Capítulo 4

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—¿Están cómodos? —preguntó Alex desde el asiento del copiloto

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—¿Están cómodos? —preguntó Alex desde el asiento del copiloto.

—Sí, todo bien —respondió Leo, recostado del lado izquierdo de los asientos traseros, dándole la espalda a Grayson y con la cabeza apoyada contra una almohada.

Siendo sincero, Grayson todavía se preguntaba por qué había aceptado la invitación. No es como si fuese fan de salir a acampar a un bosque. De hecho, la idea de estar en medio de la nada, expuesto a algunos peligros comenzaba a asustarle. Era un total fracaso.

El tráfico estaba del infierno y lo que era peor, estaban en épocas navideñas, lo que significaba que en algún punto del camino tendría que haber algún inconveniente. Grayson giró su cabeza para ver a través del cristal, y entonces, por arte de magia apareció un gran congestionamiento justo adelante a una milla.

Resopló y se acomodó en su rincón, cerrando los ojos e intentando obtener un poco de paz. ¿Por qué demonios le había hecho caso a su madre y dejó los audífonos junto con su iPod en la habitación? ¿Y ahora qué?

Dos horas después, Grayson estaba parpadeando repetidamente agitando sus pestañas tratando de enfocar su mirada en Leo que todavía continuaba durmiendo. El sol seguía puesto, pero no llegaba a quemar. Habían pasado la M3 puesto que los árboles eran diferentes y no estaba muy transitada esta zona, cosa que agradecía internamente. Entre pequeños susurros llamó a Travis, causando que este se girara en su asiento rápidamente para volver su vista a la carretera.

—Eh, ¿Travis? —dijo con pena.

—Dime, ¿qué pasa, amigo?

A Grayson se le revolvió el estómago de curiosidad ante esa palabra.

—¿Dónde estamos?

—Acabamos de pasar la A31 y ahora vamos al Best Western de Lyndhurst. 

— Sí. Ahí nos detendremos a descansar unos minutos y luego partiremos de nuevo al New Forest —añadió Alex terminando con un gran bostezo contagioso, quien acababa de despertar.

—¿No es demasiado caro? —preguntó el moreno.

—No te preocupes, ya está todo pagado, ¿de acuerdo? Serán los mejores tres días de nuestras vidas.

—Espera, creí que habías dicho "mejores tres días", ¿qué fue lo que dijiste?

—¿Leo no te lo dijo?


Al llegar al hotel, Travis aparcó la camioneta en el estacionamiento del lado este, justo afuera del lugar. Leo comenzó a despertar, restregando sus manos contra los ojos para enfocar su mirada, parpadeando agitadamente y cerrando los párpados con fuerza, para en el que momento en que los abriera observara a un Grayson de brazos cruzados negando con la cabeza.

—Oh, rayos —murmuró para sí mismo.

—¿Cuándo ibas a decírmelo? —exigió.

Leo percibió que Grayson comenzaba a enojarse.

Buenos días, HéroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora