𝑺 𝑶 𝑼 𝑳 🍁 𝑲𝒐𝒐𝒌𝑽

7.

Jungkook.

Observar al castaño de lejos se me está haciendo costumbre de una manera increíblemente extraña.

Unos días después de que hable con aquel chico de cabello menta logré entrar a la escuela, porque la persona que cuida la entrada estaba discutiendo con un chico que parecía molesto; después buscaré a esa persona para agradecerle por dejarme entrar inconscientemente.

La escuela es mucho más bonita por dentro. El edificio que parece castillo es realmente precioso, es como aquellos castillos que describen en las historias de magia o amor. Luce inmenso, de una estructura un poco vieja, pero sin dejar de ser hermosa. Definitivamente tengo que estar aquí para ocupar mi tiempo libre.

Camino alrededor de unos minutos por un pasillo que me dirige a varios salones de clase. Todos se componen de distintas cosas, en el que entré cuenta con cosas para pintar; pasteles, óleos, pínceles, acuarelas, lienzos y caballetes; todo es muy bello y se encuentra ordenado.

Hay algunas pinturas colocadas en los caballetes, comienzo a caminar alrededor de ellos hasta que una pintura en específico capta mi atención; es un amanecer, sus colores me transportan a ese lugar tan tranquilo, alrededor del sol hay grandes árboles que tienen su tronco de un ligero tono naranja debido al color que el sol les da; hay unas cuantas aves pintadas con mucha delicadeza y paciencia. Sin duda el creador de este cuadro es un humano con manos de ángel.

—¿Qué haces aquí?

Dice una voz grave que retumba en todo mi interior y en el salón. Giro mi vista hacia la puerta y creo que mi corazón saldrá por mi boca, aquel chico que siempre espiaba ahora se encuentra de pie en la puerta con sus ojos fijos en mi.

—No eres de esta clase—. Afirma ya con algo de molestia en su voz.

—No lo soy, me distraje con las pinturas.

—Ya veo, ¿de qué clase eres?

—Baile—. Miento.

—Oh, uno de mis amigos está en esa clase, tal vez lo conozcas.

—Me temo que no, no he sido muy sociable estos meses.

—Ya somos dos—. Susurra recargando en un solo pie todo su peso.

El castaño relaja un poco su cuerpo, pues al principio de la conversación estaba tenso. Al parecer me entiende.

—Bueno, pero no deberías estar aquí. No es como que esté prohibido entrar a los salones, pero sólo se nos permite estar adentro cuando tenemos clase.

—O sea, ¿que tú también estás rompiendo una regla al estar aquí?

El chico ríe de una forma cálida para mis oídos antes de contestar—. Se podría decir que sí.

—De todos modos ya me iba, sólo que está pintura me pareció hermosa.

—Déjame ver.

El castaño se acerca al lugar en donde me encuentro con pasos lentos y seguros, como si tuviera todo el tiempo del mundo en sus manos. Deja sus cosas en la esquina del salón, después toma un banquillo para sentarse a lado mío y abre un poco los ojos al ver la pintura.

—¿Crees que es hermosa?—. Pregunta con su voz un poco baja que apenas y pude escuchar.

—Lo es, parece tan tranquila. Si estuviera dentro de la pintura me sentiría muy afortunado. Ojalá supiera quien la pinto.

—Pues, estás sentado a un lado de quien la pintó—. El chico muerde sus uñas.

—¿En serio?—. No puedo quitar los ojos de encima de aquel chico que está a lado de mi.