"No volver más"

2K 88 0
                                    

Narra Sam

Marco se fue al entrenamiento sobre las once y yo me quedé hablando con Sole durante horas hasta que tuve que salir corriendo a trabajar.

-Pásate cuando quieras, como si fuera tu segunda casa - me dijo antes de abrazarme fuertemente.

Le sonreí y salí corriendo en dirección a mi trabajo. Como llegara tarde me matarían, no hay cosa que más odie mi jefe que la impuntualidad.

Cogí el metro y llegué en media hora. Las cuatro en punto y ya estaba entrando por la puerta de la cafetería. Entré al almacén, y me puse mi camiseta negra y mi delantal. Dejé mi bolso allí antes de ponerle un mensaje a Emily dándole las gracias por todo.

Salí de allí y me puse como una loca a ayudar a Ana que su turno terminaba en media hora. Serví más de diez cafés en 15 minutos, a esas horas la cafetería solía estar hasta arriba.

-Ana, vete ya, yo me encargo - le dije para que se fuera a casa, llevaba desde las nueve de la mañana allí.

-Está hasta arriba, no te voy a dejar sola - dijo mientras hacía otro café con leche. La máquina iba demasiado lenta.

Fui a cargar otro café y de repente comenzó a salir humo. Y dejó de funcionar.

-Tienes que estar de broma - me asomé a ver el enchufe y estaba totalmente negro, se había quemado.

Maldije por todo lo alto y me fui a ver a mi jefe, sin cafés a penas serviríamos nada. Llamé a la puerta y abrí.

-¿Qué pasa ahora? - estaba de malhumor.

-Se ha roto la cafetera - lo dije directamente, no tenía ganas de andar con rodeos.

-Parece que he contratado a los dos camareras más patosas de todo Madrid - tuve que respirar hondo para no contestarle un par de cositas.

Se levantó de su silla y salió a la barra. Estuvo media hora mirándola hasta que se dio por vencido y tuvo que admitir que nosotras no habíamos hecho nada. Mientras tanto, el bar se había quedado vacío.

-Tendremos que sustituir las ganancias de los cafés de toda la tarde por las copas que vamos a dar esta noche. Ana vete y vuelves a las ocho, Sam tu te quedas hasta las doce.

-¿Perdona? - dije un poco mosqueada - No es nuestra culpa que la cafetera tenga mil años y se haya roto, no tenemos por qué hacer horas extras que ni siquiera nos vas a pagar.

-Soy tu jefe, haces lo que te digo y punto, no me vuelvas a replicar nada, y ahora por lista os vais a quedar las dos limpiando el bar para que este listo para esta noche.

Dio un portazo al entrar en su despacho y allí nos quedamos las dos, limpiando porque necesitábamos el dinero. Nos pasamos horas limpiando toda la porquería que había en el bar. A penas nos daba tiempo a barrer por las mañana antes de que llegara el primer cliente.

Eran al rededor de las ocho cuando llegaron los primeros clientes, Rubén había puesto un cartel bien grande en la calle para que todo el mundo se enterara de que dábamos copas a mitad de precio. Iba a ser una noche muy larga.

Los primeros clientes no fueron ni más ni menos que el chico baboso del otro día junto a su panda de amigos. Nada más entrar se nos quedaron mirando fijamente, pero no a los ojos, sino a nuestros cuerpos. Observé como a mi compañera le comenzaron a temblar las manos. No iba a permitir que esos tíos nos acojonaran.

-¿Qué queréis? - pregunté con la voz firme.

-Verás preciosa, hemos visto en el cartel que dais copas a mitad de precio, así que sírvenos 3 ron con coca cola.

-Lo siento, pero la oferta de las copas a mitad de precio es a partir de las nueve y todavía son las ocho - dije señalando al reloj que había en la pared.

-Mira, creo que no le has oído bien a mi amigo, sírvenos 3 copas a mitad de precio ya - no me lo estaba pidiendo, me lo estaba exigiendo y no iba a ceder, suficientes cosas me habían exigido en la vida como para tener que obedecerle a él.

-Sam - la voz de mi jefe retumbó en el bar, esperaba que echara de nuevo a esta panda y nos defendiera como hace siempre - Haz lo que te pide, ahora mismo.

Esas palabras fueron como un jarro de agua fría sobre mí. Ana automáticamente se puso a hacer las copas mientras yo me quedaba allí parado, sin saber que decir y siendo un objeto admirado por tres subnormales.

-Bonita, mueve ese bonito trasero y haz lo que te pide tu jefe.

Esas palabras fueron las que necesité para ir hasta el despacho de mi jefe.

-¿Qué te pasa? ¿De verdad es más importante ganar dinero que la dignidad de tus empleadas?.

Se levantó de la silla, se dirigió a mí y cerró la puerta de golpe haciéndome sobresaltar.

-Ni si te ocurra hablarme así, soy tu jefe.

-No, ya no lo eres, porque suficiente he estado aguantando durante mucho tiempo. Llevo trabajando aquí dos años y cada vez vamos a peor, el bar está bajando y todo por tu gestión. Cada vez vienen más tíos por el simple hecho de vernos el culo, cada vez cierras más tarde y abres más tarde, quieres utilizarnos como objetos de atracción y por ahí no paso.

Estaba furiosa, nunca pensé que terminaría así en este bar después de todo lo que me ha dado.

-No tienes donde ir - se acercó a mí lo suficiente porque para notar su aliento en mi cara - No vas a dejar este bar.

-Claro que lo voy hacer, y no voy a volver, Ana y yo llevamos echando horas extras desde que empezamos y estoy esperando a que me las pages. Trabajo más de 10 horas diarias y solo me pagas 8, lo siento, pero mi dignidad tiene un precio y está mucho más por encima que tú.

Iba a largarme de allí pero me agarró del brazo y me estrelló contra su pecho.

-Te he dicho que no te vas.

-Suéltame - susurré con los dientes apretados.

Pero no lo hizo, simplemente se acercó a mí y me mordió el labio, con tanta rabia que acabó saliendo sangre. Mi cuerpo se tensó e hice lo que mejor se me daba hacer. Le escupí en la cara y le pegué una patada en sus partes para a continuación pegarle otra en el estómago cuando estaba en el suelo.

Salí del despacho agitada, cogí a Ana del brazo y salimos corriendo de allí, dejando todo atrás. Escuché cómo mi jefe nos gritaba desde dentro de la cafetería. Giramos una esquina y nos paramos dentro de un portal.

-Ana, tiene que irte a tu casa y no volver más ¿vale? Recuperaré todas tus cosas, pero por lo que más quieras no vuelvas.

Ella simplemente asintió y se fue corriendo de allí. Yo debería de haber hecho lo mismo, pero no quería encerrarme en las cuatro paredes de mi cuarto.

Iba a ir al único lugar donde me había sentido segura. Iba a ir al bar de Sole. 

Déjame intentarlo. //Marco Asensio//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora