"Quería estar preparado"

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Narra Marco

Cuando me levanté eran las 10 de la mañana y Sam no estaba a mi lado. Oí el microondas y sentí el olor a tostadas y a beicon recién hecho.

Sonreí, me estaba haciendo el desayuno. Me levanté, me puse una camiseta y salí derecho a la cocina. Me estaban rugiendo las tripas.

Allí estaba, intentando controlar a la vez las tostadas, el baicon y unos huevos revueltos. Me reí y decidí ir a ayudarla.

-Buenos días, ¿necesitas ayuda? - se giró y me sonrió.

-La verdad que me gustaría decirte que no, que lo tengo todo controlado, pero ya se me han quemado 2 tostadas y no quiero gastar más pan - nos echamos a reír y cogí el mando del fuego mientras ella se hacía cargo de las tostadas y del café.

Olía realmente bien. Tras 10 minutos ya estábamos sentados en la isla del centro de la cocina y con una gran variedad de cosas.

Desayunamos callados entre miradas furtivas y pequeñas sonrisas. Pero la notaba nerviosa, y supongo que era por ir al bar a recuperar sus cosas.

-Sam, podemos contarle a la policía todo lo que ha pasado y que vayan ellos a por tus cosas - ella automáticamente negó con la cabeza.

-No puedo ir a la policía - dejó la taza de café en la mesa y me cogió de las manos - Verás Marco, todo esto es mucho más difícil de lo que parece.

-Pues cuéntamelo, hazme partícipe de tu pasado y déjame ayudarte.

-No vas a poder ayudarme - me estaba empezando a poner nervioso tanta negación, y no aguantaba ni un segundo más sin saber nada de su vida.

-¿Por qué no lo intentas? - más que una pregunta era una súplica.

-Porque no quiero que me dejes y salgas corriendo.

-No me voy a ir ¿vale? Estoy aquí y eso es lo que importa.

Suspiró y se llevó las manos a la cara para después volver a coger las mías.

- Vamos a hacer una cosa, vamos a terminar de desayunar, vamos a ir a por mis cosas y las de mi compañera y después te cuento todo.

Asentí con la cabeza y así lo hicimos. Tras desayunar Sam le mandó un mensaje a Emily con mi móvil diciéndole que estaba todo bien y que por la noche se verían.

Quería acabar ya con todo, que me contara su pasado y volver a repetirla que me daba igual que lo único que quería era estar con ella.

-¿Estás seguro de que quieres hacerlo? - me preguntó mientras nos subíamos al coche para ir a su antigua cafetería.

-Vamos a recuperar tus cosas y las de tu compañera, y no pienso dejarte sola ¿vale?

Asintió con la cabeza y salimos de allí. En media hora habíamos llegado, aparcado y estábamos esperando en la puerta de la cafetería. Sam suspiró y me cogió de la mano.

-Ese que está en la barra es mi jefe, Rubén - estaba limpiando la barra porque no había nadie dentro del bar a pesar de que son las 11:00 de la mañana.

-Todo saldrá bien - le dije, pero también me lo decía a mí mismo. No me gustaba nada meterme en ningún conflicto ni pelea, pero algo con lo que no podía era con la injusticia, por eso estaba haciendo esto.

Aunque tampoco me engañaba a mí mismo, lo estaba haciendo por Sam, para demostrarla que no la juzgo ni por su trabajo ni por su pasado.

Entramos por la puerta y automáticamente nos miró. Se le dibujó una sonrisa en el rostro, una sonrisa maliciosa.

-¿Vienes a pedirme perdón y a recuperar tu estúpido puesto? - preguntó con desprecio.

-Vengo a recuperar mis cosas, y también las de Ana - me soltó de la mano y dio un paso hacia delante. Sam tenía dos pares de narices.

El hombre se agachó y sacó dos bolsos.

-¿Pretendes que te devuelva todo esto después de lo que me hiciste ayer? - pero cómo podía existir gente tan subnormal. No podía estarme callado.

-¿Pero tú te estás oyendo? Después de todo lo que han tenido que aguantar suficiente tienen con no ir a la policía, dale las cosas y olvídate de ellas.

-¿Y tú eres? - preguntó con superioridad.

-No te incumbe - respondió Sam por mí que se acercó más a los bolsos de la barra - Si no te importa - estiró la mano para alcanzarlos - Voy a coger nuestras cosas, nos vamos a largar y no vas a saber más de nosotras en toda tu vida.

Pero Rubén no nos lo iba a poner tan fácil. Estiró el brazo y atrapó el de Sam con fuerza. Me acerqué a ellos pero Sam me detuvo con la otra mano.

-No tienes huevos a tocarme, la última vez te dejé tirado en el suelo, no creo que quieras intentarlo de nuevo - la voz de Sam era firme y dura. Pude ver como una pequeña oscuridad se hacía con ella.

Rubén se lo pensó dos veces, la soltó y dejó que cogiera los bolsos. Nos fuimos de allí sin mirar atrás. No me había quedado muy claro lo que acababa de pasar. Cuando giramos la esquina paré a Sam.

-¿Qué acaba de pasar ahí dentro? - dije un poco agitado.

-Tenemos las cosas, es lo único que importa - se la notaba de mal humor y no entendía nada.

-Me dijiste que me lo ibas a contar - le recriminé, estaba cansado de todo esto.

-Aquí no, por favor - miró por encima de su hombro - Ven a mi casa esta tarde, a las siete, allí te espero.

Y se marchó, me dejó en medio de la calle mientras desaparecía entre la gente de Madrid. Me iba a explotar la cabeza.

Cogí el móvil y marqué el número de Isco.

-¿Qué pasa tío? Estaba apunto de llamarte - al otro lado del teléfono se oía la voz de su hijo.

-¿Podemos quedar para comer? Tengo cosas que contarte.

-Claro, recógeme a las dos, ya no tendré a mi hijo en casa y podemos ir donde quieras.

-Gracias, te debo una.

Oí una risa al otro lado del teléfono y colgué. Tenía toda la mañana por delante y lo único en lo que podía pensar era en Sam, así que decidí irme al gimnasio y entrenar la forma física para el sábado.

Quería estar preparado para el sábado, pero también para esta tarde.

Déjame intentarlo. //Marco Asensio//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora