"Eres preciosa"

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Narra Sam

Había revisado la maleta como unas diez veces. Llevaba de todo, varios bikinis, pantalones, vestidos e incluso alguna chaqueta por si hacía mal tiempo, aunque ya lo había mirado, íbamos a tener 38 grados de máxima y 28 de mínima durante nuestra semana allí. No estaba nada mal.

Marco salió del baño con su neceser y el mío en las manos.

-Casi te lo dejas - me lo tendió y me guiñó un ojo.

-Lo tenía controlado - le hice una mueca e intenté hacer un hueco en mi maleta. ¿Por qué llevaba tanta ropa?

-¿Necesitas que te lo meta en mi maleta? - me dijo mientras se reía.

-Creo que incluso queda más hueco en mi maleta que en la tuya, y eso que allí tienes ropa - se hizo el ofendido mientras se tumbaba en la cama como si le acabara de dar un golpe bajo.

Me reí y volví a mirar si llevaba los billetes en el bolso. Estaba deseando coger ese avión, marcharme lejos de aquí y perderme con Marco por las calles de Mallorca.

-¿Llevamos el dni, los billetes, el monedero, el móvil y el cargador? - dijo Marco mientras se tocaba los bolsillos comprobando que llevaba todo mientras yo ojeaba en mi bolso. Sí, estábamos preparados para irnos.

Ir cogidos de la mano por el aeropuerto, buscando nuestra puerta de embarque y riéndonos por cualquier tontería mientras que los turistas pasaban a nuestro alrededor desapercibidos, no entraba en mis planes de futuro. Y doy gracias porque Marco apareciera en mi vida, me hiciera ver las cosas de otra manera y le haya dejado intentarlo.

-Al fin - nos colocamos en la cola de embarque con nuestras maletas de mano y los billetes - Queda media hora aún ¿quieres ir al baño? - preguntó Marco mientras se volvía a poner las gafas de sol.

-La verdad es que sí, entre las ganas de llegar ya y los nervios del avión será mejor que vaya al baño por lo que pueda pasar - rió ante mi comentario y me perdí por los pasillos del aeropuerto en busca de un baño y también de algo que comer.

El viaje a penas habían sido dos horas pero se me había hecho eterno. Más de una vez tuve que aflojar la mano de Marco porque ponía cara de dolor. Odiaba los vuelos, y más cuando a la hora de aterrizar estás dando vueltas durante 15 minutos con turbulencias. Casi beso el suelo cuando bajé del avión. Marco volvió a cogerme de la mano y fuimos a recoger las maletas. Cuando salimos, el padre y el hermano de él habían venido a buscarnos.

-Bienvenidos, ya hemos visto que ha habido un pequeño retraso en el vuelo - dijo Igor mientras me saludaba.

-No me lo recuerdes, que casi beso el suelo cuando hemos bajado del avión - reímos entre todos mientras abrazaba al padre de Marco.

De camino a su casa no paraba de mirar por la ventana fascinada, no pensaba que Mallorca podía llegar a ser tan bonita, y estaba deseando pisar sus playas. El coche subió por un camino de arena y un precioso chalet apareció en mi campo de visión. Nunca había visto algo tan bonito antes. Tenía piscina y una pequeña cancha de baloncesto, lo ideal para no salir de esa casa en todo el verano.

-Ven - Marco me cogió la mano nada más salir del coche - ellos se encargan de las maletas, quiero enseñártelo todo.

Y así fue como me recorrió toda la casa en menos de 5 minutos. Era enorme y me recordaba mucho a mi antigua casa, la de Cardiff. Y no sé quién estaba disfrutando más, si yo viendo la casa o Marco enseñándomela.

-Y aquí vamos a dormir nosotros - entré en la habitación y fue como si el tiempo se parara. Tenía pósters de Zidane por todas partes, varios balones de fútbol y algunas copas bien puestas en una estantería. Las paredes eran de un color azul muy clarito con los muebles de color blanco.

