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—Oh por Dios, señorita, debe escapar por la ventana, el carruaje de su padre está en la puerta.

—¡¿Qué?! Tú dijiste que llegaría mañana —chilló poniéndose de pie. Las manos empezaron a sudarle frío y tragó con fuerza.

—La parecer llegó antes, por favor, debe huir.

—Pero aún no me mandó a llamar, tal vez consiguió un préstamo.

El sonido de la puerta principal abrirse les robó el aliento y ambas guardaron silencio. Las voces que venían de abajo no se entendía con claridad, pero hasta ahora todo seguía normal.

—Se oye todo bien —musitó con un hilo de voz y Emma ladeó la cabeza.

—Solo es cuestión de tiempo para que...

—¡¿Dónde está?!

Dieron un brinco en su lugar y Emma no logró reconocer la voz masculina, no era la del señor.

—¡Exijo ver al señor Bellamy!

—Pero su excelencia, espere por favor.

—¿Le debe dinero a ese hombre?

Kenny se abanicó con nerviosismo y el sonido del fuerte impacto de las puertas en primera planta las tensó. No podían quedarse tan tranquilas, tal vez algo muy malo sucedería abajo.

Gritos no muy claros, hizo que Kenny sujetara la falda de su vestido y bajara al primer piso con pasos sigilosos.

—¡Ya le dije que no tengo nada que ver!

Ese era el doble de Joseph.

Se dio cuenta que llevaba el pelo suelto y gruñó, no podía hacerse ver así en esa época.

—¡No pienso caer en su trampa, no me casaré con su hija!

¿Hija? OMG. ¡Tenía una hermana!

—Es el honor de mi Kenny el que está en juego. —Su emoción se bajó al menos diez rayitas y abrió los ojos de par en par. ¡¿Ella?!—. Usted le levantó la falda y ahora pretende negarlo, es un sinvergüenza.

—Yo no hice tal cosa.

Curiosa —como siempre— asomó el rostro para ver qué sucedía en el estudio de su padre suplente. No le bastaba con escuchar, ¡claro que no! Ella tenía que verlo en primera fila. Se llevó una terrible sorpresa. El desconocido le apuntaba a su padre de ese siglo con una pistola y sospechaba, por cosas de la vida, que ella era la culpable.

—Consiga sus padrinos, señor Bell...

—No, espere —abrió la puerta bruscamente y se puso entre ambos cuerpos—. No puede matarlo —enfrentó al hombre y cuando sus miradas se encontraron, las piernas le temblaron. Los ojos azules parecían capaces de traspasar su alma, estaba segura que ni un balazo podría perforarla tanto como esa mirada.

—Apártese, esto es entre Bellamy y yo.

—No entiendo por qué hace esto. Además, es mi nombre el que está en juego, yo soy su hija, la que se supone: usted levantó la falda.

Realizó un rápido peritaje, pero no se dejó influenciar por su exótica apariencia. Suficiente tenía con la mujer que estaba buscando como loco como para tener que lidiar con esa señorita.

—Porque limpiaré mi honor, usted divulgó una mentira.

Jadeó. Eso era mentira.

—No me apartaré, si su problema es conmigo enfréntese a mí.

Este siglo no es míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora