Episodio 42. (Capítulo final)

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Parte 42.

Abro mis ojos lentamente sintiéndolos pesados y volteo a ver el reloj sobre la cómoda a un lado de mi cama, 7:08 am.

Aparto las sábanas de mi cuerpo y en un par de acciones me siento a una de las orillas de mi cama, mi mirada puesta en los suelos y mis manos apretando con un poco de fuerza las frazadas de la cama.

Me cuesta tanto levantarme, me cuesta tanto seguir.

Me dirijo al baño y después de tomar una larga ducha, bajo a la cocina, rebusco entre los estantes, bato un par de huevos para preparar un omelette de queso y lleno un vaso con leche fría, me siento a un costado de la barra y comienzo a desayunar.

¿También les pasa que realizan acciones mientras su mente, alma y corazón están en otro lugar completamente?
Caigo a la realidad cuando un salpicón de salsa hace contacto en mi camisa.
Subo rápidamente las escaleras mientras desabotono la camisa salpicada y busco entre mi armario una similar, manga larga de botones y cuello color blanca. Tengo que lucir lo más decente posible.
Me doy una última mirada en el espejo para asegurarme que todo esté en orden y cuando lo confirmo, vuelvo a bajar.

Decido caminar hoy, aseguro las puertas de mi casa y tomo el camino largo.

Nunca había sentido el camino tan estrecho y cansado como está mañana, me restan unas cuantas cuadras para llegar cuando visualizo una florería, jamás había prestado atención , quizá porque siempre estor muy distraído y porque usualmente este no es el trayecto que suelo recorrer.
Me acerco para admirar la mercancía y me distraigo un poco al observar las hermosas flores y los llamativos colores que desprenden de los estantes y las canastas.

-Buenos días joven. -Una risueña viejita de unos 60 años con gafas, cabello corto y canoso me saluda amablemente.

-Buenos días.

-¿Desea algo? -Pregunta sonriendo.

-Quiero 21 rosas azules.

-Con gusto.

Tengo dos tonos de azul ¿de cuál desea? -Cuestiona señalando con su dedo un par de cestos repletos con rosas abotonadas.

-Usted dígame ¿cuál es más parecido al tono con mis ojos?

-Mm.. -La señora voltea a verme y luego sonríe. -Este. -Dice levantado un puñado de rosas.

-Ese será entonces.

Toma unas grandes tijeras, y con mucha dedicación y cuidado comienza a cortar el tallo restante de cada flor acomodándolas en un hermoso listón del mismo color, acompaña con pequeñas margaritas blancas y me tiende el ramo.

-¿Son para su novia joven?

Sonrío. -Si, son para ella.

-Disculpe la imprudencia. -Me sonríe. -Pero se que le encantarán.

Le devuelvo la sonrisa tomando con mis manos las rosas y asiento. -Estoy seguro.

Termino de pagar por las flores y después de un gesto de despedida, continuo con mi camino.

Una vez andadas las calles restantes, sobre mis labios se forma una mueca de sonrisa al verme justo enfrente, cruzo la calle asegurándome que sea el momento adecuado y cuando estoy en la otra orilla saludo al hombre que siempre se mantiene en la puerta de entrada.
Registro mi visita y recorro el pequeño camino que he memorizado a la perfección.

Con las rosas entre mis manos admiro cada detalle unos pequeños segundos antes de sentarme a un lado, sobre el césped húmedo. Acaricio  su nombre con las yemas de mis dedos. Nora Walker.

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