-Es preciosa - dije mientras me acercaba a ver una foto familiar.

-Tú sí que eres preciosa - sus palabras resonaron en mi cabeza durante demasiado tiempo, me quedé allí de pie, mirando por la ventana de su habitación mientras que asimilaba esas palabras.

-¿Qué has dicho? - me giré, estaba a dos pasos de mí y me miró con tanta atención que me puso nerviosa, nunca había sido el centro de nadie y jamás se me pasó por la cabeza que una persona pudiera mirarme de esa manera.

-Que eres preciosa, eso es lo que he dicho - se acercó más a mí y me besó. Un ligero cosquilleo se apoderó de mi estómago, aún no me había acostumbrado a sus besos.

Aquella noche cenamos todos en su jardín, cuatros sillas, con sus cuatro platos correspondientes. Verles reír entre ellos, tan compenetrados y tan suyos me hizo recordar. Tuve que repetirme a mí misma ser fuerte para no soltar unas cuantas lágrimas de nostalgia.

Mi madre y yo habíamos luchado tanto para tener una familia así, para ser felices, que cuando ya lo teníamos, lo perdimos.

-Así que trabajas con Sole ¿no? - me preguntó el padre de Marco sacándome de mis pensamientos.

-Sí, había trabajado en cafeterías antes, así que en cuanto me lo ofreció, acepté sin pensármelo - recordé la primera vez que Marco me llevó hasta allí.

-Me contó Marco que sufristeis un atraco ¿cómo fue? - esta vez era Igor quien hablaba. Marco se aclaró la garganta para decir algo pero decidí intervenir.

-Yo estaba haciendo la caja y Sole limpiando, el muy idiota entró como si nada, estaba él más asustado que nosotras, sería su primera vez atracando - dije con toda la frialdad que pude, quizá fue demasiada.

-Pero al parecer estuviste un día en el hospital, así que muy novato no podría ser - Igor estaba empezando a ser muy molesto y creo que todos en la mesa lo notaron.

-Bueno, un par de puñetazos supongo que todo el mundo sabe dar - dejé los cubiertos sobre la mesa mientras me levantaba de ella - Yo voy a por el postre ¿qué queréis?

-Yo te ayudo - el padre de Marco se levantó y me ayudó a llevar los platos.

En cuanto crucé la puerta del jardín escuché como Marco le decía algo a su hermano, lo que menos quería era que ambos se enfadaran por mí. Cuando llegué a la cocina el padre de Marco se me quedó mirando muy serio.

-Mi hijo te quiere, de verdad que lo hace - me estaba empezando a poner nerviosa con tanto misterio entre él e Igor - Solo hay que ver la manera en la que te mira, y yo sé que tú le quieres - se acercó un poco más a mí y se aclaró la garganta.

-Gilberto... - pero no me dejó acabar.

-Pero también sé que escondes algo, puede que mi hijo esté ciego por ti, pero yo no y te puedo asegurar que lo que menos te recomiendo es que le hagas daño.

-No eres el primero que me lo dice, pero quiero que sepas que su hijo es lo mejor que me ha pasado en bastante tiempo y que no soy tan tonta como para tirarlo por la borda.

Soltó una risa seca mientras apoyaba sus manos en la encimera.

-No me refiero a eso Sam, llegas aquí, ganas un concurso, te portas con todos de una manera artificial, lo único que quieres es agradar a la gente como pidiendo perdón por cosas que has hecho. No me fío de ti, y no en lo referido a que puedas ponerle los cuernos a mi hijo, sino en el sentido de que ocultas algo, lo veo en tus ojos.

Y ahí fue cuando todo se desmoronó, cuando me sentí desnuda ante todos, como si hubiera salido a la luz mi secreto más oscuro, cuando solo había confesado una pequeña parte de todo lo que guardaba.

Déjame intentarlo. //Marco Asensio//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora