabilidad que cargaba.

Pero SungGyu no hizo nada mal. Empujó la puerta y vio lágrimas secas en los ojos de su madre mientras dormía. Una vez más la compadeció. Dejó la bandeja a un lado, en la mesa de noche y la observó cierto tiempo antes de levantar la mano y quitar el flequillo cayendo de su rostro. Él simplemente se negaba a creer que ella moriría allí, así, aún había mucho en la vida para ver y disfrutar.

La charla que escuchó detrás de la puerta le dolió, no le sorprendió pero de alguna manera se sintió herido. SungGyu la había puesto en su lugar, su boca pronuncio cada una de las palabras que su pecho había tragado para no decirlas y ahora se sentía levemente aliviado. Quizás era momento de retomar su papel de hijo e intentar una vez de reconstruir el vínculo. Salió de la habitación y se dirigió a la suya a tomar una ducha.

¿Dónde mierda estaba HoWon?

La cama en su cuarto estaba desordenada, aún no parecía real el hecho de hace unas horas hubiera dormido junto al chico que había deseado por mucho tiempo pero que había sido víctima de sus prejuicios. Aun había algunas cosas qué resolver pero por lo pronto se centraría en solo una a la vez.

Tomaría un baño, iba a llegar un poco tarde pero hoy estaba del humor suficiente para recibir algunos regaños de parte de SungYeol.

SungGyu era una enorme sonrisa desplazándose hacia el trabajo, sus labios aun cosquilleaban bajo la sensación de ser besado con voracidad. No podía quitar la estúpida mueca de su rostro y sabía que no podría hacerlo en un buen tiempo. Su cielo gris ahora tenía un sol brillante y este tenía nombre y apellido: Nam WooHyun.

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