El tiempo pasó tan rápido que fue difícil de creer que ya era veintiocho. Tres días para que el año terminara y nuevas oportunidades comenzaran. Oficialmente, su turno de trabajo había terminado y no empezaba dentro de una semana. Anabeth le había dicho que dejara el Café para comenzar a hacer cosas de un adolescente normal, como salir a fiestas o con amigos; el trabajar le quitaba mucho tiempo. Ella había estado ahorrando desde que había comenzado su empleo en el hotel y ahora tenía una buena cantidad de dinero en las manos, suficiente para mejorar considerablemente la vida de ambos. Grayson estaba orgulloso de su madre.
Alguien golpeó la puerta con su puño. El moreno dejó su laguna mental para levantarse y atender a quien sea que fuese. Pasó las manos por su cabello antes de abrir y encontrarse a un mensajero sosteniendo un paquete en sus manos.
—Entrega para... —se detuvo, leyendo su tabla— Grayson Lauricello. Firme aquí, por favor.
El chico le entregó la tabla y un lapicero. Grayson, con el ceño fruncido firmó y en cuestión de segundos tuvo la caja.
Caminando de regreso a la casa y cerrando la puerta de una patada, dejó el paquete en la mesa y comenzó a abrirlo por las pestañas, encontrando un jersey de color rojo vino con el número ochenta en dígitos blancos, el borde de las mangas y cuello era del mismo color. Debajo había una cazadora negra de cuero. La nota estaba entre ambas prendas.
Sonrió. Apretó la playera contra su pecho y cerró los ojos. Él era tan detallista, ¿cómo pudo encontrar a alguien así después de tanto tiempo? Parecía tan... imposible.
Deslizó el celular fuera de su pantalón y rápidamente tecleó un mensaje hacia Leo.
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Buenos días, Héroe
RomanceGrayson y Leo cruzaron caminos en el momento y lugar equivocado en lo que fue una simple coincidencia. Sin embargo, deciden continuar con la extraña atracción que surge entre ellos que los incita a estar cada vez más juntos. En su búsqueda por encon...