-11-

2.1K 363 60
                                    

—¿Qué carajos te sucede, Grace?

Marcus saltó del carro podador —que se prestó del jardinero— y caminó hacia ellos. Su mandíbula estaba tensa y los celos podían sentirse en el ambiente.

Nathaniel se puso alerta, siempre sospechó que ellos tenían algo, pero esta era su oportunidad para acabar con su absurdo romance.

—¿Desde cuando eres tan amiga de él?

La abrazó con mayor fuerza, impidiéndole girar, no quería que se enfocara mucho en Marcus, quizás sus sentimientos se vuelvan una carga para él. Aprovecharía su amnesia para sacarlo de su camino.

Sí, eso haría.

—Se te olvida que es mi novia —le contestó con sorna, enarcando una ceja, burlón.

—Suéltala, quiero hablar con ella.

Su instinto competitivo despertó fieramente y, con una sonrisa ladina, sujetó el pequeño mentón de Kenny e hizo que lo mirara.

El aliento le faltó al ver los ojos llorosos y miró con ira contenida a Marcus, ¿qué fue lo que le hizo?
Regresó la vista a ella y la escudriñó con pericia, analizando cada uno de sus rasgos, a la luz del día, se veía aún más bonita.

—¿Qué pasó, cariño?

Atormentada por la asombrosa belleza de su prometido, Ginger sorbió su nariz de una manera muy poco femenina, ruborizándose por su terrible error.

Él carcajeó suave, con su voz aterciopelada, y sin esperar respuesta, se inclinó sobre ella para darle un beso, que si bien debió ser tierno, terminó transformándose en un acto lleno de desesperación por parte de Nathaniel.

Sí, era pésima besando, pero le gustaba, porque le permitía llevar el control, algo que con ella le urgía tener.

—¡Kenny!

Su beso se rompió y ella salió corriendo en dirección a Emmy, la buscó con la mirada pero Kenny no se giró, ni siquiera se había atrevido a mirarlo.

Se acarició los labios, estoico, e hizo una mueca. No podían gustarle sus besos, ni siquiera debería gustarle ella. No entendía en qué momento subió de peso, pero eso debería alejarla más de sus gustos, no inquietarlo. Aparte, ahora ni siquiera desprendía confianza; estaba tímida y reacia.

—¿Qué pasó?

Ginger se abrazó a la única persona en la que podía confiar y negó con congoja, triste por no poder frenar al señor Nathaniel cada vez que lo tenía cerca.

No solo le había robado un beso, sino dos, y cada vez eran más abrumadores por la certeza que implementaba sobre sus labios.

—Ese hombre quiso lastimarme —susurró solo para que ella escuchara y Emmy frunció el ceño.

—¡¿Qué demonios haces aquí, Nathaniel?! ¿Qué quisiste hacerle, cabrón?

El castaño abrió los ojos de par en par y Kenny jadeó.

—Él no, fue el otro —miró con timidez al pelinegro, escondiéndose tras la rubia—. Vino en eso —le señaló el carro podador y Emmy ahogó su carcajada, poniéndose tan roja como un tomate.

—Yo no hice nada, simplemente quiero hablar con ella a solas —espetó Marcus.

El impacto de sus palabras casi le provocó un soponcio. ¡Era un indecente! ¿Cómo se le ocurría pedirle tal acto tan indecente? ¿Es que estaba demente? Si a Nathaniel le importara de verdad, ya lo hubiera retado a un duelo.

—No, no te la llevarás.

La piel se le erizó y bajo la luz del sol, admiró sus fuertes rasgos, su mandíbula tensa y sus cejas espesas; era muy atractivo. Sus labios...

El calor asaltó sus mejillas.

—Ella vendrá conmigo —indicó él, sacándole de su ensoñación.

Quiso jadear, pero la carcajada de Emmy le robó la palabra.

—Ambos pueden irse al carajo, Kenny y yo iremos de compras.

Con su mano simuló el movimiento de un abanico y empezó a respirar con dificultad.

¡Ella dijo... Eso! Oh por Dios, ¿es que en esos años la gente se volvió loca?

Nathaniel no objetó ante la idea de que Kenny se relajara, tal vez requería distraerse un poco para sentirse más cómoda, se veía muy tensa y en el fondo no le gustaba.

Compras... Esa sería su mejor terapia como la niña caprichosa que era.

—Ten —sacó su billetera y le tendió su tarjeta de crédito.

Kenny aleteó sus pestañas, confundida.

—Cómprate lo que quieras, mereces que te consienta —le dijo en tono galante, guiñándole el ojo.

Marcus bufó y los ojos de Emmy brillaron con astucia. Sería un día inolvidable.

«Grace, donde sea que estés, estoy segura que esto te hará muy feliz».

Sonrió con malicia, viendo como Kennydos giraba la tarjeta mirándola con curiosidad.

¿Acaso podía ser más tierna?


REGRESÉ.

BUH, NOS CAMBIARON DE CATEGORÍA, MUCHACHAS. 

ESPERO NO SEA MUCHO PEDIR; QUISIERA QUE ME AYUDEN A RECOMENDAR LA HISTORIA, POR FAVOR.

HOY NATHANIEL PAGA LAS FACTURAS ;)

Este siglo no es míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora