Capítulo 10

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Grayson despertó sobresaltado, con gotas de sudor corriendo hacia abajo por su frente, el corazón latiendo fuerte y la respiración agitada

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Grayson despertó sobresaltado, con gotas de sudor corriendo hacia abajo por su frente, el corazón latiendo fuerte y la respiración agitada. Tenía una sábana delgada cubriéndolo desde los pies hasta la cabeza. Estaba oscuro y Leo no estaba a su lado. Intentó revisar la hora en su teléfono, pero supuso que debían ser como las cinco de la mañana.

Al saber que se encontraba solo, comenzó a llorar. Buscó rápidamente el interruptor, tropezando con sus zapatos. Cerró sus ojos cuando la luz cobró vida, adaptándose a la claridad y una vez que sus pupilas volvieron a la normalidad, salió hasta la sala mientras buscaba su celular.

Tecleó un rápido mensaje y luego se sentó en el sillón, arropándose con la sábana, buscando calor y tratando de detener el río de lágrimas.

Todo estaba tan en silencio que apenas y era audible el sollozo que se escapaba de su garganta cada cierto tiempo. Dos minutos exactos después, cuando estuvo a punto de cerrar los ojos para tratar de dormir, dos toques sonaron en la puerta, débiles, tratando de no llamar la atención. Grayson se levantó rápido, con los pies descalzos excepto por sus calcetines, corriendo. Una vez que giró la perilla, se abalanzó contra el cuerpo de Leo, terminando de desahogarse llorando en su hombro.

—Lo siento si te desperté; yo me levanté y tuve un horrible sueño.

Leo lo calló con un rápido beso en los labios. El moreno aceptó gustoso. Estaba comenzando a acostumbrarse.

—Si tú me necesitas, voy a estar justo aquí.

Grayson absorbió por la nariz.

—¿Podrías quedarte conmigo?

Leo se lo pensó por un momento.

—De acuerdo.

La puerta se cerró sigilosamente para no despertar a su madre, que probablemente debería estar agotada por un largo día en el trabajo y haberlos acompañado en el día de Navidad. Recorrieron el pasillo en silencio, hasta que el moreno se detuvo frente a su puerta con el ceño fruncido.

Leo obviamente notó que algo estaba pasando.

—¿Qué ocurre?

—Nunca he invitado a nadie a mi habitación.

Las mejillas de Leo se encendieron. Agradeció que todo estuviera a oscuras.

—Bien, entonces me iré.

—¡No! —gritó Grayson en un susurro— Es solo que es un poco extraño para mí.

Giró la perilla y se adentró, con la luz de la luna filtrándose en filas contra la pared. Los dibujos abstractos plasmados sobre concreto casi no eran visibles por los colores opacos y negros.

—Bonito cuarto.

—Eres la primera persona que ha estado aquí, aparte de mi madre.

—Me siento muy halagado —bromeó, y Grayson rió.

Buenos días, HéroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora