"Lo bueno y lo malo"

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Narra Sam

Me había dicho te quiero, y sabía que lo sentía de verdad. Odiaba ser así, ser tan cerrada y queriendo apartar a todos los que me rodeaban. Por eso le necesitaba a él, que no me dejara irme porque podría acabar haciendo una locura.

Estallé a llorar, por mí, por él y por todo lo que nos rodeaba. Por todo lo malo que había pasado y quedaba por pasar, por Emily y por mi madre. Hacía tanto que no lloraba de aquella manera que no podía parar.

Es ese nudo que se instala en tu pecho y que por más que llores no puedes parar, sigue ahí, en medio, ahogándote y hasta que no lloras lo suficiente no se va.

Marco me abrazó y nos acurrucamos los dos en el sofá. Menudo numerito estaba montando por un te quiero. La verdad que nunca pensé que alguien alguna vez iba a quererme sabiendo mi pasado, y creo que era hora de que Marco se enterara de todo, de lo bueno y de lo malo.

Sorbí por la nariz y me separé un poco de él, me miró con ternura.

-Mereces saberlo todo - sentencié antes de ponerme cómoda y aclarar mis ideas para saber por dónde empezar- Esos cuatro años de persecuciones, no siempre fueron persecuciones - Marco me acarició la mejilla y puso un mechón de pelo detrás de mi oreja - Cuando pasaron 2 años y era mayor de edad, la policía inglesa me fichó para infiltrarme en una banda de traficantes.

Marco frunció las cejas, no me estaba explicando muy bien.

-Me dijeron que protegerían a mi madre y a mí si lo aceptada - iba a decir algo pero le corté porque sabía perfectamente que estaba muy enfadado con el último comentario - Lo sé, no pueden hacerlo, pero fueron los 2 peores años de mi vida y quería dejar de huir. Tuve que aceptar por mí bien.

-Sam - me dijo con un tono de voz bajo y demasiado dulce - No hace falta que me lo cuentes todo, de verdad.

-Quiero hacerlo, y así me liberaré de todo lo que llevo encima - asintió con la cabeza y dejó que continuara - Estuve durante meses aprendiendo defensa personal y a manejar armas, por eso sabía perfectamente que el arma del ladrón que nos atacó estaba con el seguro puesto. Tras eso, pude infiltrarme.

Respiré profundamente para intentar no saltarme nada, habían pasado tantas cosas en esos dos años.

-Empecé en bandas pequeñas, y poco a poco fui ascendiendo a las más grandes. Es una mafia Marco, empiezas sin nada y acabas con todo. Hasta yo me sorprendía cada vez que descubría la cantidad de bandas que había. Mientras sucedía todo esto, Emily trabajaba conmigo como hacker, me ha salvado la vida varias veces.

Recuerdo aquella vez en la que me avisó que saliera pitando de aquel dichoso edificio si no quería tener compañía, o cuando me mandó refuerzos. Era mi brazo derecho, literalmente.

-Todo se fue a la mierda cuando me descubrieron, fue mi hermano quien me expuso delante de todos - aún recuerdo verme rodeada de 10 personas, siendo una traidora para ellos - Pensé que...

Tuve que pararme para aguantar las lágrimas y el nudo que se formaba en mi garganta. Habían pasado 2 años y aún no supero ese dichoso instante.

-Eh, tranquila - me acarició la espalda con cariño - Sigue cuando quieras, no pasa nada.

Asentí con la cabeza y me preparé para contar el desenlace.

-Pensé que no salía con vida de allí. Estaba rodeada y todos sabían que era una infiltrada, la traición es lo peor que puedes hacer. Mi padre estaba entre todos ellos, e iba a dejar que hicieran lo que les diera la gana, le daba igual que fuera su hija - mis palabras estaban llenas de rabia e impotencia.

-Marco, le supliqué, le pedí de mil maneras posibles perdón, me rebajé a su nivel y ni eso funcionó - me sequé una lágrima que caía por mi mejilla - Llegaron los refuerzos, entre ellos estaba mi madre y Emily. Empezó un fuego cruzado, estaba en medio de todos y mi madre se sacrificó por mí.

Creo que yo no podía aguantar más hablando y Marco no podía aguantar más sin abrazarme, porque después de esa frase, yo callé y él me abrazó.

Cuando me quise dar cuenta, estaba tumbada en el sofá y arropada con una pequeña manta. Escuché ruidos en la cocina, pero estaba tan agusto que no me quería levantar en mucho tiempo. El sofá de Marco era demasiado cómodo.

Cerré los ojos de nuevo hasta que escuché un gruñido y un par de tacos después, se había quemado seguro. Me levanté sonriendo del sofá y envuelta en aquella manta. Estábamos a principios de junio, pero una borrasca había interrumpido el inicio del verano.

Me asomé a la puerta y le vi echándose agua sobre la mano.

-¿Necesitas ayuda con tus dotes culinarias? - se sobresaltó un poco para después reír y mirarme.

Me acerqué a él mientras cortaba el agua del grifo.

-Quería darte una sorpresa y hacerte la cena, pero nunca me sale bien nada - se fijó en su dedo, pero yo no pude evitar oler a quemado y ver salir humo del horno.

-¡Marco, el horno! - grité mientras ambos corríamos a apagarlo.

Cogí las manoplas y saqué la bandeja del horno. Lo dejé con cuidado en la encimera y Marco abrió un poco la ventana para que se ventilara la casa.

-Solo por curiosidad ¿qué habías hecho? - pregunté intentando no reírme.

-Una lasaña con la que llevaba una hora - miré el reloj y ya eran las diez de la noche, creo que nos tocaba pedir la cena - Por cierto ¿Cómo te encuentras?

Se acercó más a mí y colocó bien la manta por encima de mis hombros.

-Mejor que antes - di un paso más y alcé la cabeza para mirarle - Gracias por aguantarme, de verdad. Y quiero que sepas que no te culpo por contárselo a Lucas y a Isco, sé que no soy el mejor partido del mundo, pero creo que puedo hacerlo mejor.

Me respondió con uno de los besos más dulces que me habían dado nunca.

-Ya lo estás haciendo mejor, créeme, aprecio mucho cada pequeña cosa que me cuentas. Y siento lo de Isco y Lucas, sé que no debería haber dicho nada - bajó la cabeza a modo de disculpa.

-Estabas en tu derecho, estarías hecho un lío y no aguantabas mi silencio, lo entiendo, de verdad. Solo espero que Lucas e Isco me perdonen - suspiré, sabía que eran una parte muy importante para Marco.

-No te preocupes, de verdad, se lo he explicado todo y lo único que me han dicho es que vales la pena.

Tuve que taparme la cara porque me estaba empezando a poner roja con tanto piropo. Se acercó a mí y me arrinconó en la encimera, apoyó sus brazos alrededor de la cintura y aspiré su olor.

-Tiene que estar prohibido oler tan bien - le dije mientras apoyaba mi cabeza en su hombre.

-¿Te has propuesto echarme piropos la mayor parte de los días? - dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

-Puede - encogí los hombros y le miré a los ojos - ¿Quieres que te diga otra cosa?

-Venga, dispara, creo que estoy preparado - se cuadró de hombros y me reí ante su gesto.

-Yo también te quiero.

Sonrió de una manera tan especial que no pude evitar lanzarme a besarle. Me quería, y yo a él, habíamos hablado las cosas y todo estaba solucionado. Deseaba que esta paz durara mucho.

Déjame intentarlo. //Marco Asensio//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora