Capítulo 6

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—¿Qué tienes ahí?

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—¿Qué tienes ahí?

Leo y Grayson estaban de nuevo en la parte trasera de la camioneta, bien abrigados a pesar de que las ventanas estaban cerradas. Las pequeñas vacaciones habían terminado para ambos. Acordaron, por supuesto, repetir el viaje en otra ocasión y no hablar sobre el desmayo del moreno; conociendo la reacción de su madre, prefería mantenerlo en secreto. A pesar de que solo habían estado dos días, todos se habían divertido en grande, Travis con sus nuevos ligues, Alex coqueteando con cualquier chico que le llamase la atención y Grayson admirando cada pequeño detalle de la naturaleza. Al finalizar su aventura los cuatro chicos acordaron que el día en que todo estuviese mejor, irían a algún otro lugar más cercano, juntos. Y esa vez, aplazarían más su estadía, incluso podrían ir al extranjero.

—¿Qué?

—Tienes algo en tu cabello.

—Uh, me caí. Nada importante.

—No, bueno, sí, aparte de la nieve y algunas ramas —rió—. Pero sobre tu oreja, ¿es una flor?

Entonces recordó.

—Noel me la ha dado esta mañana. La tomó del florero de su escritorio y me la obsequió.

—¿En serio? —dijo con un pequeño tono molesto— ¿Por qué ha hecho eso?

—Pues ha dicho que le he caído bien y me la ha regalado. ¿Te molesta?

—No —respondió al instante, nervioso—. Es solo que a mí no me ha obsequiado nada —Leo resopló, intentando parecer molesto, pero fallando en una cara graciosa.

—Bueno, quizá no te lo merecías.

Grayson respondió con aire de suficiencia.

—Ah, ¿sí? ¡Pero si fui muy amable con él!

El moreno se carcajeó por unos segundos antes de volverse serio.

—Bueno, no lo suficiente. Supéralo, Santore. Yo tengo una flor y tú no —se burló, mostrándole la lengua.

Las palabras habían llegado al pelinegro con tanta naturalidad que ni se había fijado en el momento en que Leo comenzó a reír.

—¿Qué te ocurre?

Leo regularizó su respiración y luchó internamente por no lanzar otra carcajada.

—Nada. No es nada.

Pasando el tiempo, Grayson se había dormido acurrucado en su esquina, mientras Leo miraba al cielo a través de la ventana, debatiendo internamente sobre lo que sentía cada vez que estaba cerca de Grayson. Ese cosquilleo en el estómago... asustaba, para ser sincero. Nunca antes había experimentado la sensación de estar con la persona correcta, el escalofrío que solo significaba una cosa, sensaciones en su cuerpo que gritaban a todo pulmón que Grayson era, quizá, la mejor persona que pudo conocer. Y eso no había ocurrido desde hacía un buen tiempo, no desde la desaparición de su hermano menor. Por una parte, se sentía culpable de tener un mejor amigo que podía considerarlo como su hermano y no fuera el bebé que una vez tuvo en sus brazos, pero por el otro, estaba la felicidad que lo absorbía cuando pasaban tiempo juntos.

Buenos días, HéroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora