Capítulo 1

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Era de mañana, las manecillas del reloj despertador marcaban las seis con diecinueve minutos, restaban solo unos segundos para que retumbara el estresante chirrido que haría tener un mal día a Grayson

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Era de mañana, las manecillas del reloj despertador marcaban las seis con diecinueve minutos, restaban solo unos segundos para que retumbara el estresante chirrido que haría tener un mal día a Grayson. Salía de aquel bello sueño en el que imaginaba ciudades de papel en blanco gritando y suplicando por obtener algo de color. Con una lata de pintura en aerosol en su mano decidió concederles su más anhelado deseo, agitando y presionando, liberando así una capa de pintura negra creando líneas paralelas y figuras geométricas que una vez impresas se extendieron sobre toda la superficie. Cuando el color oscuro cubrió todos los edificios estos se encendieron en fuego y poco a poco se consumieron hasta las cenizas. Y al final, justo en una pequeña casa de papel quemado se encontraba él, abatido y desnudo.

Abusado.

Después de haber tomado una bocanada de aire al sentir que se ahogaba, Grayson despertó, su corazón retumbaba tan fuerte que sentía pequeñas presiones en él, mismos que le causaban espasmos por todo su cuerpo. Inmediatamente llevó ambas manos hasta su pecho comenzando a alarmarse.

—Estás bien —repetía una y otra vez tratando de calmarse—. Todo está bien. No te pasa nada.

Cuando consiguió ponerse a sí mismo en orden, un largo bostezo escapó de su interior mientras con su mano trataba de oprimir el botón correcto para desactivar la alarma de su escritorio.

Tras recordar las escenas de ayer por la noche un escalofrío atacó su espalda. Esperaba que lo ocurrido el día anterior no fuera un problema más añadido a su lista, no tendría tiempo para lidiar con aquello. Por su propio bien, la única cosa que le quedaba por hacer era continuar con su vida diaria. Aunque ahora tomaría las precauciones necesarias.

Grayson se prometió que debía hacer algo al respecto.

Oficialmente ya solo quedaba una semana para navidad, al igual que faltaban siete días para el día más ajetreado de toda su joven vida en su trabajo. Aunque la mitad de las posiciones eran de medio tiempo, James no tenía ningún inconveniente con pagar un bono extra a los que se quedaban pasada la media noche laborando. Pero estaba bien, porque cuando las manecillas marcaban las doce se presentaba un grupo de chicos que se complacía al tocar por algo de dinero en el Café; uno diferente cada año, lo cual era agradable, podían deleitarse con diferentes ritmos. Las familias cenaban encantadas con el ambiente hogareño que ofrecía el lugar y la música en vivo, sumado al calor suave de la chimenea que se encendía exactamente un minuto antes de que el café abriera sus puertas. Además, su madre le acompañaba a cada uno de los eventos que celebraban únicamente los empleados y sus familias. Era mágico, era como una familia de verdad. Todos se sentaban juntos en las mesas bebiendo chocolate caliente o el ponche de frutas de Charlie, rodeados de buenos amigos, no había mejor manera para celebrar como la fantástica tradición que se había ido formando cada año: pasar la noche en el trabajo.

Luego de haber meditado y tomado un respiro, arrojó su vista hacia la pared colorida en contraste con las líneas doradas que se filtraban por la cortina e iluminaban los grafitis que fueron plasmados en momentos de inspiración y desahogo, en el tiempo libre que tenía regularmente. Esa era su forma de pasar el tiempo, necesitaba dejar salir todas aquellas ideas que azotaban su imaginación y expresar la creatividad de sus pensamientos. Solía llamar a su habitación: la guarida secreta. No dejaba que nadie entrara a aquel lugar tan significativo para él. Se trataba más bien del espacio perfecto que podía usar para perderse en sí mismo y reflexionar mientras escuchaba a su músico favorito, cosa que siempre hacía cuando buscaba relajarse y deshacerse de las malas vibras que sentía a su alrededor.

Buenos días, HéroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora