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–¿Qué haces aquí? SungGyu está en casa de SungYeol, pasará la noche allí. –La puerta empezó a cerrarse después de decir eso pero medio cuerpo del chico detuvo el accionar del mayor–. ¿Qué se supone que haces?

–Lo siento, ni siquiera me dejaste saludar. ¿Hay algún problema, SungJong? –Indagó preocupado antes de ser expulsado fríamente del interior de la vivienda.

SungJong suspiro sonoramente, no quería ser él quien destruyera las ilusiones del chico pero tampoco podía permitirse que los sentimientos siguieran creciendo en su interior. No desde la última vez en la que HoWon lo visitó y pudo notar claramente como dentro de sí irradiaba el calor típico de una persona enamorada. ¿Cómo podía él enamorarse de alguien como HoWon? Apenas tenía tiempo para darse una ducha antes de correr a otro trabajo y comía entre horas. El dinero escaseaba y no podía darse el lujo de caer en el amor.

Pero HoWon tampoco merecía un mal trato cuando todo lo que había hecho era darle apoyo y contención en su forma más pura y desinteresada.

–Tienes razón, HoWon. Perdóname, estoy algo estresado últimamente –se disculpó y destrabó el paso para dejarlo entrar.

–¿Quieres hablar de eso? –Lo siguió muy de cerca hasta detenerlo poniendo una mano en su hombro.

SungJong se veía realmente abatido, HoWon sabía qué clase de persona era el mayor. Siempre velando por el bienestar de su familia, sintiéndose eternamente responsable por ser el mayor de sus hermanos, cargando con más peso del que debería por no atreverse a delegar tareas a los demás. Luchando solo y en silencio, aguantando todo. Simplemente aguantando. Era tan injusto que se hiciera eso a él mismo, él lo sabía y quería hacer todo lo posible para aliviar su pesar. Pero el mayor era testarudo hasta los límites, sabía que hablarlo no funcionaría porque era de esos que lo callan todo, que prefieren hacer antes que pedir ayuda y aguantar en silencio todo.

Estaba saturado hasta el alma, sus ojos lucían grandes bolsas debajo y su piel estaba levemente amarillenta. Él no iba aquedarse callado viendo como a SungJong se le iba la vida de esa manera.

–¿Hablar sobre que, HoWon? No hay nada de qué hablar. –Fingió una sonrisa que llego como una mueca cansada a sus ojos.

–Estás exhausto.

–No, no lo estoy.

–No era una pregunta.

SungJong clavo sus ojos incisivos en el menor que poco a poco se adentraba a la cocina como si fuera el dueño de casa situándose detrás de la mesada, revolviendo las alacenas como muchas otras veces lo había hecho él.

–¿Qué haces? –quería detenerlo, sacarlo de allí y empujarlo hasta la puerta para que se marchara. Quería gritarle que se fuera, que no le hacía bien tenerlo en su cocina, preparando un té despreocupadamente para cuidar de él, recordándole que era todo lo que deseaba y que nunca podría tener.

– ¿No es obvio? Estoy cuidando de ti. –Respondió con ligereza sin siquiera mirarlo al hablar, como si fuera lo más natural de universo.

–Deja de hacerlo, no tiene que preocuparte por mí. No es tu deber, no lo necesito. Eres el amigo de mi hermano, ni siquiera tendríamos que estar relacionándonos –camino hasta él y le quitó la taza de la mano dejándola de nuevo en su lugar, sabía que estaba siendo demasiado brusco pero no tenía otra opción. HoWon parecía no querer aceptar las indirectas–. Ve a casa Hoaegi, estudia mucho y cuida de las personas que amas. Disfruta la vida y cuando llegue el momento, trabaja duro. Peor no ahora, No así. No seré una carga para ti.

SungJong tomo su mano y lo guio hasta la entrada pero cuando el menor descubrió sus intenciones se detuvo impidiendo su cometido.

–Pero que-

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