Capítulo 8

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Era veinticinco de diciembre cuando el día no podía ser más perfecto

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Era veinticinco de diciembre cuando el día no podía ser más perfecto. El cielo se encontraba en un azul celeste increíblemente claro, el aire se respiraba más limpio e incluso no hacía tanto frío, o quizá simplemente se trataba de la maravillosa noche que Grayson había pasado junto a su madre y Leo, los tres sentados en una mesa y conviviendo como si se tratara de una familia, no podía pedir nada más. Aunque su cuerpo temblaba de emoción, todavía estaba demasiado aturdido por el cambio repentino de sus gustos.

En la despedida, a las doce y media había evitado el beso que Leo quiso robarle porque, uno, su madre estaba justo atrás y dos, no quería dejarse llevar por el sentimiento que un roce de labios desataba, dando paso a muchos más. Así que simplemente lo jaló en un fuerte y rápido abrazo deseándole una linda noche.

Tenía mucho en qué pensar acerca de sí mismo, hilar algunas ideas y sacar conclusiones coherentes a la frustrante situación de estar saliendo con un chico. Aunque ninguno de los dos sabía cómo denominar la extraña relación que llevaban. Todavía debían experimentar cosas nuevas y los problemas que podrían venir. Ambos carecían de experiencia sobre el tema de sexualidad entre ambos géneros; sin embargo, eso no significaba que no lo intentarían. Darían su mejor esfuerzo.

Hoy, Grayson tendría una muy seria charla con Leo, exponiendo sus puntos de vista, inconformidades y sugerencias. Tenía que poner fin al extraño cosquilleo en su estómago y el terrible dolor en su pecho. Lo mejor es que sería justo ahora.

Con la vestimenta adecuada para hacer deporte y su iPod en el brazo, salió de la casa continuando con su rutina. Había acordado ver a Leo hoy en el parque; lo que no había pensado es que estaría parado frente a su casa, esperándolo.

—Buenos días —dijo Leo.

—Sabes, esto parece un poco acosador —se burló el moreno.

—Me resulta divertido. Aunque podría hacer mucho más —canturreó.

—Ni se te ocurra, primero debemos charlar.

—Está bien, ¿de qué quieres hablar? —preguntó mientras caminaba a su lado, rumbo al parque.

—Nosotros. Esto... Necesito decir algunas cosas, ¿correcto?

Leo sostuvo el aliento por unos segundos.

—Me parece justo.

Se preparó mentalmente para lo que estaba a punto de decir. Debía afrontar el miedo y, con el paso lento del tiempo, salir de aquel cascarón. Leo podría ayudarlo.

Si tan solo fuese más valiente para pedirlo.

—Quiero... quiero llevar esto con calma. No estoy acostumbrado a los besos y esas cosas, menos con un hombre. Así que dame tiempo, sé paciente.

—De acuerdo, no hay problema con eso. Trataré de ser un poco menos... afectuoso, por ahora —dijo la palabra con cierta confusión.

—Gracias. Y quiero que vayamos despacio; todavía tengo mis dudas sobre esto, no es fácil llevar una relación con un chico, ¡pero lo voy a intentar! Lo juro. También necesito mi espacio personal, ¿captas? Es vital, Leo, debo tener mis tiempos en donde quiero estar solo y espero puedas respetar eso.

Buenos días, HéroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora